Entre dos fuegos: la vida del adolescente

Por Lenín E. Salmon
30 de Septiembre de 2012

Es irónico que siendo la adolescencia el periodo más importante en la preparación de una persona para hacerle frente a la vida, sea esta la etapa de más vulnerabilidad justamente ante las influencias que podrían oscurecer su futuro.  Casi nadie  recorre este camino sin haber sufrido alguna crisis, pequeña o grande. Estas se dan por su falta de adaptación   a las nuevas exigencias de orden social, emocional, sexual y afectivo que la vida y la sociedad les pone por delante y para las cuales ninguno nació preparado.

El adolescente gradualmente se va dando cuenta de que está en medio de dos grandes influencias:  la de su núcleo familiar con las tradiciones y convencionalismos que sus padres desean fortificar, y la de su grupo social, lleno de la liberalidad nacida de la progresiva independencia, de su desarrollo intelectual y de la necesidad de identificación con los símbolos de la edad, como la música, la forma de vestirse y peinarse, la fascinación con los personajes del mundo artístico y deportivo (¿y delictivo?), y por extensión sus excesos –drogas, sexo, tatuajes, mutilaciones, etcétera–.  Es una lucha desigual porque el joven no es un espectador imparcial:  todo lo que ve en este nuevo mundo le atrae por natural curiosidad y porque quiere estar “in” al precio que sea (no hay ser más infeliz que un adolescente que se siente marginado). La instantánea y global influencia de las redes sociales actualizan continuamente el estatus de la gente que admira, acentuando todavía más la necesidad de identificación.

¿Qué puede hacer un padre para ayudar a un hijo a manejarse frente a estas influencias? La primera línea de acción es   reforzar o recuperar la comunicación  y con paciencia guiarlo a considerar las alternativas más saludables (el castigo o amenazas no funcionarán).  En ciertos casos se necesitará asistencia profesional.  Lo ideal es adelantarse a los hechos y establecer un buen nivel de diálogo desde la pubertad, basado en la confianza y respeto mutuos, e ir anticipando los eventos, positivos y perjudiciales, que estarán esperándolo cuando le llegue la edad.  El joven deberá sentirse seguro de contar con el apoyo de sus padres, ya que ellos también fueron adolescentes y tienen una historia de supervivencia que compartir. 

lsalmon@gye.satnet.net

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