El mundo del niño depresivo

Por Lenín E. Salmon
27 de Mayo de 2012

Es un mundo extraño, infeliz, pero el niño no sabe por qué; no reconoce los mecanismos internos y externos que manipulan su estado de ánimo y solo manifiesta una actitud incierta y derrotista hacia la vida, de la cual muchas veces desearía escapar. Lo que vemos en el niño depresivo (y por extensión, en el adolescente) no es únicamente una reacción a estímulos o eventos del presente; puede muy bien ser la consecuencia de influencias traumatizantes sufridas temprano en su vida que no fueron explicadas y resueltas en su momento, habiendo dejado una herida profunda en su inconsciente.

Estos daños emocionales pueden haber afectado su capacidad para apreciar e interactuar favorablemente con su ambiente, produciendo más bien una actitud de temor, sentimientos de inferioridad, de culpa, y la necesidad de aislarse para protegerse de un mundo que percibe como indiferente o amenazante, del cual ha aprendido a desconfiar. Un niño así termina no queriendo salir de su cuarto, muchas veces demostrando agresividad para impedir que se acerquen incluso quienes desean ayudarlo, porque él mismo no comprende lo que le sucede.

Para ayudarlo, primero hay que reconocer los síntomas y signos, como son, aparte de los ya mencionados, irritabilidad, dormir mucho o muy poco, tener mucho o muy poco apetito, tener pesadillas, empezar a fallar en lo académico, alejarse de los amigos y de las actividades deportivas, periodos de tristeza injustificada, indiferencia ante actividades que antes disfrutaba, pérdida de la alegría espontánea, entre los más visibles.

La intervención terapéutica, que es el siguiente paso, requiere de la participación de la familia. Hay que resaltar el hecho de que mucho de lo que el niño siente se debe a su particular interpretación de eventos e influencias que lo han afectado, principalmente por haberse sentido solo e indefenso. La comunicación con sus familiares cercanos, aparte de ofrecerle modelos a seguir, será de invalorable importancia en devolverle su autoconfianza, el control de sus pensamientos y hacerlo sentir más dueño de su vida. No se puede dejar de enfatizar la importancia de detectar tempranamente los síntomas de la depresión infantil; establecer  y mantener confianza y comunicación con el niño son los pasos más seguros en esa dirección.

lsalmon@gye.satnet.net

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