Marcelo y Mariela Viteri

06 de Mayo de 2012

Defina en diez palabras la misión de la radiodifusión.

La misión es generar identidad con programas positivos, objetivos y versátiles, que informen, eduquen y entretengan al oyente. En el caso de Radio Fuego, a lo dicho le agregamos a diario salsa, sabor y sandunga; de lo contrario perderíamos sex-appeal.

¿Su estación, Radio Fuego, se llama así porque mete bastante carbón y leña?

Claro, harto carbón y leña: así como en toda buena comida, para lograr un gustito único e inconfundible, casi un sígueme-sígueme.

¿No hubiese sido mejor llamarla Radio Terapia, para rehabilitar a los escuchas con mensajes no incendiarios?
No incendio, doy fuego, que no es lo mismo, pero no es mala idea el nombre de Radio Terapia. Podría ser una variable. No se imagina usted la cantidad de terapeutas que vienen a la radio para curar dolores del alma, cuerpo y espíritu; clínicos, ginecólogos, psiquiatras, nutricionistas, cantautores, comediantes y de paso gratis para el público y para mí, que a veces soy la que más lo necesito.

Tras su salida de TC Televisión, ¿su carrera televisiva se está apagando a fuego lento?
Esas llamas están tomando otros rumbos, pero siempre arden.

¿A qué se debe el gran éxito de su revista Mariela?Al fuego que le pongo a mi vida. A saber escuchar, ser curiosa, a mi trato personal con los colaboradores y sobre todo a mi trato personal con Dios.

Aquí en confianza, ¿cuántos años tiene usted y cuántos más espera seguir dando candela?
Sin problema, 43; y solo la candela que está en mi ADN dirá cuándo se me apagará la chispa.

Una modelito una vez me confesó que algunas chicas creen que en el mundo de la televisión para saltar a la fama primero hay que saltar a la cama. ¿Terrible, verdad?
¡Terrible! No hubiese estado de acuerdo nunca. Pienso que puede pasar en cualquier gremio, no únicamente en la televisión; no sea sectario, señor.

A pesar de residir en Guayaquil desde hace casi 20 años, ¿aún se considera esencial e invariablemente ciento por ciento manabita?
Confieso amar a Guayaquil, sus calles, sus olores, sus calores y sus lluvias, pero Manabí me sabe a todo: pan de almidón, bola de verde, sal prieta, corviche, grosella con sal y viche de pescado.

Con argumentos vendedores, invite a los lectores a visitar su acogedora ciudad natal, Bahía de Caráquez.
¡Uy!, se me mueve todo cuando hablo de Bahía. Es tan linda, es una tacita de porcelana fina. Cuando era chiquita pensaba que estábamos en el fin del mundo y mi papá lo arreglaba diciendo que la geografía de Bahía es única, y es cierto. Eso encierra todo el resto de lo que pueda decir, porque de otra forma no terminaría de responder nunca.

¿Cuánto pesan dos divorcios?
Harto. Créame que después de haberlo hecho dos veces me pregunto por qué me divorcié la primera y por qué la segunda. ¡Qué falta de paciencia la mía!... Cuando hay que hablar de dos es mejor empezar por uno mismo.

¿Son los hombres los animales domésticos que menos pasan en casa?
Se está insultando usted mismo, pues suena muy feo aquello de animales, aunque lo somos (racionales). Contestando a su pregunta le digo que yo tuve un hombre casero y otro de muchos lugares.

Alguna vez -aunque sea una sola vez-, ¿ha pensado en irrumpir en la política?
Cuando me divorcié la segunda vez tuve una propuesta política que me interesó en ese momento. Quería desaparecer de Guayaquil e irme a vivir a Quito, pero afortunadamente alguien me hizo entrar en razón.

¿Qué quiere que escriban en su epitafio?
Aquí yace una mujer de fuego.

¿Cuál será su alegato en el Día del Juicio Final?
Que traté, juro que traté de ser obediente.

¿Qué piensa hacer después de muerta?
Eso me preguntó mi hijo ayer y no creo que le satisfizo que le dijera “vamos a estar con Dios”.

Hágase una pregunta y contéstela.
¿Por qué me demoré tanto en contestar este cuestionario? Porque Marcelo Marchán es tan analítico que me asusta.

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