Escritor solitario

06 de Noviembre de 2016

Javier Vásconez es un solitario que viene de Quito, Ecuador, escribe novelas y viaja por el mundo con una maleta imaginaria en la que habitan Kafka, Pavese, Onetti, Nabokov, Benet… Ahora está de nuevo en Madrid. No se aloja en esta ocasión en hotel alguno, sino en la casa de un amigo. Viene a presentar una novela que publica Pre-Textos. Es Hoteles del silencio, que sucede, sobre todo, en un hotel como aquel en el que él leyó a Benet y a Vargas Llosa en Madrid, en un país que no se parece en absoluto a aquel “polvoriento, de sandalias” que conoció cuando era niño y que reconoció, en igual estado, cuando vino a estudiar a Navarra y a Madrid. Entonces Madrid estaba lleno de borregos: “Felipe González y su gente cambiaron este país, le quitaron el polvo y las alpargatas”. Le queda a Madrid (y a España, dice) “el buen humor, la simpatía de la gente, la comida, el pan con tomate y la belleza de algunas damas”.

Siempre fue un solitario, y siempre ha escrito, desde que era chico, y ahora tiene setenta años. Se ha ayudado de su oficio de editor freelance en Ecuador, “y de una herencia que me dejaron. Por ejemplo, gracias a que vendí una lámpara de Baccará en París escribí La sombra del apostador. Esa novela fue finalista del premio Rómulo Gallegos, y se junta a otros libros de su autoría.

En su adolescencia madrileña se hizo apasionado de las papelerías, y una papelería y un hotel, o unos hoteles, forman parte de la geografía urbana de Hoteles del silencio, el que vierte un terror onettiano que incluye celos, secuestros, llantos de niños… “En los hoteles, que son mi fascinación, puede ocurrir cualquier cosa; según en qué hoteles, hay drogatas, amantes, trasnochadores sin escrúpulos ni pudor… Y hacia el amanecer se condensa una atmósfera de crímenes. ¡Si un hotel hablara!”.

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