Saturados de ruido

17 de Diciembre de 2017
Diana J. León | Gisella Quintana | Dayse Villegas

Los expertos coinciden en llamar al ruido el enemigo silencioso, porque nos agrede, pero nos hemos acostumbrado a vivir con él.

Todos somos víctimas sin notarlo. “En frente de mi casa hay una farmacia que promociona descuentos con parlantes en la calle. Es molesto, porque mis hijos pequeños no pueden concentrarse en sus deberes ni dormir en la noche”, describe Ana a El Especialista, desde Cuenca.

Otra situación: “Dirijo un hostal en Puerto López. Alguien en el solar vecino enciende música a todo volumen a cualquier hora, incluso en la madrugada. Las autoridades no se han acercado”.

Seguro usted sabe que en Guayaquil el problema no mejora y, es más, quizás ya tenga su propia queja (o varias).

La Organización Mundial de la Salud lo ha advertido: 1.100 millones de personas corren el riesgo de perder la audición por la exposición a niveles sonoros dañinos en lugares de ocio, como clubes nocturnos, bares y eventos deportivos. A ello agrega el uso nocivo de aparatos de audio personales. El grupo más expuesto son los jóvenes de 12 a 35 años.

La organización propone un máximo de 60 decibelios (la unidad de sonido) durante el día, y no más de 40 db durante la noche.

Sin embargo, indica el doctor Francisco Plaza Bohórquez, Guayaquil siente un promedio de 80 db en el día, especialmente en el casco comercial, valor que se mantiene en la noche. “Es una ciudad intoxicada”, afirma Plaza, quien además es presidente de la Fundación Médica contra Ruidos, Ambiente Contaminante, Drogas y Tabaquismo, Fumcoradt.

Esa entidad tiene su propia campaña. “Ya hemos denunciado: el parque automotor, que no solo contamina con ruido, sino con gases tóxicos”, dice Plaza. “Algo se ha ganado, desde que hicimos una campaña para que quiten los altoparlantes de los transportes públicos”.

A continuación cita a la industria de la construcción. “Se construye sin ningún tipo de precaución por el ruido”. Y sigue con el uso de altoparlantes en fiestas y concentraciones públicas. “Se los vende sin licencia en Ecuador; en otros países, cuando alguien quiere comprar estos equipos, debe declarar el uso y conocer el horario y el reglamento”.

En Guayaquil, afirma el médico, el parlante que cualquier vecino instala para hacer una fiesta tiene más de 120 vatios de salida, ruido tóxico. Piense en un parlante que emite 90 decibelios a 1 metro con 1 vatio (la unidad de potencia). Por cada punto de vatiaje que aumente, se incrementará el volumen por 3 decibelios: 2 vatios darán 93 decibelios y 1024 vatios darán 120 db.

Esto se acentúa al potenciar los bajos. El ruido se transmite por el aire, el agua, pero el bajo se transmite mejor por los cuerpos sólidos. “Si usted tiene un vecino con estos equipos en la otra cuadra, los ruidos agudos no le llegarán, pero los bajos harán vibrar paredes y vidrios”. Finalmente, menciona los juegos pirotécnicos encendidos desde los domicilios en cualquier época del año. “El daño al despertarnos abruptamente del sueño, ¿quién lo repone?”.

Las áreas más ruidosas de Guayaquil, según un estudio citado por el doctor Plaza, son la calle Rumichaca, desde Alcedo hasta 1 de Mayo, la Bahía, la calle Víctor Emilio Estrada, la avenida Quito, la avenida 25 de Julio y la calle Portete: 90 decibelios durante el día.

Efectos psicológicos

Más allá de la incomodidad, sufrir ruidos extremos ocasiona síntomas que no desaparecerán, incluso después del cese del ruido.

Así lo explica la psicóloga Piedad Romo-Leroux. “Los problemas cardiovasculares pueden agudizarse por el ruido intenso y provocar un infarto del miocardio”, detalla. “Y en cuanto a la salud mental, las proyecciones son catastróficas, la persona entra en un estado de ansiedad, con características de neurosis en su personalidad, todo le fastidia, se siente fatigado, tiene dolor de cabeza, se siente nerviosa, no quiere compartir con los demás”, enfatiza. Se convierten en síntomas permanentes que quizás deban ser tratados por un psiquiatra.

La especialista aclara, sin embargo, que no todas las personas manifiestan la misma sensibilidad al ruido. “Hay quienes que, por estar permanentemente dentro del campo de acción del ruido, se acostumbran y no reaccionan con los síntomas mencionados. Más bien se adaptan de una manera normal a esta situación”. Pero todo tiene un límite, advierte. “Al exceso de ruido no se adapta nadie”.

Romo-Leroux cree importante destacar otro contexto donde el ruido también puede perturbar la salud mental: las oficinas de trabajo. “Debe haber una conciliación. En una oficina hay varias personas en diferentes escritorios, todos piensan diferente, pero el respeto es uno de los ítems más importantes, no perjudicar a quien tenemos al lado”.

Tampoco olvida a las mascotas, quienes también sufren de estrés y angustia frente a ruidos inesperados y altos.

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Defensa contra los ruidos

Toda actividad que agreda la salud de los ciudadanos constituye una infracción que puede ser denunciada ante el ministro de Salud Pública, directores provinciales y comisarios de salud, explica la doctora en jurisprudencia Katia Murrieta, con base en la ley de salud. Es más, de acuerdo con ese cuerpo legal, la multa por provocar ruidos molestos a los vecinos es un salario básico. Se trata de una contravención.

En Guayaquil, también se pueden trasladar este tipo de quejas a las unidades de justicia y vigilancia y de medio ambiente del Municipio, y a través de las comisarías de Policía, añade el abogado Jacobo Quintero-Touma. En el caso del transporte urbano, los ciudadanos pueden elevar sus reclamos a la Agencia de Tránsito Municipal, sobre todo aquellos que se sientan afectados al vivir cerca de vías muy congestionadas, donde la estridencia es mayor. Además, recuerda, la ATM revisa las unidades para evitar la circulación de vehículos que provocan disonancias.

EL ALBOROTO DE MOVILIZARSE

Luis Rodríguez, Máster en Transporte y Movilidad Sustentable y catedrático de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) cree que el control sobre el ruido de los automóviles, buses y taxis, aún pasa desapercibido, porque nuestras ciudades tienen otros problemas que se consideran ‘más básicos y urgentes’ en el sistema de transportación.

“Quizás hay cosas que se sienten más importantes, como el exceso de velocidad en los buses, exceso de pasajeros, acoso a mujeres”, comenta. Ve difícil que la ciudadanía se involucre en este control porque sienten que su denuncia pasará desapercibida. “Si yo denuncio a este bus que acaba de pasar por aquí adelante, que hace mucha bulla, ¿quién me va a hacer caso? Si ni siquiera lo controlan por pasajero, velocidad o documentos”, dice.

Sin embargo, cree que una posible solución llegará con la electromovilidad, es decir el uso de vehículos eléctricos que reemplazan los motores a combustión (con explosiones) para alimentarse de electricidad. Si usted cree que aún falta mucho para ver tal escenario en Ecuador, el experto asegura que no es así. “Se piensa como algo lejano, pero es algo que nos va a pegar durísimo y de sopetón, porque como ventaja a otras ciudades, Ecuador tiene una matriz hidroeléctrica limpia”.

Otro beneficio de estos vehículos será que ya no tendrán bocinas estruendosas como muchos coches actuales. “Vienen, normalmente, equipados con un pito que es mucho menos agresivo. Se supone que la finalidad del pito es la de prevenir no de agredir. Y aquí se lo usa para saludar, para seducir a la chica, para acosar. Esa conducta es fuente de contaminación auditiva”.

Diálogos de paz

“Es complicado encontrar una solución que emane de las autoridades y por tiempo indefinido”, opina Murrieta. En su experiencia, ha notado que a veces los denunciantes son delatados, las dos partes terminan como enemigos, agravando el problema.

“Sería preferible llegar a un arreglo amistoso y hacerlo constar en un acta suscrita en un centro de mediación”, recomienda la jurista, como los que hay en el Consejo de la Judicatura o la Prefectura del Guayas. “Estas actas son de cumplimiento obligatorio porque tienen fuerza de sentencia”. En todo caso, dice, depende de la sensibilidad y educación de los involucrados y del respeto hacia los demás y hacia las leyes.

En ese sentido, Quintero-Touma, especializado en resolución de conflictos, enfatiza la necesidad de mejorar la convivencia ciudadana. “El ejercicio de la ciudadanía implica respetar al otro. Con esa conciencia, ni siquiera cometo una infracción, o si lo hago, acepto la sanción sin disgustarme, reconozco mi error”.

Por eso señala como alternativa la organización en barrios y ciudadelas, que se encarguen de establecer en sus términos sus marcos de comportamiento y mecanismos de resolución de controversias vecinales. Y así disminuir notablemente todo tipo de discordias. “Si el poder (de resolver conflictos) regresa a los ciudadanos, en un diálogo regulado por ellos mismos, los vecinos mejorarán su convivencia”.

Esta clase de empoderamiento puede surgir directamente desde los individuos, pero Quintero-Touma considera necesario el respaldo municipal, con campañas y actividades. “Cuando empezaron a limpiar las calles, hicieron mingas en los barrios, fue un buen proyecto para empoderar a las personas a cuidar la parte física de su entorno. Se debe hacerlo por los aspectos intangibles”.

En Otra dimensión: DESPEJE SU bulla INTERIOR

A pesar de lo que sucede en nuestro entorno, dentro de cada uno nunca hay silencio absoluto, ni mental ni físico, precisa Carlos Tutivén, docente investigador e instructor budista. No se trata de quedarse en blanco, sino lograr un estado interior en el cual usted no se abruma por sus pensamientos.

El aquietamiento del barullo interior en las sabidurías orientales se conoce como serenidad. No se logra espontáneamente, aunque por su puesto, hay espacios que invitan a la calma: una playa solitaria, una elevación, el desierto. “Estos tres lugares están conectados con cierta espiritualidad”, indica Tutivén. ¿Pero cómo lograrlo en los ruidosos espacios urbanos donde nos desenvolvemos?

Primero viene la motivación. “Decirse: No quiero morder el anzuelo de la hiperactividad. No quiero ser la causa de mi propia experiencia perturbadora, dándole hilo a mis pensamientos discursivos”. Si está motivado a relajarse y a no dejarse controlar por sus pensamientos, entonces viene lo siguiente, entrenarse a través de la respiración sosegada y consciente.

En los yogas tibetanos se dice que cuando la respiración se pausa y usted se vuelve consciente de ella, los vientos que alimentan la mente, se aquietan. Y la mente retoma su estado de serenidad y lucidez. El mundo contemporáneo carece de esa actitud mental. Por eso, dice el docente, somos tan agresivos. Además, agrega, tenemos pánico al silencio, porque malinterpretamos la serenidad como aburrimiento. Lo ideal es que la mente esté en condiciones de trabajar cuando se requiere su competencia, y luego pueda desconectarse y entrar en sosiego.

Una recomendación para esto: acepte las cosas tal como son y note cómo se reduce la ansiedad. Si rechaza la realidad, multiplica el sufrimiento.

 

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