David de Rothschild y la moda ecológica

06 de Septiembre de 2015
Cody Delistraty | The New York Times

David de Rothschild es hijo de una de las familias millonarias de Londres. Pero su verdadera vocación va más allá del mero dinero.

En un día cálido en Londres, David de Rothschild, heredero de una fortuna bancaria de varios siglos, apuntaba a una mariposa con alas azules translúcidas. “Mire, mire eso”, dijo con asombro. “La naturaleza tiene 4.500 millones de años de investigación y desarrollo. Increíble”. Estaba recorriendo una exhibición de mariposas en una tienda de campaña blanca en los terrenos del Museo de Historia Natural. De Rothschild, de 36 años de edad y 1,93 metros de estatura, era la persona más alta en un espacio lleno de familias y escolares que gritaban. “¡Eso es enorme!”, dijo de Rothschild, señalando una mariposa café que se había posado frente a él. “¿Puede imaginar cómo era el mundo antes de que llegáramos y lo estropeáramos todo?

De Rothschild se ha cansado del mundo moderno: la desconexión con la naturaleza, la red urbana, la vida digital. “Estamos hiperconectados y estamos hiperdesconectados. Estamos perdiendo una sensación de asombro; estamos perdiendo una sensación de estimulación del mundo natural; estamos perdiendo esa interacción con la naturaleza. La naturaleza no está ‘por ahí’. El ‘por ahí’ está aquí”, dijo.

¿Quién es?

David Mayer de Rothschild es hijo del banquero sir Evelyn de Rothschild y su segunda esposa, Victoria Lou Schott. Su padre, ahora de 83 años, fue presidente del banco NM Rothschild & Sons en Londres. En su adolescencia y pasados los 20 años, David era un jinete experto, saltaba hábilmente del bungee y era diestro esquiando impulsado por cometas. A los 26 años atravesó la Antártida a pie, en esquíes y con cometas. Un año después cruzó el Polo Norte con un trineo tirado por perros y en esquíes, lo que le convirtió en el británico más joven en esquiar en los dos polos.

En 2010 navegó en el Plastiki –un barco hecho de 12.500 botellas de plástico de dos litros recicladas y otros restos flotantes– en una travesía de 12.875 kilómetros, desde San Francisco, California, hasta Sídney, Australia, para despertar conciencia sobre la contaminación oceánica.

Paradójicamente, parte de lo que hizo posible que de Rothschild escapara de la red es lo que lo ha mantenido atado a ella. Aunque prefiere no hablar sobre eso, es, después de todo, un Rothschild. Su linaje se remonta a Mayer Amschel Rothschild, quien nació en el gueto judío de Fráncfort, Alemania, en 1744, y luego llegó a ser el supervisor financiero del príncipe heredero Guillermo, quien posteriormente se convirtió en Guillermo IX. Mayer enseñó a sus cinco hijos el negocio de la banca y los dispersó por Europa.

El banco familiar financió la derrota del duque de Wellington ante Napoleón en Waterloo y, posteriormente en el siglo XIX, las industrias del ferrocarril y la minería en el meollo de la Revolución Industrial.

En muchas formas, la propia vida de David fue tan premeditada como la de una planta de ventana. Grandes expectativas estaban implícitas. Asistió a la Escuela Harrow solo para niños en Londres, pero cuando llegó la hora de ir a la universidad, no siguió la ruta de Oxford-Cambridge o la Liga Ivy y optó por la menos prestigiosa Universidad de Brookes de Oxford. Recibió subsecuentemente una maestría en medicina natural del Colegio de Medicina Naturopática en Londres. Cuando tenía 22 años compró una granja cerca de Christchurch, Nueva Zelanda, y vivió y trabajó en Australia por tres años. Dijo que nunca cruzó por su mente entrar en la banca.

En 2003, cuando fue hora de elegir un sucesor para encabezar el negocio familiar, sir Evelyn de Rothschild se decidió por un primo de la rama francesa de la familia, el barón David René de Rothschild. “Todos dicen: Bueno, seguramente, deberías ser banquero”, dijo David Mayer de Rothschild, “y yo digo: Bueno, pudiera ser una ruta obvia, pero si tengo una opción, la cual afortunadamente tengo, ¿quiero sentarme en una oficina todo el día con una corbata puesta, haciendo cosas en las que no necesariamente creo o con las que no me relaciono emocionalmente al 100 por ciento, o quiero seguir las cosas con las cuales me siento realmente conectado y apasionado y en las que quizá tenga un impacto?”.

Ahora con ‘ropa amigable’

Enfrentó un dilema envidiable, pero existencialmente horrible: ¿Qué haría uno si pudiera hacer casi cualquier cosa? Con mínima experiencia se fue de viaje a la Antártida. Desde entonces, su vida ha girado en torno de la aventura y el emprendimiento ecológico. Además de las aventuras que produjeron que lo compararan con el explorador sir Richard Francis Burton en The New Yorker, ha escrito libros como The Live Earth Global Warming Survival Handbook: 77 Essential Skills to Stop Climate Change (Manual de supervivencia: el calentamiento global de la Tierra Live Earth: 77 habilidades esenciales para detener el cambio climático) y fue presentador de un programa televisivo de Sundance, Eco-Trip: The Real Cost of Living.

Ahora, De Rothschild ha iniciado un negocio. Se llama, acertadamente, Lost Explorer (Explorador perdido). “He sido un aventurero durante quince años. He hecho montones de expediciones con montones de socios diferentes, montones de marcas diferentes, y siempre se me han acercado marcas ante las que respondo: Oh, pudiera hacerlo con ellos, pero no estoy seguro de si realmente estoy alineado con su espíritu. Así que, ¿por qué no crear mi propia conversación, mi propia compañía, mi propia marca que provenga de las cosas en que creo, las cosas que quiero hacer y en cuyo proceso puedo confiar?”, dijo.

Lost Explorer está en el barrio de Venice de Los Ángeles. Entre las ocho personas que trabajan para la compañía están Jonathan Kirby, un exdiseñador de Levi’s, y Len Peltier, quien era director creativo de la misma marca de ropa. También está a bordo Chris Spira, un consultor de productos de lujo y socio de True Capital, una firma londinense de administración de activos.

La compañía planea lanzar su primera línea de ropa en octubre: una colección basada en lana que incluye dos chamarras de montaña, un par de pantalones y una camisa. Poco después, si las cosas van según lo programado, les seguirán dos prendas más, una camisa de cachemir de lana merino y una camisa de ventile de lana merino. La mayor parte de la colección reimagina prendas de ropa que De Rothschild ha coleccionado en sus viajes.

“Hay un lado muy inglés en David, y por ello tiende a sacar cosas de fines del siglo XIX y principios del XX. También tiene cosas hermosas de otros países. Cuando estuvo en Mongolia, adquirió algunas prendas. Es toda una variedad. Tenemos un armario al que llamamos en broma ‘el gabinete de las curiosidades’”, destacó Peltier.

De Rothschild ha optado por no crear un catálogo para sus piezas, y las venderá en línea o vía tiendas efímeras en Londres y Nueva York. La idea es agrupar las piezas por tejido y material en vez de por temporada o estilo. “No queremos decirle a la persona cómo usarla. La persona puede mezclar estas cosas con sus jeans, con sus shorts, con cualquier cosa que use”, dijo Peltier.

La mayor parte de las prendas de Lost Explorer está hecha de materiales que integran lo que de Rothschild llamó “biomimetismo”, como una tecnología absorbente con fibras que se abren cuando perciben que la persona está acalorada y se cierran cuando perciben que tiene frío. Para el lado tecnológico de las cosas se unió con Schoeller, un fabricante suizo de textiles y telas. “Ya no existe lo que sería una idea realmente original. Se trata de verlo a través de un lente diferente y presentarlo en una forma diferente. Lost Explorer es el lente de David. Pero también respeto a la gente a mi alrededor. Respeto el perfeccionamiento de ese lente”, manifestó de Rothschild. (I)

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