¿Cómo somos los ecuatorianos?
Las costumbres de los ecuatorianos, libro escrito por Osvaldo Hurtado, llega a su décima cuarta edición.
¿Es un libro doloroso? Lo es, produce un shock, dice Osvaldo Hurtado. Es duro, pero es necesario, insiste. Como si fuese el primer ejemplar, el primero en salir a las librerías, el expresidente (1981-1984) lo toma por el lomo, repasa sus páginas, lo dobla y lo mira con orgullo: es una edición bellísima, dice, sentado en la sala de sesiones de Cordes, el centro privado de estudios y análisis sociales y económicos que preside.
Las costumbres de los ecuatorianos, un texto de cerca de 300 páginas, llegó a su décima cuarta edición en julio 2018, esta vez, bajo el prestigioso sello internacional Penguin Random House. Las trece anteriores lo hizo con Planeta.
El libro –lo reconoce su autor– es una crítica directa a aquella “forma de ser” de los ecuatorianos que ha impedido el desarrollo: la ociosidad, el paternalismo, el incumplimiento de la palabra, el conformismo, el desinterés por la producción de bienes y servicios de calidad, la educación deficiente... Si bien existen condiciones externas o catástrofes naturales que han condicionado la vida del país, para Hurtado el quehacer cotidiano de la gente está repleto de prácticas que la llevan más a estancarse, e incluso a retroceder, que a plantearse un futuro prometedor.
Desde su aparición en el 2007, Las costumbres de los ecuatorianos fue recibido con polémica. “Muchos se han sentido incómodos, se ofenden”, cuenta el expresidente.
Su hablar es pausado, apenas gesticula. Antes de la entrevista, en una charla informal, cuenta su ansiedad por salir de vacaciones al campo. Le encanta ver los paisajes de la Sierra, apreciar la luz del atardecer que pinta las montañas hasta que se pierde en la oscuridad. Sin embargo, cuando se refiere a “los ecuatorianos” casi siempre habla en tercera persona, como si él no fuera parte de “ellos”.
¿Para qué subrayar nuestras debilidades?, ¿por qué legitimar fuentes y miradas de extranjeros (que son fuente importante del texto)?, ¿sus críticas no son más bien la expresión de un resentimiento con el país por haber perdido en elecciones?
A Osvaldo Hurtado no le molestan las preguntas. Las ha respondido porque le son recurrentes desde que salió el libro hace once años. Sostiene que solo cuando la sociedad se reconoce y toma conciencia de los defectos puede remediarlos y que si los franceses, italianos, españoles, estadounidenses e incluso un colombiano citados en su análisis coinciden en sus comentarios, “alguna razón deben tener”. Sobre las elecciones, admite que fue derrotado estrepitosamente en su campaña por llegar al poder en el 2002, pero reitera que no tiene nada que ver con Las costumbres de los ecuatorianos, porque la investigación la realizó en las últimas cuatro décadas.
Sus variables para cuestionar esa “forma de ser” de los ecuatorianos son económicas, demográficas, estadísticas... “Es un libro de economía, no de política”. Relata que a mediados del siglo XX, los países asiáticos estaban más atrasados que Ecuador y que ahora esas realidades se invirtieron.
¿Por qué? “Por la forma de actuar, de pensar, de reflexionar, de proceder de los ecuatorianos”, sentencia.
En las últimas páginas, Hurtado advierte que “los valores culturales inconvenientes y perjudiciales han comenzado a modificarse, para bien del país”, que hoy los ecuatorianos son más laboriosos, innovadores, disciplinados, puntuales... Atribuye el progreso de Quito, Guayaquil, Otavalo o Ambato a las nuevas realidades del último tercio del siglo XX y el primer lustro del XXI.
“Ustedes son jóvenes y no vivieron el Ecuador pobre de los años 50 y 60, cuando incluso los ricos vivían muy modestamente”, anota para trasladarse al presente: “Hoy una familia de clase media vive como un rico ecuatoriano del siglo XIX y quizás mejor. Para mencionar un caso personal: en mi casa nunca hubo un automóvil, era imposible que mi familia pudiera tenerlo; hoy un albañil, un jardinero, un plomero, un carpintero llega a trabajar en su vehículo, antes lo hacía a pie y sin zapatos”.
El libro hace énfasis en las costumbres de los indígenas y de los sectores más pobres, como obstáculos de un desarrollo visto, estrictamente, desde el lado productivo, económico. El autor niega que haya una tendencia racista o discriminatoria en sus páginas.
Sin embargo, esa luz de cambios con que concluye el texto, cuyo último año de evaluación es el 2005, se ve relativizada en la entrevista por sus derivaciones políticas.
¿En los últimos tiempos los políticos han impedido el cambio definitivo de las costumbres o las costumbres el cambio definitivo de políticos? El expresidente y excandidato contesta: “Los políticos no vienen del espacio exterior; han nacido, se han educado, han vivido en este país; son iguales a los ciudadanos. Yo diría que son idénticos. Si el Ecuador tuviera buenos ciudadanos, tendría buenos políticos, pero el Ecuador no tiene buenos ciudadanos y por eso tenemos malos políticos, malos partidos y malos gobiernos”.
Enseguida aclara: Esta reflexión debería ser parte de un nuevo proyecto, de orden político, porque Las costumbres de los ecuatorianos es un libro de economía. A la vez, fusiona las conclusiones de su trabajo como investigador con su valoración de las coyunturas y recuerda los años de Rafael Correa como presidente . “La política y la democracia exigen ciudadanos con valores cívicos, que cumplan la ley, que paguen impuestos, que se informen de la vida pública. Y ese no es el caso de Ecuador. Mire que el golpe de Estado de Correa (la Constituyente de Montecristi), con el que echó abajo el régimen constitucional, fue aprobado con el 80% de respaldo de los ecuatorianos. ¡Ocho de cada diez aprobaron ese golpe de Estado! Y la reforma constitucional por la cual se apoderó de la justicia (2011) fue aprobada por más de la mitad”.
¿La esencia de las costumbres aplicada a la política? “Para los ecuatorianos, la libertad, la democracia, el cumplimiento de la ley, la responsabilidad cívica no forman parte de la vida diaria... Aunque este periodo democrático, con todos sus defectos, con el autoritario gobierno de Febres-Cordero y la dictadura de Correa, es el periodo democrático más largo de la historia del Ecuador. Ese ya es un progreso”.
La corrupción es una muestra de que si algo ha mejorado en las costumbres frente al proceso productivo, no significa que ha cambiado todo.
Lo explica en esta entrevista, no en el libro: “Por ejemplo, si el respeto a la propiedad ajena, y como consecuencia a los bienes públicos, fuera parte de la cultura nacional no existirían políticos corruptos. Para muchos ecuatorianos, el dinero público no es dinero ajeno, es dinero sin dueño, del que uno puede apropiarse. Quienes administran el dinero público no lo cuidan como a su dinero propio. Pienso que el mismo Correa y varios ministros no habrían dilapidado el dinero de su peculio personal, como lo han hecho con los fondos públicos. Ese es un valor cultural de los ecuatorianos: no hay el sentido del dinero público, de los ciudadanos, de los impuestos. Aquí el dinero público es del Gobierno, del presidente, de los ministros, del partido...”.
Al final de la conversación, Hurtado pregunta: ¿Usted ha escuchado esa expresión: ‘es que así somos los ecuatorianos’? De inmediato, se ríe. “Pues no deberíamos pronunciarla siquiera”. (I)
El Ecuador no tiene buenos ciudadanos y por eso tenemos malos políticos, malos partidos y malos gobiernos”.