Los santos pontífices: ¿Qué es lo que comen?

Por Epicuro
12 de Julio de 2015

“Uno de los dulces preferidos del papa Francisco es el arroz con leche, vainilla, un toquecito de coñac. El menú de él suele tener empanada de carne, colita de cuadril a la parrilla”.

La gastronomía se revela en la Última Cena, pues el menú incluyó cordero asado, lo que corrobora que Jesús no era vegetariano contrariamente a lo que afirmó Benedicto XVI (“Llegó el día de la fiesta de los panes sin levadura en que debía inmolarse el cordero pascual, Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Encargaos de prepararnos la cena de la Pascua” (Lucas 22, 7-8).

En la versión griega se usa el verbo tusiazein, el que dice claramente sacrificar, cortar el cuello de un animal para vaciarlo de su sangre. Desde la Última Cena recordamos al hijo pródigo cuyo retorno a casa se celebró con una tremenda parrillada: “Traed el becerro gordo, matadlo, comamos y hagamos fiesta (Lucas 15:23). Se asaban los frutos de la pesca milagrosa cerca del lago de Tiberiades.

Un curioso libro escrito por Daniel Anrig se ha publicado recientemente respaldándose en las declaraciones de David Geisser, miembro de la Guardia Suiza Pontificia, luego cocinero del Vaticano. Dicho libro nos informa de un simpático modo acerca de las preferencias gastronómicas de los diversos pontífices. En realidad los papas no suelen ser delgados ni ostentan fisonomía de ascetas.

Así sabemos que uno de los dulces preferidos del papa Francisco es el arroz con leche, vainilla, un toquecito de coñac. El menú de él suele tener empanada de carne, colita de cuadril a la parrilla. Geisser dice: “El papa Francisco es una persona que disfruta comiendo, siente placer en la comida, sobre todo la argentina, aunque también le gustan las pastas italianas”.

Benedicto XVI, en cambio, prefería menús bávaros, salchichas alemanas servidas en ensaladas con papas, cebollas y vinagreta. También le agradaban las carnes de aves, los filetes de cochinillo, los dulces espolvoreados con azúcar impalpable. Supongo, pero no lo he podido comprobar, que le han de gustar las sabrosas cervezas de Bavaria.

Karol Wojtyla (Juan Pablo II) incluía en su desayuno huevos, salchichas polacas, pan y café negro. Sus platos predilectos solían ser carnes de aves con pimientos y lombarda (repollo de color morado), pastel de manzana con canela, también los llamados pierogi (parecidos a los ravioles italianos, pero rellenos con puré de papas, cebolla, carne y huevo duro).

Los vinos también hablan de los papas y nació el sabroso Châteauneuf du Pape de intensos aromas, color púrpura vibrante. El papa Juan XXII tomó personalmente en mano la siembra de los viñedos. Según los archivos de la Cámara Apostólica, la superficie de los viñedos alcanzaba de 600 a 800 hectáreas.

En oposición a aquellos bons vivants (filosofía del Sumak Kawsay gastronómico), Santa Catalina de Siena dijo: “El estómago lleno no hace al espíritu casto”; Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, escribió: “Los placeres de la mesa preparan los placeres de la carne, es decir, quien no refrena su gula y no se sacrifica en el comer difícilmente podrá ser una persona pura y casta”.

Pues por ser aficionado a los más delicados manjares, no he llegado aún a considerarme como un pervertido sexual. Considero que la gastronomía se lleva muy bien con el erotismo: besos de café, de helados, baños con miel o chocolate. Vuelvo a leer a Isabel Allende en su libro Afrodita: “El mejor afrodisiaco es el amor. La cualidad afrodisiaca de los alimentos depende siempre de que los comamos en compañía de la persona adecuada”. Los papas aprecian la buena comida: un buen punto para la Iglesia. (O)

epicuro44@gmail.com

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