Oírse, dialogar y gritar

20 de Abril de 2014
Liliana Anchundia

El taller de audiovisuales les brinda a los jóvenes competencias.Un grupo de ‘panas’ del cerro San Eduardo se alejó del trabajo infantil para convertirse en comunicadores.

Con rostros sonrientes e ilusionados, chicos y grandes se reunieron para presenciar la exposición audiovisual del grupo Entre panas y peladas, integrado por una docena de chicos de entre 12 y 16 años, que fueron capacitados durante ocho meses por la Fundación Chulpicine en el sector San Eduardo, en Guayaquil, donde se detectó una alta incidencia de trabajo infantil.

Enrique Quinde, de 14 años, cuenta que antes trabajaba vendiendo cloro, pero que su mamá ya consiguió empleo, por lo que seguirá estudiando –va a primero de bachillerato–. Para él, la enseñanza también ha provenido de sus compañeros “porque cada uno tiene su manera y diferentes habilidades”.

Camarógrafo, reportero, conductor de programa, guionista, entre otros, son los roles asignados.

“Al principio yo era muy tímido. He podido desarrollarme, he hecho amigos y aprendí a hablar en público”, dice Abel Campoverde, de 15 años, uno de los directores del grupo.

Para todos ellos, la comunicación ha sido un punto clave, refiere Miguel Aguirre, coordinador de Comunicación de la Fundación Telefónica, organización que emprendió el proyecto “Jóvenes Comunicadores” en San Eduardo, como parte de su programa de erradicación de trabajo infantil en el sector.

En alianza con el Centro de Promoción Rural se inició en el 2013 el proyecto de comunicación interna con cada adolescente a nivel familiar y comunitario. La Fundación Chulpicine se encargó de la capacitación del taller audiovisual.

El proceso también involucró el acercamiento con los padres, tanto en casa como en reuniones grupales a través de la Fundación Investigación, Psicología y Comunidad.

Los jóvenes se constituyeron en el vehículo para sensibilizar a la comunidad, cuyos miembros se vincularon para conocer qué estaba ocurriendo y participaron en la proyección de filmes para tratar temas como maltrato intrafamiliar, la drogadicción, etc.

Con los jóvenes se empezó por trabajar en su autoestima, partiendo primeramente por escucharse a sí mismos para conocerse: “saber quién soy”, “qué es lo que me pasa a mí”; luego escuchar al otro y dialogar para ponerse de acuerdo y decidir qué quieren expresar.

En palabras de Aguirre, lo que estos chicos tienen que decir debe ser un grito, pues en sus trabajos ellos expresan lo que sienten respecto al trabajo infantil, las drogas, el alcoholismo, la violencia intrafamiliar, la educación sexual y tantos otros temas que son de su interés.

La psicóloga clínica Carolina Huerta, de la Fundación IPC, refiere que esta capacitación les ha dado a los chicos la posibilidad de abrirse a nuevas cosas, hacer una pausa en sus vidas y empezar a dialogar desde otros puntos de vista, de preguntarse y plantearse variados temas. También señala que el proceso involucró a los padres, para entenderlos y acompañarlos en un proceso de cambio que poco a poco les ha ido dando satisfacciones que no imaginaban: por ejemplo “ver que sus hijos viajaron a Quito para exponer sus trabajos, para ellos ha significado realmente una alegría”.

El tallerista principal del proyecto audiovisual, Freddy Sarzoza, destaca la utilidad que representa para los jóvenes haber aprendido técnicas audiovisuales y desarrollar distintas habilidades para el manejo de equipos, técnicas de edición, escritura de guiones, etc., con las cuales han producido notas, reportajes, incluso un largometraje. Esto ha gestado un cambio significativo en sus vidas, algo a lo que otros chicos en iguales condiciones no acceden, y les permite plantearse nuevos objetivos de vida.

Señala que cada proyecto, ya sea público o privado, depende de un financiamiento; cuando se termina quedan atrás las actividades que este generaba y podrían truncarse las posibilidades de desarrollo previstas. Por eso considera que es imprescindible que la comunidad vaya generando una conciencia propia, tanto a nivel de comunidad como de cada individuo, para convertirse ellos mismos en gestores que puedan financiar los recursos para continuar los proyectos de manera independiente. Este objetivo, dice, debe volverse un tema de suprema importancia para cada padre, hermano y habitante del sector, pues se trata de darles a niños y jóvenes un mejor presente.

Azucena Parra, habitante de San Eduardo, forma parte del equipo capacitado que junto a los jóvenes comunicadores replicará lo aprendido en su comunidad. Continuarán con una revista digital.

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