‘Dunkerque’: más que solo sangre y balas
“Ninguno de los actores brilla más que el otro, todos contribuyen con su parte para convertirnos en testigos casi vivenciales de la desesperación de estar inmerso en una guerra”.
Cuando se trata de películas de guerra, existen muchos ejemplos, algunos de ellos memorables como Nacido para matar (Full Metal Jacket, de Stanley Kubrick) o Salvando al soldado Ryan (Saving Private Ryan, de Steven Spielberg), pero también existen otros simplemente olvidables como Códigos de guerra (Windtalkers, de John Woo) o Pearl Harbor, de Michael Bay). Con la extensa producción cinematográfica que retrata este tema, más la realidad de las balaceras a nivel mundial que vemos todos los días en los noticiarios de televisión, ¿hay espacio para más películas bélicas que valgan la pena?
Dunkerque, la más reciente película de Christopher Nolan, parece decirnos que sí. Por lo menos si hablamos estrictamente desde el punto de vista cinematográfico. La historia va de lo siguiente: Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1940, alrededor de 400 mil soldados aliados entre británicos, franceses, canadienses, belgas, etc., están atrapados en las playas de un pequeño pueblo francés llamado Dunkerque y están esperando ser rescatados mientras el ejército alemán intenta acabar con ellos. Con la ayuda de embarcaciones civiles, finalmente alrededor de 300 mil de esos soldados logran ser evacuados.
Aunque en la cinta de Nolan, no faltan las balas y explosiones propias del género, el director se preocupa más por hacernos partícipes de la desesperación y angustia de los soldados atrapados en la costa francesa por los alemanes. Y en ese juego de miedo mezclado con esperanza radica la mayor fortaleza del filme, aquí no importan tanto las cruentas recreaciones de las batallas –como lo hizo Spielberg con Salvando al soldado Ryan,– sino las reacciones de los protagonistas frente a la situación límite que están viviendo.
Actoralmente, la película está bien equilibrada entre profesionales experimentados como Mark Rylance, interpretando al capitán de una de las naves civiles que participan del rescate de los soldados; también Kenneth Branagh, Tom Hardy o Cillian Murphy; hasta los debutantes Fionn Whitehead o el exintegrante de One Direction Harry Styles, quien saca adelante su papel de soldado inglés dignamente, sin la gran parafernalia propia de una estrella pop. Ninguno de los actores brilla más que el otro, todos contribuyen con su parte para convertirnos en testigos casi vivenciales de la desesperación de estar inmerso en una guerra.
Pero como no todo es color de rosa en la vida, o en este caso, en el cine, Dunkerque requiere de la completa atención del espectador, ya que está contada en tres escenarios temporales diferentes que finalmente se conectan entre sí. No es la primera vez que Nolan decide contar una historia sin respetar la cronología (Memento, el origen). Y no es que esté mal, pero podría darle un respiro al recurso, ¿no? Si abandonan la sala de cine por un momento porque deben ir al baño (como le ocurrió al autor de esta columna), seguro les costará volver a conectarse con la película y eso no es deseable.
Ahora bien, tiempo cronológico aparte, los aciertos que tiene la cinta como espectáculo son innegables, pero históricamente la situación parece ser distinta. Algunos franceses están enojados por la nula presencia que se les da en la película que presenta todo el rescate como una obra exclusivamente inglesa.
Según reporta el sitio web Infobae, en una columna del diario Le Monde, “Jérome de Lespinois, teniente coronel e historiador, indica que Nolan parece haberse olvidado de los 40.000 soldados franceses que se sacrificaron para el éxito de esta misión”. Si bien una película no es una clase de historia, episodios como este ensombrecen las críticas mayoritariamente positivas que ha recibido Dunkerque. En todo caso, no me crea a mí o a cualquier otra reseña. Mejor vaya al cine y fórmese su propio criterio. (O)