Apuesta comunitaria: Turismo en vez de petróleo

10 de Marzo de 2013
Wilson Camacho / Fotos: Carlos Granja

Una comunidad del Oriente ecuatoriano se opone a que se extraiga oro negro de sus tierras. Prefiere que Sani Isla se convierta en un sitio en el que se dé la bienvenida a turistas de todo el mundo.

“No el petróleo, sí al turismo” es el mensaje que la comunidad Sani Isla quiere enviar al Ecuador y al mundo. Su exitosa experiencia en este campo es su principal argumento para reafirmar esta tesis que refleja su nueva visión de desarrollo sustentable.

Esta comunidad, ubicada en la provincia de Orellana, a tres horas en lancha del Coca, tiene más de 37 mil hectáreas, en su mayoría bosque tropical húmedo, en el que habitan cientos de indígenas de nacionalidad kichwa que migraron siglos atrás de la serranía ecuatoriana. Además, posee una biodiversidad natural incalculable similar a la Reserva de Producción del Cuyabeno, que está en el norte, y la del Parque Nacional Yasuní, en el sur.

Sani Isla formó parte del bloque 15, que el Estado ecuatoriano concesionó a la compañía norteamericana Oxy. Luego, Petroecuador declaró la caducidad de este contrato. Entre los recuerdos de la firma estadounidense están, entre otros, la cancha aplanada, la casa comunal.

Según Bernardo Tapúe, la comunidad rechaza que el paisaje de las riberas del río Napo tenga torres quemando gas metano para la explotación del crudo, que contamina el ambiente y produce enfermedades; que su selva, aves, animales y su gente tenga riesgos de daños y que no se desuna ante los ofrecimientos de las compañías.

“Nosotros no queremos petróleo, queremos que respeten nuestras costumbres, nuestra forma de vivir”, dice Blanca Tapuri, una de sus pobladoras.

Pero el temor a la explotación petrolera está latente, explica el dirigente Patricio Jipa, por los nuevos intentos de la estatal Petroamazonas, actual operadora del bloque 15, de empezar acciones de exploración con el inicio de estudios sísmicos.

Más turistas

De acuerdo con varios comuneros, por presión de la petrolera, un dirigente de la comunidad al que prefirieron no nombrar, suscribió un convenio con la firma para ese proceso. No obstante, la comunidad no lo acepta. Ellos ya no quieren que, expertos en el oro negro y a través de ofrecimientos de mejoras, especialmente en infraestructura, los persuadan. Al contrario, buscan la presencia de turistas.

Con ese fin tienen toda una preparación. Danny Gualinga, casado con una ciudadana alemana, afirma que todos los alrededor de 600 integrantes de Sani Isla están capacitados para atender a los visitantes. Muchos de ellos hablan perfecto el inglés. Cada seis meses se turnan la administración de Sani Lodge, mientras los demás se dedican a sus actividades habituales: agricultura, pesca, entre otros.

En ese escenario, a las 15:00 del pasado jueves 31 de enero, en las riberas del Napo, a tres horas en lancha del Coca (provincia de Orellana), un grupo de mujeres, con sus bailes tradicionales, dio la bienvenida a los visitantes. Inmediatamente, los llevó al salón comunal donde se preparan, con leña, los platos tradicionales de la zona.

El maito, con sus tipos de pescado: bocachico, cacao blanco (que es salado), chontacuro (en quichua significa gusanos de la chonta) asado, palmito, maduro, entre otros, es presentado en hojas de palma para que el turista coma con las manos. A la par se promocionan sus artesanías elaboradas con piedras de la zona.

Luego viene la visita a uno de sus mayores tesoros, el Sani Lodge. Este complejo ecológico nació hace más de diez años, cuando dentro del acuerdo suscrito con Oxy para un estudio sísmico se dio el primer impulso económico para crear este espacio que no solo es fuente de riqueza natural, sino de recursos para el desarrollo de la comunidad, cuenta Jipa.

Los ingresos que se generan se invierten en educación, salud y para diversos proyectos de desarrollo en búsqueda de una economía sustentable como centros de acopio de cacao.

El espacio, que es el mayor orgullo de la comunidad, está ubicado en las orillas de la llamada laguna de Challuacocha. La zona está llena de pequeños riachuelos. A sus lados reposa la diversidad natural reflejada en los cantos de cualquiera de las 550 especies de aves, el paso lento de una de las mil clases de mariposas que ahí subsisten, los sonidos de los sapos, el movimiento de los pequeños peces, entre otros.

Para su arribo, los comuneros construyeron una bodega en las orillas del Napo. Ahí, a 15 minutos de caminata por un sendero de madera se llega al Saullayacu (un pequeño riachuelo derivado del Napo), en donde se toma una canoa y empieza una travesía de no más de 20 minutos en medio de la selva que termina en Challuacocha, en cuyas aguas residen cientos de caimanes negros.

Desde ese sitio la observación de un amanecer es indescriptible al representar lo más imponente de la naturaleza. Esto se acompaña con un complejo de cabañas ecológicas, cuya energía eléctrica es generada por paneles solares.

Durante todo el día se hacen recorridos en canoa por la zona para observar de cerca caimanes, aves y toda la fauna y flora que hacen que Sani Isla sea un lugar asombroso en el que a cada paso el visitante queda envuelto y maravillado por una imponente sorpresa natural.

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