La amable sencillez: Un lugar sin pretensiones

Por Epicuro
06 de Diciembre de 2015

“En la cocina el chef Manolo Martínez no se complica la vida con recetas difíciles, usa como única decoración de los platos perejil picado espolvoreado”.

En diciembre Epicuro cumple 45 años, pues antes de integrarse a El Universo (1999) estuvo manteniendo su página gastronómica en El Telégrafo (1970). Al inicio se mostró muy severo, juzgando hasta el mínimo detalle. Epicuro ahora sabe que no es nada fácil mantener en el debido puesto con constante calidad cualquier establecimiento. En menos de tres años más de cuarenta restaurantes, entre pequeños y muy conocidos, cerraron sus puertas. Entonces pienso que mi papel consiste en orientar sin atropellar, razón por la cual no escribo cuando me toca conocer un lugar de muy mala calidad, mando al dueño en forma privada mis consejos o evaluaciones.

Me doy perfectamente cuenta de la situación difícil que viven muchos profesionales, anuncié con anticipación el cierre de Blu, de Tanta, de La Madonna, de Fusión y sé que otro restaurante, cuyo nombre omito, con suma probabilidad no llegará a Navidad.

Restaurante Pizzeria Positano escogió un camino interesante. Mantiene precios moderados, ambiente relajante, cocina casera sin pretensión de llegar a ser gourmet, diría algo como artesanal. La carta ofrece diversos tipos de pizza (no soy muy aficionado), numerosas opciones de pastas. Todo lo que es pasta fresca se elabora en casa: fetuccini, ravioles, canelones. Presumo que los espaguetis hechos con sémola de trigo duro así como los capellini, fusilli son de Barilla.

Atiende Lorena, mujer de amplia sonrisa, amabilidad respetuosa, intuición femenina. En la cocina el chef Manolo Martínez no se complica la vida con recetas difíciles, usa como única decoración de los platos perejil picado espolvoreado; su polenta es tierna, blandita; simplemente sabrosa, de excelente sazón, la recomiendo.

Escogí como plato principal canelones de cangrejo ($ 15), receta clásica, sencilla, plato gratinado con salsa bechamel, queso rallado, solo le añadí un toquecito de aceite de oliva extra virgen y pimienta. No pedí vino, sino una cerveza ligera bien fría ($ 3,50). La relación calidad-precio es el mejor atractivo de Positano.

El televisor mantiene el volumen sonoro adecuado que permite conversar sin alzar la voz, presenta musicales de buen gusto con preferencia por Andrea Bocelli, Luciano Pavarotti y otros.

El ambiente general es acogedor, algo intimista, se presta para tertulias de negocios, charlas entre amigos, pero también es opción para reuniones familiares. Eché un vistazo a la cocina y al baño: todo en orden. Para el estacionamiento están instalados los parquímetros en la zona ($ 1 la hora), idea que merece ser generalizada. Sin embargo ha de ser difícil encontrar un puesto los días viernes, sábado y domingo. Hemos perdido la costumbre de caminar, siempre queremos parquearnos al pie mismo del restaurante.

Como postre elegí una pana cotta (lecha condensada, crema, gelatina sin sabor, vainilla, azúcar) en un almíbar de maracuyá. El café tenía el típico sabor italiano de Bondolfi. Lo acompañé con un vasito de limoncello (hecho con ralladuras de limón cocidas con vodka y almíbar). No dejé de recordar una viaje hecho hace unos años por todo este sector italiano de Nápoles, Capri, Sorrento, Pompeya y desde luego Positano, en un hotel con bárbara vista al mar. (O)

epicuro44@gmail.com

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