De Rembrandt a La Habana

Por Hernán Pérez Loose
02 de Agosto de 2015

En el 2007 un judío le solicita al conocido detective, expolicía y librero Mario Conde –personaje que forma parte irrenunciable del mundo de Leonardo Padura– que investigue sobre lo sucedido a un pequeño lienzo de Rembrandt que acaba de salir a subasta en Londres. El judío es el hijo de Daniel Kaminski, quien cuando era un niño en compañía de un tío acudió allá por 1939 al muelle de La Habana (Cuba) con la esperanza de que a unos familiares suyos a bordo del S.S. Louis se les permitiera bajar y así poder reencontrarse con ellos.

Daniel y su tío confiaban en que sus parientes no iban a tener dificultades para desembarcar, pues llevaban consigo un preciado lienzo de Rembrandt que había pertenecido a la familia por siglos, y que fácilmente podían negociarlo a cambio de su libertad. Pero algo inesperado sucedió. A ninguno de los pasajeros se les permitió bajar a La Habana, y la nave regresó a Alemania. Daniel y su tío nunca más volvieron a saber de sus familiares, ni de qué fue lo que les impidió desembarcar a pesar de tener tan preciado tesoro.

Este es el marco de la última novela de Leonardo Padura (1955) Herejes (editorial Tusquets, Buenos Aires). Una novela que tiene no solo un buen balance entre la historia y la ficción, sino que cuenta con interesantes investigaciones y reflexiones sobre el arte, en especial con referencia a la obra del gran pintor holandés autor del misterioso lienzo; la religión, y en particular la religión judía y su presencia en Cuba; la política, donde la crítica al régimen cubano es bastante aguda; y la filosofía, reflejada en una serie de importantes cuestionamientos y meditaciones sobre la vida, el pasado y el futuro.

A diferencia de su anterior e inolvidable novela, El hombre que amaba a los perros, Herejes es una novela densa, compleja y que exige del lector concentración y tiempo. Es una novela sobre el desgarre y dolor que provoca la renuncia a las ilusiones, y la pérdida de los seres que amamos. Flota en sus páginas la propia decepción que Padura siente por la sociedad en la que vive.

La narración nos lleva para atrás y para delante entre siglos y continentes de por medio. De la Ámsterdam de Rembrandt a la Cuba de los cincuenta. Y de regreso. Y todo ello envuelto en una serie de episodios policíacos que le imprimen suspenso a las varias historias que se cuentan.

Padura recibió este año el Premio Princesa de Asturias. (O)

hernanperezloose@gmail.com

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