El vino Beaujolais: Leyenda francesa

Por Epicuro
25 de Diciembre de 2016

“Aquel vino tinto se elabora con cepa gamay, uva negra de jugo blanco, se fermenta durante pocas semanas, luego se lo lanza al mercado nacional e internacional”.

Epicuro siente frustración al comentar que Guayaquil dejó hace varios años de festejar la llegada del Beaujolais nuevo. Sin embargo, se lo sigue celebrando con bombos y platillos en la ciudad de Quito. Aquí se rifaba en el hotel Oro Verde un par de pasajes para viajar a Francia por Air France, obsequiaban unas cuantas botellas. Aquel vino mítico llega puntualmente a muchos países del mundo el tercer día jueves del mes de noviembre. Los franceses lo esperan con impaciencia. ¿Qué sabor tendrá este año? ¿Será banano, mora, piña? ¿Qué es lo que se oculta detrás de aquel color rosa-púrpura?

Aquel vino tinto se elabora con cepa gamay, uva negra de jugo blanco, se fermenta durante pocas semanas, luego se lo lanza al mercado nacional e internacional. Este ‘Día del Beaujolais Nouveau’ es objeto de gran emoción para los productores que compiten por colocar las primeras botellas de la cosecha en diferentes mercados.

En Japón, ciertos aficionados llegaron a llenar su piscina con aquel vino de precio muy asequible. Hace pocos años, hablar de él era mencionar un producto demasiado joven, barato, hasta vulgar, de calidad más que regular, pero nació una nueva cultura que demostró que vinos como el Beaujolais facilitaban un acercamiento a las características de la uva, donde mejor se apreciaban los aromas, se distinguían los sabores más genuinos.

Siendo un vino sin pretensión, capta sin embargo el gusto de los franceses que lo van a beber en los bistrós, es pretexto de interminables tertulias. Detrás de aquel vino tinto del que se hacen cada año 50 millones de botellas (la mitad se exporta a cien países) hay un nombre: George Duboeuf, quien creó un estilo nuevo, se convirtió en referencia para todos quienes gustan de aquel simpático producto.

En la región siempre se ha celebrado el Año Nuevo con un vino joven, pero fue realmente después de la Segunda Guerra Mundial que el Beaujolais alcanzó su fama en todo el planeta. Es sinónimo de convivialidad, alegría, generosidad, permite numerosos brindis a bajo costo, lleva la imagen de Francia con la torre Eiffel y como quinientas variedades de quesos, vinos fuera de serie.

Gracias a la cortesía de una amiga viajera pude probar el Beaujolais 2016 de vistosa etiqueta. Su color de cereza con reflejos de violeta, su absoluta transparencia me hablaron de una extrema juventud. En la nariz ofrece toques de violeta y uva; en el paladar asoman frutas como la mora, la ciruela, la grosella roja. Sin tener un largo final deja en la garganta una sensación de rica frescura.

Si el Beaujolais nuevo se debe beber pronto, existen variedades que pueden conservarse varios años. Son el Julienas, el Morgón, el Saint Amour, el Chirouble. Tengo una especial afición por el Brouilly por sus aromas de cereza y frambuesa. Un Beaujolais de Brouilly lleva el atrevido nombre de Pisse Vieille (Mea vieja). Viene de una leyenda local. Una devota católica enferma de cistitis se fue a confesar, pero en vez de oír “ve y no peques más”, oyó “¡ve y no mees más!”.

Ciertos vinos españoles llevan nombres muy osados como ‘De la puta madre’. Hasta existe un espumante bautizado como ‘El follador’. Una sola vez bebí el Beaujolais blanco, casi imposible de conseguir. Es ligero pero de alta acidez. ¡Salud, amigos! (O)

epicuro44@gmail.com

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