Descartable

Por Clara Medina
12 de Noviembre de 2017

Alegría es uno de los personajes más interesantes de la novela Descartable. Es una joven pintora. Es libre. Dice lo que piensa y hace lo que quiere. Y alegría es también lo que se siente al conocer el libro del guayaquileño Andrés Emilio León, quien debuta como novelista con esta obra publicada, recientemente, por la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Por las páginas de Descartable deambula Héctor Rodríguez, el protagonista, un joven que sabe sacarle provecho a cada situación, aunque a veces siente que no está en nada o que pierde su tiempo. Es asesor político del alcalde y su aspiración es escribir un libro, vivir de la literatura y que Guayaquil, que se ufana de su regeneración urbana, sea una ciudad en la que se prioricen también la cultura y el arte como política municipal. Pero el alcalde prefiere trabajar otros frentes. No lo escucha. Y esa es una de las frustraciones de Rodríguez, a la que se suman sus propios líos: una ruptura matrimonial, su permanente gusto por estar acompañado de chicas y su visión un tanto cínica y desencantada de la vida.

Para construir esta novela, Andrés Emilio León echa mano de la ciudad y de sus actores culturales, a los que vuelve personajes, junto con otros de su invención. De este modo la realidad se inserta en la ficción. O la ficción se nutre de ciertos referentes reales. Es un libro en el que se retrata a Guayaquil con esa visión de desarrollo y progreso que se tiene desde el poder, en contraste, quizá, con lo que se piensa desde la ciudadanía y desde la gente que hace algún tipo de arte.

Rodríguez, el aspirante a escritor, lee a sus contemporáneos: Eduardo Varast, Mónica Ojeda, Luis Alberto Bravo, entre otros; escucha las canciones de bandas locales y conoce las obras de artistas visuales ecuatorianos, por lo cual en sus conversaciones están presentes. Y va a lugares como Diva Nicotina. O camina por el Malecón y otras calles. La novela dialoga con la producción cultural contemporánea de Guayaquil y el país. Y dialoga, asimismo, con la ciudad. Y con el mundo.

El protagonista en un hombre bien informado, al igual que los otros personajes. Andrés Emilio León recurre, asimismo, a su profesión de comunicador y, tal vez, a su masterado en marketing estratégico para construir una narrativa a la par que dinámica un tanto efectista. Da la impresión que la novela se regodea en citas o referencias literarias, artísticas y musicales, y que poco sucede en la trama, pero esa idea se desvanece a medida que se avanza en la lectura. Una vez sorteada aquella primera impresión, se acompaña feliz al inconforme Héctor a lo largo de las páginas, en las que vive todo tipo de sensaciones y experiencias, encuentros y desencuentros. Hay un retrato eficaz del desasosiego. Son especialmente interesantes las conversaciones que mantiene con Violeta. O con Alegría, quizá el personaje más coherente. Y esa especie de confrontación con el alcalde.

Tras leerla, se puede decir que la novela salva fondo y forma y augura para su autor un sostenido camino en la literatura. (O)

claramedina5@gmail.com

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