Marcelo y Miguel Antonio Chávez

17 de Junio de 2012

El año pasado, en la Feria Internacional del Libro, de Guadalajara, fue distinguido como uno de los “25 secretos mejor guardados de América Latina”. ¿Lloró de emoción o de susto?
Reaccioné con un poco de pesar. Me dije: si van a revelar un secreto mejor guardado, ¿por qué no lo hicieron con la fórmula secreta de la  Coca Cola?

Su correo electrónico es miplumalomato@yahoo.com ¿Es, acaso, por el asesino que vive dentro de usted?
Se lo digo aquí entre nos: dentro de mi cabeza escucho vocecitas. Unas me dicen, como en The Shining, “redrum, redrum”. O bien, como El Gran Combo, “siento una voz que me dice, agúzate que te están velando”.

Su novela La maniobra de Heimlich es autobiográfica. Si responde que no, yo pensaría que me está mintiendo.
Es cierto, soy un mentiroso.

Confieso no haber leído su cuento La puta madre patria, finalista del Premio Juan Rulfo, de Radio Francia Internacional, 2007. Defínalo en diez palabras.
Pues debería leerlo.

De día escribir boletines de prensa y de noche hacer versos puros, ¿es ese el triste destino de los intelectuales al servicio de la diplomacia, como es su caso?
Como no sé escribir ni lo uno ni lo otro, solo atinaré a decir que el destino de aquellos es hincarse ante dos obras maestras de la diplomacia: Dr. Strangelove, de Kubrick, y Su Excelencia, de Cantinflas.

Cicerón, en Retórico romano, escribió: “Nunca se está menos solo que cuando se está solo”. ¿Está de acuerdo con la frase?
Al contrario, nunca se está más solo que cuando uno está rodeado de mucha gente. Se ve que Cicerón en vida no fue una celebridad.

¿Es el embarazo un periodo sin periodo?
Es un mal chiste.

Me cuesta creer que un beatlemaniaco de su talla haya afirmado que el asesino de John Lennon, Mark Chapman, no llevaba consigo un ejemplar de The Catcher in the Rye cuando le disparó.
Aunque Chapman se creía literalmente Holden Caulfield (el protagonista de la novela), tengo serias sospechas de que llevaba una revista Pancho Jaime.

Con apenas siete palabras, su ídolo Augusto Monterroso escribió la novela más corta del mundo: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Intente una mejor.
Era más bien un microcuento el de don Tito, pero le seguiré el juego. ¿Qué tal algo así como “cuando despertó, la columna de Tomás del Pelo todavía estaba allí”?

En El lobo estepario, Hermann Hesse dice que “el humorismo es una invención de los obstaculizados, de los casi trágicos y brillantes desdichados”. ¿Su opinión?
Pobre Hesse, nunca alcanzó a escuchar  Yendo a casa de Damián, del Cuarteto de Nos.

¿Recuerda el grafiti que más lo hizo reír o llorar?
“¿Hay vida inteligente en el planeta Tierra?”, afuera de la casa del ufólogo Jaime Rodríguez.

¿Qué quiere que escriban en su epitafio?
Como estoy a favor de la donación de órganos  pondría: “Volveré y seré riñones”.

¿Cuál será su alegato en el Día del Juicio Final?
Como el Día del Juicio Final es tan creíble como el cuento de Pedrito y el lobo, solo me limitaría a preguntarle al Creador la receta del coctel alucinógeno que consumió Juan para escribir el Apocalipsis.

¿Qué piensa hacer después de muerto?
Tratar de no pegarme un tiro. Tanta blancura y paz en el cielo debe ser por demás aburrido y perturbador.

Hágase una pregunta y contéstela.
¿Puedo? Por supuesto que no.

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