Sevnica en el ojo del turismo

19 de Agosto de 2018
  • Vista de Sevnica, ciudad de unos 4.500 habitantes donde Melania Trump creció.
  • Atrás: el edificio de apartamentos en Sevnica donde vivió Melania Trump en su infancia.
  • Pantuflas ‘Casa Blanca’ en la fábrica en Sevnica donde son elaboradas.
  • Melania Trump (1970) exmodelo nacionalizada estadounidense y esposa de Donald Trump.
Patrcik Kingsley, New York Times

Melania Trump es el negocio de la ciudad donde creció. Sevnica ha visto cómo el nombre de la primera dama estadounidense ha dinamizado la economía de esa pequeña ciudad eslovena.

Pastel de Melania, crema de Melania, vino de Melania, té de Melania, pantuflas de Melania, salami de Melania, rebanadas de manzana cubiertas de chocolate Melania. Hay pocos productos que los emprendedores de Sevnica, una pequeña ciudad rural eslovena donde Melania Trump pasó sus primeros años, no hayan intentado promocionar haciendo referencia a la primera dama de Estados Unidos.

Debido a las restricciones de derechos de autor, los artículos simplemente aluden a su identidad: el vino se llama Primera Dama, mientras que las pantuflas (plateadas y adornadas con una cola esponjosa de conejo blanco) se llaman Casa Blanca. Pero si hacemos a un lado el alboroto legal, Melania ha sido beneficiosa para Sevnica (se pronuncia [sé-u-ni-tsa]), una ciudad de casi cinco mil habitantes ubicada en un valle fluvial y boscoso a unos 90 minutos en auto desde Liubliana, la capital de Eslovenia.

El único hotel de la ciudad volvió a abrir a principios de este año. El tránsito turístico anual –al que desde luego han contribuido los recorridos con temática de Melania– ha aumentado un 15 por ciento, hasta alcanzar la cifra de 20.000 visitantes, en los tres años posteriores al momento en que el esposo de Melania Trump, quien entonces era un magnate de los bienes raíces y estrella de la telerrealidad, se convirtió en el favorito para llegar a la presidencia.

“Después de Melania, las cosas de verdad cambiaron”, dijo Srecko Ocvirk, el alcalde de la ciudad. “Ahora llegan turistas de todo el mundo”.

En Kopitarna, la empresa de zapatos que hace pantuflas inspiradas en Melania, los miembros del personal elogian a la primera dama por haber puesto a Eslovenia en el mapa. “Muchas otras personas pensaban que nuestro país se llamaba Eslovaquia”, dijo Marija Balinc, una gerenta de exportaciones.

No obstante, si se mira la situación un poco más en detalle, hay señales de que la novedad se está acabando, incluso para personas como Lidija Ogorevc, una de las guías locales que a veces lleva a los turistas a un recorrido por lugares relacionados con Melania en la ciudad por un precio de casi 35 dólares por persona.

“Sí, ese es el vino de Melania”, suspiró Ogorevc en un recorrido reciente, mientras pasaba por donde estaba una botella de Primera Dama que se vendía en el castillo del siglo XII de la ciudad.

“Pero este es el mejor vino”, agregó mientras señalaba una botella de Grajska Kri, un tinto de Blaufränkisch.

Conmoción

Actualmente, Ogorevc no oculta la indiferencia que le provoca toda la conmoción sobre Melania. “A mí en realidad no me importa nada de esto”, dijo Ogorevc, a quien al parecer le es indiferente cómo podría percibirse ese tipo de comentarios en un recorrido temático de Melania. “Sevnica tiene mucho más que mostrar que solo esta historia”.

Para Ogorevc, la gloria de Sevnica es su castillo, ubicado en una colina cercana con paisajes de ensueño del río Sava que fluye abajo. “¿Se imaginan cómo se ve durante el verano?”, dijo, mientras observaba el valle desde los portones del castillo. “Caray, ¡es muy bonito!”.

Su buen humor se ensombreció cuando a mitad del camino de regreso a Sevnica nos estacionamos afuera de una torre de la época comunista en el borde de la ciudad. “Ahora vamos a hacer una parada en el bloque de apartamentos donde vivían”, dijo, refiriéndose a la futura primera dama, que entonces se llamaba Melanija Knavs, y a su familia.

Después hizo un gesto impreciso para señalar el edificio y se encogió de hombros. “Pero no puedo decirles exactamente dónde vivían porque no tengo esa información”, agregó, un poco molesta.

En la oficina turística de la ciudad, los visitantes pueden comprar un libro acerca de la primera etapa de la vida de la primera dama –Melania Trump: The Slovenian Side of the Story– y un gran catálogo de productos inspirados en ella, como las rebanadas de manzana cubiertas de chocolate.

Mojca Pernovsek, la directora del consejo turístico local, solo acepta entrevistas si el tema de Melania no se menciona. Hay muchas otras cosas de las que hablar, dijo. El valle donde está la aldea. El excursionismo. El corte de troncos. El festival de salami solo para hombres; el festival del vino (para todos). Los festivales de cerveza y de pesca. Y, desde luego, el castillo.

“Pero no quiero hablar de política”, dijo Pernovsek.

Hasta 2016, cuando Melania Trump comenzó a ser relevante en todo el mundo, no habría hecho el mismo comentario. En ese entonces, Sevnica era mejor conocida como un centro industrial de menor importancia, donde se encuentran Kopitarna, una de las empresas de zapatos más antiguas de Eslovenia; Stilles, una empresa de muebles que suministra a hoteles internacionales, y Lisca, la empresa de lencería más grande de Eslovenia.

Cuando Melania era niña, su madre, Amalija, trabajaba en una fábrica de ropa que ya está cerrada. Se dice que Viktor, su padre, vendía autopartes. Pocos residentes los recuerdan –ni siquiera Ocvirk, el alcalde, quien es un año mayor que la primera dama y asistió a la escuela primaria local al mismo tiempo que ella–.

Melania se fue de Sevnica hace casi treinta años, primero a estudiar en Liubliana a finales de la década de los ochenta y, unos años más tarde, a trabajar en Estados Unidos. Sin embargo, no ha regresado de manera pública a Sevnica ni a ningún otro sitio en Eslovenia desde que se convirtió en primera dama; para la mayoría, la conexión sigue siendo principalmente una oportunidad comercial.

En el restaurante Rondo, los comensales pueden probar una “hamburguesa presidencial” –el bollo tiene una rebanada crespa de queso frito que luce convincentemente similar al cabello del presidente Donald Trump–.

No obstante, no todos los miembros del personal comparten la misma emoción por todo lo relacionado con Donald y Melania.

“Creo que en el momento en que resultó electo, la gente estaba emocionada, pero ahora ya se acabó la novedad”, dijo Mia Podlesnik, una joven mesera en Rondo. “No creo que casarse con alguien sea un verdadero logro”.

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