Novela para debatir

Por Clara Medina
11 de Diciembre de 2016

La novela Saber lo que es olvido, del escritor Carlos Arcos Cabrera, plantea la importancia del diálogo, de expresar aquello que permanece guardado, en silencio. Se desarrolla en el presente y recurre al pasado para articular una trama de secretos, rencores, desamores y prejuicios familiares y sociales. María Clara Pereira, personaje de Memorias de Andrés Chiliquinga (2013), su anterior obra, y Ximena Acuña son las narradoras y protagonistas del nuevo libro del autor ecuatoriano, que se edita con el sello Seix Barral.

Estadounidense de padres ecuatorianos, María Clara cursa un doctorado en literatura y llega a Ecuador para realizar una investigación para su tesis. Ximena, de madre española y padre salvadoreño, es pintora y está de paso por el país. Se conocen en la playa y surge entre ellas un romance. Mientras viven su amor, y transcurre el día a día, el lector se adentra en los secretos y conflictos familiares, en parientes olvidados, en viejas historias y en la existencia de cada una de las jóvenes antes de conocerse. María Clara desciende de una familia conservadora: los latifundistas de la novela Huasipungo. Ximena, de padres de izquierda. Ambas mujeres han tenido la experiencia del aborto.

Arcos busca dialogar con Huasipungo y con Memorias de Andrés de Chiliquinga, y propone como protagonistas a dos jóvenes profesionales que parecen hablar desde su yo, desde la conciencia de género y desde el empoderamiento de sus cuerpos. Pronto se constata que aunque la novela trata de mostrar la voz de dos mujeres del siglo XXI, el autor no ha podido o querido desmarcarse de ciertos estereotipos al construir sus personajes. Es como si él mismo cayera en la trampa de los prejuicios que busca criticar. Aquí una pequeña muestra. María Clara le cuenta a Ximena cómo eran los días en que ovulaba: “Llegaban acompañados de una excitación intolerable, más intensa aún cuando coincidían con luna llena. Algo animal se revolvía en mí quemándome el vientre, mojándome de sudor el cuello, el vientre, la espalda (…). En esos días, yo tan tímida, enloquecía...” (pág. 32). Quien lea este párrafo podría pensar que las mujeres no son confiables porque ovulan y menstrúan y ese hecho las transforma en inestables, en casi locas.

Cuando Ximena y María Clara rompen, a esta última no se le ocurre hacer otra cosa que degradarse: “Comencé a beber hasta caer en la inconsciencia y a frecuentar discotecas de mala muerte, sitios feos en los que me dejaba acariciar por desconocidos... sin importarme el lugar” (pág. 256). El autor utiliza aquí el mismo recurso del que echaban mano los escritores de finales del siglo XIX y principios del XX para resolver el destino de una mujer que se salía del territorio del matrimonio o de una relación de amor, que entonces se suponía estrictamente heterosexual y patriarcal.

En la novela los padres son buenos y silenciosos. Las madres, por el contrario, son rencorosas, incapaces de perdonar, salvo la madre de Ximena, que no es ecuatoriana. No obstante lo anotado, Saber lo que es olvido es una obra que posibilita el diálogo, la discusión y el debate sobre una infinidad de temas actuales. Quizá sea este uno de los mayores aportes del libro de Arcos. (O)

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