Manera escrupulosa de vivir del cuento

01 de Marzo de 2015
EFE

Aunque posee talento y oficio para las historias cortas, el escritor mexicano Ignacio Padilla tiene claro que jamás podrá escribir un cuento de una sentada porque su tendencia al preciosismo se lo impedirá. “Siento que Raymond Carver y Ernest Hemingway revisaban poco y el chileno Roberto Bolaño tenía la capacidad para hacer un cuento perfecto de una vez. Yo no soy de esos; tengo un problema de escrúpulos”, confesó.

Padilla (46 años) es del tipo de autores que aman el vértigo a la hora de escribir; en vez de trazar un mapa y seguir un camino, se guía por la inspiración y eso lo obliga a estar siempre listo para saltar al vacío sin red de protección.

Sin embargo, ese mismo hombre arriesgado es el típico obsesivo, capaz de revisar decenas de veces un párrafo, cambiar los sustantivos hasta encontrar el exacto y someter sus cuentos a un proceso de depuración durante meses.

Si bien desde el 2011 es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Padilla no es un erudito acartonado y no siente vergüenza por alejarse de los cánones. “No tengo empacho en reconocerlo, me influyeron el cómic bueno y el malo y algunas series de televisión malas están en mi obra y en mi ritmo narrativo”, afirma.

Sin embargo, desde joven supo que en su oficio a los maestros se les sigue como a un gurú y rinde culto como modelos del cuento a Edgar Allan Poe, Anton Chejov y Guy de Maupassant. “Son los indiscutibles, también me impactó desde temprano Gabriel García Márquez y siempre he defendido su capacidad cuentística, poco reconocida porque siempre se habla de sus grandes novelas”, comenta. (I)

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