Ayudando al niño depresivo

Por Lenín E. Salmon
01 de Febrero de 2015

La niñez debería ser una época de “irresponsable felicidad”, el niño aprendiendo a entender la vida paso a paso y los adultos guiándolo y protegiéndolo hasta que finalmente desarrolle autonomía y capacidad para hacerse cargo de su realidad. Este trayecto es de la máxima importancia, porque incluirá sus primeras experiencias con el mundo en sus diferentes escenarios (personal, familiar, académico, social, etc.), eventos que dejarán una marca perdurable en su mente. Por esto que su preparación anímica marcará la diferencia entre sentirse exitoso y seguro de sí mismo (y, por lo tanto, motivado a aceptar nuevos desafíos) o sentirse pesimista y temeroso del futuro. En este contexto, el niño con tendencia depresiva empezará en desventaja la lucha por un espacio en la vida.

La depresión infantil usualmente llega en forma sutil: cambios en sus hábitos de comer o dormir, irritabilidad injustificada, sentimientos de desvalorización, alejamiento de actividades que antes disfrutaba. También puede haber episodios repentinos de llanto, dolores físicos sin causa, problemas de concentración, pensamientos sobre la muerte. El niño no tiene la capacidad para darse cuenta del origen ni la trascendencia de estos acontecimientos, solo los sufre, en el peor de los casos, los padres (por ignorancia, comodidad o por tener problemas personales propios), no captan el drama que vive el niño hasta que se produce una crisis, que en un número de casos puede ser fatal. De allí la inmensa importancia de la detección temprana y la intervención oportuna, preferiblemente con asesoría profesional.

La depresión, en un alto porcentaje, viene “en familias”, esto es, hay niños que nacen con más predisposición genética a reaccionar de esta manera. Pero generalmente se requiere de un evento con una fuerte carga emocional (un cambio de domicilio o escuela, un divorcio, un fuerte revés económico familiar, la muerte de alguien cercano, etc.) para activarla. Si los padres, sobre todo aquellos con historia familiar, están alertas para ayudarlo durante la aparición de los primeros síntomas, el niño no solamente podrá combatir el problema cuando todavía no esté arraigado en su personalidad, sino que también sentirá un decidido apoyo que le proporcionará más autoconfianza y fe en sí mismo para enfrentar futuras experiencias. (O)

lsalmon@gye.satnet.net

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