140 años de solidaridad

13 de Mayo de 2018
  • Aurora Benites de Santistevan, primera presidenta.
  • Padre Roberto María del Pozo
  • Imagen tomada en 1928 en el edificio matriz de la SBSG con alumnas capacitándose en el área de costura. La educación brindada por esta entidad incluye la fe católica. Una monja (izq.) acompaña a las estudiantes. Foto: SBSG (Cortesía)
  • Alumnos de varias unidades educativas de la Sociedad de Beneficencia de Señoras (SBSG), la cual instruye a casi 6.000 estudiantes en la urbe. Foto: César Carrión Medina (Cortesía)
Moisés Pinchevsky

La Sociedad de Beneficencia de Señoras de Guayaquil cumplirá un importante aniversario este sábado 19 de mayo. Tiene seis unidades educativas en la ciudad.

El Guayaquil de 1878 exhibía grandes necesidades: viudas y huérfanos se refugiaban en zaguanes o albergues espontáneos debido a los conflictos internos que vivió el país durante el mandato del Gral. Ignacio de Veintimilla.

Fue entonces cuando el padre Roberto María del Pozo, superior de los jesuitas y posteriormente obispo de Guayaquil, le propuso a un grupo de señoras y señoritas guayaquileñas que se organizaran para fundar una entidad de ayuda solidaria que asista a los más necesitados. Así nació la Sociedad de Beneficencia de Señoras de Guayaquil (SBSG), el 19 de mayo de 1878, por lo cual esa entidad es más antigua que la Junta de Beneficencia de Guayaquil, que tiene una década menos.

Fieles a su causa inicial

El propósito de la SBSG fue expresado en el artículo 1 de sus estatutos: “Esta Sociedad tiene por objeto primario el socorrer a los pobres (...). Tiene por objeto secundario el fundar y promover escuelas dominicales para la instrucción elemental (...)”. Todo esto bajo el amparo de la fe católica, ya que entre sus primeras acciones llevaron evangelización a niños pobres.

“Yo pienso que esta obra la sostiene Dios”, dice Karyna Oneto de Nugué, actual presidenta de la Sociedad, ya que las distintas generaciones de socias han logrado superar los obstáculos a través de estos 140 años. A esa constancia y tesón se suma el orgullo de haber sido fieles a sus preceptos iniciales, indica, rememorando que entonces no era común que las señoras salieran de sus casas para atender a personas extrañas. “No era bien visto que una mujer haga algo distinto a educar a sus propios hijos”.

El espíritu altruista que siempre las ha caracterizado también las ha llevado a atender a ancianos necesitados y a brindar asistencia médica. Hasta hace seis años era famoso el dispensario de la Sociedad (ubicado en la sede de la entidad, en Luis Urdaneta 209 entre Baquerizo Moreno y Córdova), especialmente en oftalmología, pero tuvieron que cerrarlo.

Los apuros económicos las han obligado a tomar ese tipo de decisiones difíciles en los últimos años, como fusionar dos o tres unidades educativas en una sola. Pero gracias a esas acciones han logrado equilibrar sus ingresos con los egresos.

Casi 6.000 estudiantes

Hoy cuentan con seis unidades educativas: U. E. Nuestra Señora del Quinche (845 alumnos), U. E. Baltasara Calderón de Rocafuerte (804 alumnos), U. E. Sagrada Familia (1.147 alumnos), U. E. Lola Arosemena de Carbo (509 alumnos), U. E. San José (889 alumnos) y U. E. Matilde Amador Santistevan (1.715 alumnos).

Allí se educan cerca de 6.000 estudiantes, entre varones y mujeres, quienes reciben cerca del 70% de subsidio en sus pensiones. Ese es el aporte de la Sociedad de Beneficencia de Señoras, conformada actualmente por un centenar de socias. “Pero solo la mitad estamos activas”, indica Karyna, de 50 años, quien ingresó a esta entidad hace diez años por invitación de una amiga de su mamá, la señora Gloria Porras de Franco, a sus casi 90 años, todavía socia activa de la SBSG.

Voluntariado sin edad

La mayoría de las socias tiene más de 60 años de edad. Anna María Piana de Estrada, tesorera de la institución, es una de sus representantes con mayor experiencia. Explica que la SBSG recibe mensualmente el 8,14% de las utilidades generadas por la Lotería Nacional, de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. “Pero antes la Sociedad de Beneficencia de Señoras manejaba la Lotería. Luego esta pasó a ser administrada por la Junta”, señala.

Otros ingresos provienen de donaciones personales, alquiler de departamentos y el apoyo de las empresas editoriales.

Ella proviene de una familia marcada por la solidaridad. Su mamá fue doña Clara Bruno de Piana. Y ahora, la hija de Anna María es parte de la “sangre joven” de esta institución. Ella se llama Marisa Estrada de Marcos, de 40 años. “Mi mamá está en la Sociedad desde 1973. Me gustó lo que ella hacía, así que acepté con gusto cuando me invitaron”.

Su primer cargo fue comisionada de la Unidad Educativa Lola Arosemena de Carbo, en el sur de Guayaquil. “Es como ser la inspectora general. Hablaba con la rectora para supervisar desde las notas de los chicos hasta solucionar si algo se había dañado en el colegio”. Le tocaba incluso llevar a algún estudiante para recibir atención médica o pagar la colegiatura de alguna alumna que no podía sufragar ese gasto.

Esos son algunos detalles que realizaba durante su labor como comisionada. “Lo mejor es sentir que ayudas a brindar una buena educación a chicos de escasos recursos. Damos formación académica y espiritual. Con una buena educación tendrán más oportunidades en la vida”.

Mónica Loor de Kusijanovic es amiga de Marisa desde el colegio y lleva tres años en la SBSG. “No la conocía mucho. Incluso la confundía con la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Pero al recorrer los colegios observé que la SBSG realiza una obra maravillosa. Ella laboraba anteriormente en el área de la educación, así que se sintió feliz cuando hace un año le encargaron la Unidad Educativa Baltasara Calderón de Rocafuerte. “Como comisionada voy dos veces a la semana.

A veces más. Somos como el puente entre la unidad educativa y la Sociedad, ya que también venimos a las oficinas para contar cómo funciona todo allá, y gestionar si necesitamos solucionar alguna necesidad”.

Mónica destaca la gratitud que percibe entre los alumnos y los padres de familia, ya que consideran un privilegio que sus hijos se gradúen en el Baltasara Calderón de Rocafuerte. Ellos confían en la calidad de la enseñanza que imparten las unidades educativas la SBSG.

Estefanía Murillo de Barreda es también una socia nueva. Es descendiente de dos expresidentas de la Sociedad. “Desde pequeña conocí esta labor. Por eso siempre tuve como meta trabajar en esta gran obra. Tengo hijos pequeños y trabajo, pero quiero demostrar que aún en esas circunstancias es posible hacer voluntariado”.

Lo importante es encontrar la manera de ayudar, dice. Ella se involucró en la difusión de las noticias institucionales. “Colaboro para darnos a conocer a través de la página web, las redes sociales y los medios de comunicación. Hacemos mensualmente un boletín interno para que cada socia conozca qué está logrando cada comisión”. Capacitaciones a los docentes, labores de evangelización, seguimiento a los sacramentos que reciben los alumnos, mejoramientos en los inmuebles… “Hay una gran cantidad de noticias que necesitan contarse”.

Y este es un gran momento para transmitirlas, indica Ángela Morla de Salvador, de 54 años, vicepresidenta de la Sociedad. “Ahora que cumplimos 140 años realizamos mayor difusión que antes, por ejemplo, con redes sociales (Facebook e Instagram), para lo cual hemos renovado nuestra imagen institucional y logotipos (…). Antes teníamos un perfil bajo, pero ahora es buen momento para dar a conocer la labor de la Sociedad”. Ella lleva quince años en la institución, a la cual ingresó con mucho cariño ya que por allí han pasado también sus dos abuelas, su mamá y su hermana.

‘Ora y trabaja’

Para Esperanza Mancheno Bejarano de Miranda, llamada cariñosamente Pandi, cada noticia que genera la Sociedad de Beneficencia de Señoras está marcada por una labor incansable. “Desde hace años me encanta ver en la capilla del colegio (San José) dos vitrales muy hermosos. Uno dice ‘Ora’ y el otro ‘et labora’. Reza y trabaja. Esa es la esencia de la vida”. Ella es socia desde 2006. Hoy es jefa de Talento Humano, por lo cual conoce que, hasta marzo, la Sociedad tenía alrededor de 500 empleados.

Pandi pondera que los profesores también están impulsados por el compromiso de ayudar. “Nuestros salarios no son competitivos con el mercado. Somos una institución sin fines de lucro”, indica. Pero afortunadamente siempre encuentran nuevas manos que desean sumarse.

Una de sus más recientes incorporaciones para esta causa solidaria es María José Noboa Cedeño, de 29 años, chef que tiene un emprendimiento de galletas. Como recién llegada, se ha dedicado la última semana a recorrer los colegios para conocer la obra. “Me gustará mucho trabajar por la educación. También me gustaría ayudar a promover emprendimientos para las alumnas”. Ingresó motivada por su abuelita, Lola Amador de Cedeño, quien aún es socia. “Es un orgullo pertenecer a esta labor. Llevan 140 años ayudando a quienes más lo necesitan”. Y ahora, con su trabajo, desea apoyar para que sigan brindando educación y alegrías por muchos años más.

Yo pienso que esta obra la sostiene Dios, solo así se explica que podamos continuar después de 140 años, a pesar de los obstáculos. Y en este tiempo el carisma de la institución se ha mantenido intacto”.
Karyna Oneto de Nugué

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