Independientemente de los aspectos más positivos dentro de los márgenes laborales o sociales, la personalidad de un controlador se la detecta fácilmente cuando uno está involucrado en el círculo donde se desenvuelve. En nuestro reportaje de psicología lo que se resalta es el aspecto más oscuro de esas personalidades que “se meten en todo”.

El común denominador de los que se desempeñan obsesivamente en su afán de manejar situaciones de cualquier índole, o al menos ser la palabra final, es que detrás hay una inseguridad en ellos mismos que podría ser patológica y conflictiva. Esto puede también esconderse en la fachada del que busca el perfeccionismo a toda costa.

“El excesivo control genera una insatisfacción permanente”, dice la psicóloga Silvia Cordero, “un desgaste y un malestar interno constante, es un grito de auxilio al no poder controlarse a sí mismo”. (O)