Humildes, mejor que famosos

Por Ángela Marulanda
05 de Marzo de 2017

Uno de los fenómenos más notorios de los últimos tiempos es el desmesurado interés de alcanzar fama, poder y dinero a cualquier precio. Parece que, gracias a que la cultura consumista nos ha establecido que la importancia de las personas está en los bienes que tienen y no en sus cualidades o virtudes, una posición destacada no siempre se logra por méritos, sino que, a menudo, se compra con dinero.

Paradójicamente, las personas cuya fama es inmortal y trascienden en la historia, se caracterizan no solo por su sabiduría, sino por su bondad y su humildad. Sin embargo, estas virtudes, en un mundo en el que se persigue el poder y la fama, se consideran un defecto. Sin embargo, estrictamente hablando, las personas humildes se caracterizan por ser, no pobres, sino bondadosas, nobles y serviciales. Esto significa que la gente humilde, lejos de corresponder a una categoría inferior, son quienes giran alrededor de valores muy superiores a aquellos que se consideran de más alto nivel.

Quienes son humildes tienen la fortuna de gozar de lo que todos queremos: paz y armonía. En efecto, como la gente humilde actúa por convicción y no por adulación, como lo que les importa no es su imagen ante la sociedad, sino su imagen ante Dios, como se miran en el espejo de su conciencia y no en el de la opinión ajena, tienen control sobre lo que quieren ser y no están controlados por lo que ambicionan… a diferencia de quienes viven para sobresalir. Además, debido a que no dependen de los juicios ajenos tampoco los perturban las críticas ni los inflan las alabanzas, y por eso suelen vivir profundamente satisfechos. Con razón se ha dicho que “la prepotencia es la fachada de la estupidez y la humildad es el cimiento de la sabiduría”.

Está visto que son las satisfacciones y no las vanaglorias, las que nos permiten llevar una existencia plena y feliz. Por eso, la clave es dedicarnos a cultivar las virtudes que nos permitan enriquecer profundamente la vida porque nos ocupamos de contribuir en lugar de preocuparnos por sobresalir. Por algo será que el árbol que se destaca muy pronto por la grandeza de sus ramas, es el primero que cae por falta de profundidad en sus raíces. (O)

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