Café para gatos sin dueño
Estos felinos tienen su espacio en la Gran Manzana. No importa en el estado que lleguen, los propietarios de ciertos locales los acogen y los miman.
Madeline Weinstein trataba de alcanzar la parte superior de los estantes en Meow Parlour, el nuevo café de gatos en Nueva York, para tomar al premio por excelencia: Roger, el animal más antisocial del lugar. Abajo, a nivel del piso, otros nueve gatos deambulaban, golpeando juguetes, saltando en forma exuberante, topando cariñosamente la cabeza contra las manos extendidas de los clientes. Roger permanecía distante.
Weinstein, una actriz que vive en Manhattan, extendió la punta de los dedos de la mano hacia la nariz de Roger. Este olió para explorar. Ella metió la mano detrás de las orejas del gato y empezó a rascar suavemente. Él empezó a relajarse y luego se ablandó. “Tengo dos gatos, así que es absurdo que esté aquí y pague por esto. Pero nunca tengo suficientes gatos en mi vida”, comentó Weinstein.
Christina Ha y Emilie Legrand, quienes abrieron el Meow Parlour en la calle Hester, a mediados de diciembre, apuestan a que la ciudad está llena de personas que nunca se hartan de los gatos. El concepto se ha probado exitosamente en ciudades por todo el mundo, notablemente en Japón, un país loco por los gatos, donde los casatenientes tienden a prohibir las mascotas. ¿Por qué no Nueva York?
Christina ya estaba en el negocio alimentario y, en cierto sentido, también en el de estos animales. Ella y su esposo, Simon Tung, tenían la confitería Macaron Parlour, en dos locales, uno en East Village y el otro en Upper West Side. Hace un par de años recogió a un gato callejero que encontró afuera de su departamento en el barrio chino. Le puso Señor Socks. “Nunca antes había tenido un gato, y no esperaba que este me gustara tanto, especialmente si se considera que parecía que yo no le gustaba”, contó.
Pronto, el Señor Socks tuvo compañía cuando Christina adoptó a Pickle y a Poussey en Kitty Kind, una agencia de rescate y adopción, y, por añadidura, adquirió un cuarto gato, Bobo. Después de que un acumulador liberó a 30 gatos cerca de Macaron Parlour en la avenida Columbus, Christina empezó a alimentar a los gatos callejeros y desarrolló una relación cercana con Kitty Kind.
Fue entonces que Legrand, una de los chefs asistentes en Macaron Parlour, empezó a hablar sobre cafés de gatos. Amante de estos maíferos de toda la vida, quien se mudó a Nueva York procedente de París con sus dos felinos, ella había estado en ese tipo de cafés en esa ciudad y en Tokio, y convenció a Ha del concepto. “Decidimos que necesitábamos un café de gatos en Nueva York. Realmente necesitamos esto”, dijo Christina Ha.
No es de sorprender que el Departamento de Salud de Nueva York no permita que se preparen alimentos donde se congregan animales. Para superar ese obstáculo, Ha abrió Meow Parlour Patisserie justo a la vuelta de la esquina, donde se amplía su tradicional reparto de confites, encabezados por los macarrones de sabores surtidos, con galletas de temas felinos, algunas con caras de gatos y bigotes hechos con glaseado, y otras en formas de gato hechas con moldes.
Formalidades gatunas
Los clientes hacen reservas en el sitio web de Meow Parlour (www.meowparlour.com) con una tarifa de $ 4 la media hora o $ 30 por el tiempo máximo de cinco horas. Los lugares en el café ya casi están totalmente reservados hasta mediados de marzo, y no se acepta a quien no haya hecho reserva. Los niños menores de 10 años solo pueden ir los lunes, martes y jueves por la tarde, y se cobra una tarifa de descuento de $ 12 la hora por un niño acompañado de un adulto. Para registrarse es necesario realizar dos pasos.
El primero es firmar una renuncia –se puede hacer por adelantado en internet– por la cual se está de acuerdo con lo que se puede y no se puede hacer. No alimentar a los gatos. No despertar a ningún gato. (Acariciar suavemente está bien). No levantar a ningún gato sin permiso de un empleado. No usar flash para tomar fotografías. Segundo, en la recepción, quitarse los zapatos y aplicarse en las manos gel antiséptico. Una vez cubiertas las formalidades, los gatos esperan.
De hecho, es probable que ya hayan establecido contacto. El café tiene un gran ventanal que da a la calle Hester, con una larga encimera sobre la palabra “miau”, escrita con enormes letras de madera. A los felinos les gusta sentarse en la encimera y ver pasar el desfile, o apoltronarse en las letras, en especial dentro de la “O”.
Más allá de la recepción hay un salón grande con cojines, estaciones para descansar en forma hexagonal y cubierta de vidrio con una cama para gatos adentro, así como un juego de estantes para pared con muchos escondrijos, ranuras y mostradores que se extienden para que los clientes puedan acercar altos bancos metálicos, colocar una computadora portátil (el café tiene wifi gratuito) y ordenar en la Meow Parlour Patisserie.
La mayoría de las personas toman un juguete para gatos en la recepción, van directo a la zona para jugar a tentar a los animalitos que hacen lo que hacen los gatos. Algunos miran fija e impávidamente, luego se van. Otros observan y toman notas mentales. Otros más se alocan, golpeando, correteando, acosando y saltando sobre las cosas, o aceptan con gratitud las caricias y los masajes profundos.
Son sensación
Un guía se encarga de cualquier pregunta. Se puede encontrar mayor información en Wall o’ Cats, donde hay fotografías de la mayoría que incluyen datos prominentes, como el “tipo de purrsonalidad” (“animador”, “B.F.F.”) y preferencias. (Puede ser cierto o no que a Puddin “le desagradan los subterfugios”).
Es posible adoptar a cualquiera de los gatos en Kitty Kind, así es que los perfiles no están allí solo para satisfacer una vana curiosidad. “Me gusta hacer saber a la gente que nos importan los gatos, que no solo estamos para ganar dinero a costa suya. Queremos que los adopten y encuentren un buen hogar”, notó Kimmis.
Aunque no sea para otra cosa, los felinos hacen ejercicio y reciben el tipo de adoración, generalmente reservada para las celebridades en la alfombra roja. Un viernes reciente, tan pronto como se abrieron las puertas a mediodía, un conjunto de admiradoras –el grupo demográfico del café se inclina tremendamente hacia las mujeres– convergieron como paparazis en los gatos más fotogénicos. (I)
OTROS CAT CAFÉ
Cat Flower Garden
Se trata del primer Cat Coffee del mundo. Abrió en 1998 en Nikkei (Taiwán), desde entonces, en este país asiático han abierto otros muchos cafés de gatos, como el Minou minou, el Fat Cat café y muchos otros.
Café de gatos de Osaka
Japón inauguró su primer café para gatos en el 2004. Hoy en día, hay en ese país más de 60 cat cafés, y están al menos 39 en Tokio. Allí la cultura popular atribuye grandes ventajas a la convivencia con animales domésticos, por lo que además de estos hay también numerosos cafés de conejos.
Neko
Es el primero en Europa; abrió sus puertas en el 2012 en Viena (Austria).
Le café des chats
En el 2013 abrió en París.
Kissakahvila purnauskis
El pasado año, la moda de los cafés de gatos se extendió también a los países nórdicos, específicamente en Tampere (Finlandia).
La Gatoteca
En el 2013 se inauguró en Madrid. Además es la sede de la ONG Abriga, que se dedica a la adopción de gatos.
Más: www.sprudge.com/10-cat-cafes-around-world-just-see-51334.html