Pasión periodística

04 de Febrero de 2018
Texto y foto: Jorge Martillo Monserrate

Historia de vida de Gabriel Caicedo, un hombre perseverante con su profesión y dedicación: el periodismo.

Algunos son felices heredando riquezas. En cambio, Gabriel Caicedo Antepara heredó del padre su pasión por el periodismo. Una pasión que lo mantiene en pie de lucha contra vientos y mareas. Este comunicador guayaquileño de 52 años reside al norte, en la ciudadela Sauces II, junto con su esposa e hijo. Su oficina y sala de redacción funcionan ahí, en su casa. En la sala exhibe con orgullo condecoraciones, trofeos y premios que ha recibido en reconocimiento a su labor periodística.

Él las oficia de presidente ejecutivo y director de la revista Somos que tiene cinco años de creada y la sigue publicando, pero con ciertas dificultades, anteriormente producía Pasión, revista deportiva que murió siete años atrás.

Su vocación la heredó de su padre, Vicente Caicedo Cruz, que trabajó durante años en diarios como La Nación, La Razón y EL UNIVERSO. Su progenitor no le recomendaba que estudiara periodismo, advertía: “Te vas a morir de hambre”. Pero Gabriel no le hizo caso y a sus 17 años ingresó a diario EL UNIVERSO sin la ayuda de su papá. Y estudió periodismo en la Universidad Laica.

Evoca el día que fue al Diario a firmar su contrato. Su papá al verlo en redacción le dijo: “¡¿Chuta, cuánto necesitas!?”. Porque él tenía la costumbre de pedirle plata cuando necesitaba. Y él le dijo: “Nada, papá, desde hoy soy su compañero”. Eso sí, cuenta que su padre en redacción fue su peor pesadilla porque estaba pendiente de que no perdiera el tiempo, de que no llegara tarde, de que no saliera tan rápido. “Mi papá falleció el año pasado, y yo en su lecho de dolor, antes de irse me confesó que estaba orgulloso de mí”, confiesa Gabriel Caicedo con la voz quebrada y lágrimas escapando de los ojos.

Periodismo deportivo y humano

Gabriel Caicedo se inició en el periodismo deportivo en diario Meridiano, teniendo como editor a Pablo Hanníbal Vela, más conocido como El Rey de la Cantera, luego estuvo en EL UNIVERSO; en la revista Estadio y escribía como freelance en las revistas Vistazo, Hogar y Peques; también laboró en diario Expreso y El Comercio.

“Cuando a finales de los ochenta estuve en Estadio, muchos nos llamaban Los Beatles del periodismo deportivo porque se vendían 60.000 ejemplares semanales. Nunca se pudo superar esa cifra. Es verdad, no había tanto periodismo deportivo como ahora, no teníamos compromiso con nadie, cuando los dirigentes nos enviaban regalos, nosotros los devolvíamos. Eso no se hacía en aquella época”, recuerda que el editor general era el peruano Luis Sánchez Espinal, uno de los mejores que ha conocido.

Cree que de joven trabajó a full en salas de redacción de diarios y revistas, por esa razón actualmente la sala de redacción funciona en la sala de su casa. “Por eso ahora creé mi propia revista y mi entorno es mi hijo y mi esposa”. Aunque antes de casarse y tener un hijo escribió el libro Gracias por decirlo. Texto que en setenta páginas Caicedo Antepara –empleando un lenguaje sencillo y directo– da cuenta de qué es, cómo afecta y cómo vencer al VIH/ sida.

“Visitando a los enfermos de VIH decidí escribir sobre ellos, todos los días iba al hospital de Infectología, al IESS, me involucré con ellos para contar sus historias, reclamé sus derechos cuando no tenían medicinas –recuerda–, cuando a ellos no los dejaban entrar se sacaban sangre con jeringuillas y amenazaban con ellas como si fuesen pistolas contaminadas y los policías los dejaban pasar. Era una lucha muy complicada, pero la hice”. En 2004, Humberto Mata consiguió el auspicio para publicar 5.000 ejemplares de Gracias por decirlo que fueron obsequiados.

Cuenta que cuando lo entrevistaron en La Revista –en 2005– resaltó como dos heterosexuales no contagiados de sida –Caicedo y otro entrevistado, el abogado Maury López– ayudaban a los enfermos. Después de ese reportaje de diversas ciudades lo llamaron enfermos y sus familiares para contarles historias tan desgarradoras que él lloró con ellos. “Por ejemplo, me contaron que un padre tenía encerrado en su casa al hijo con sida, cuando leyó el libro lloró, abrazó al hijo y le pidió perdón. Cuando él me contó esa historia yo dije: valió el libro”.

Actualmente desea publicar una segunda edición de dicho texto, pero no ha encontrado los medios para hacerlo. Lo hizo porque sentía que escribir un libro y dar charlas gratuitas sobre VIH por todo el Ecuador era hacer una especie de conscripción humana.

Su suerte tal vez esté cambiando en cuanto a lo laboral, porque esa mañana de nuestra conversación, comenta que un empresario y dirigente deportivo le acababa de decir: ‘De los periodistas de tu época, tú fuiste el único que nunca me pidió algo: un regalo, dinero, un trabajo para un pariente. He venido a tu casa y he visto cómo vives, yo pensé que tenías dinero. Tú, pobre como eres, haces labor social, tú eres un verdadero amigo’. Ese dirigente deportivo era Isidro Romero Carbo: “Y el libro que voy a escribir no solo es de Barcelona, sino sobre su vida como empresario, un libro de anécdotas sobre diversos aspectos”.

El próximo 15 febrero, Caicedo y la revista Somos recibirán la Rosa de Oro Internacional, un reconocimiento por parte de la también fundación argentina, cuya representante en Italia es la activista de derechos humanos Alicia Erazo, una ecuatoriana que mocionó el nombre de Caicedo. “Esta condecoración también la ha recibido el presidente del Parlamento Europeo, una diputada italiana que defiende derechos humanos, y en Ecuador, el año pasado la recibió Tania Tinoco”.

Lo cierto es que Gabriel Caicedo Antepara nunca da su brazo a torcer, ni tira la toalla.

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