Talleres de artistas en Guayaquil

07 de Febrero de 2016

Estos artistas locales decidieron compartir un mismo espacio de trabajo (y de residencia) que han transformado en talleres que buscan afianzar su capacidad de creación y la ejecución de ideas. Visitamos algunos.

Es una tendencia histórica mundial y que se enfatiza en quienes comparten la vocación de artistas: integrar una misma atmósfera creativa que inspire nuevas ideas.

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Estos jóvenes siguen los pasos de artistas internacionales y han conseguido acomodarse en sus propios espacios dedicados a la planificación de proyectos, generación de debates y también momentos de esparcimiento.

El compartir los mismos intereses profesionales y una amistad de varios años han facilitado su convivencia. Tener un taller conjunto es la fórmula que les ha resultado, ya que los artistas tienen la necesidad de reunirse a dialogar. Así, en compañía, esperan que la creatividad los encuentre trabajando. (D.J.L.)

Jorge Morocho, Rodrigo Molina y Xavier Coronel
Artistas y productores

En el sur. Jorge Morocho (i), Rodrigo Molina y Xavier Coronel.

El año pasado fue decisivo para estos tres artistas plásticos del Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE). Jorge Morocho (23) y Xavier Coronel (27) inauguraron su exhibición Plot, en el Museo Antropológico de Arte Contemporáneo (MAAC), en la cual buscaron combinar la cinematografía con la pintura. También en 2015, Jorge obtuvo el primer lugar en el Salón de Julio con su obra Los dientes de Chet B. Pero tuvieron un logro más, encontraron su propio espacio-taller (en el sur de la ciudad). Una escalera amplia por donde trasladar los lienzos, techo alto, una sala amplia y balcón fueron algunos de los factores que los hicieron decidirse por ese departamento, pues se ajusta a las necesidades de su oficio.

Junto a ellos, se mudó Rodrigo Molina (33), también del ITAE y quien está especializado en medios digitales. “Antes trabajaba cada uno en su casa y pasábamos metidos en la casa del otro”, recuerda Jorge. “Yo trabajaba en la sala de mi casa y tenía como diez cuadros allí, ya no había lugar”, comenta Xavier. Así encontraron este lugar, cerca del colegio La Inmaculada, donde viven y trabajan desde hace seis meses. “Siempre estar consciente de que la otra persona está trabajando en algo, tener esas conversaciones que se generan día a día con la convivencia, así se crean siempre nuevos intereses”, dice Rodrigo. Y sus compañeros coinciden. “Todo fluye más rápido”, agrega Xavier. “Siempre está el espíritu de competitividad, pero sano. Y te sirve que alguien que conoces vea tu cuadro cuando estás trabajando”, dice Jorge. Además del taller, tienen una productora audiovisual, Heroica, con la que realizan videos de eventos. Aprovechando que los tres, además de la pintura, también trabajan en video. Sin embargo, no quieren verlo como un trabajo a tiempo completo, para mantenerse concentrados en su trabajo creativo. “No dejamos que nos distraiga”, precisa Xavier.

Gabriela Cabrera y Gabriela Fabre
Un laboratorio-hogar

Céntricas Gabriela Cabrera (i) y Gabriela Fabre.

Se conocieron y se graduaron juntas del Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE). Ambas escogieron especializarse en escultura y son licenciadas en Artes Visuales. Gabriela Cabrera (30) y Gabriela Fabre (31) tienen varios años de amistad y hoy comparten un mismo espacio creativo, en el centro de la ciudad. Ellas han convertido este departamento, desde junio de 2015, en su hogar y en su laboratorio. Años atrás integraron el colectivo Las Brujas, junto con Romina Muñoz. Las tres presentaron varias muestras en las galerías NoMínimo y DPM. “Siempre digo que no se ha acabado, sino que hemos hecho cosas por nuestro lado”, comenta Fabre. “Romina, por ejemplo, se ha dedicado a la curaduría y a la crítica”, dice. Gabriela C. también vivió unos años en Quito, alejada del mundo del arte. “Pero solo sirvió para reafirmar mi vocación”, afirma. Actualmente, ambas distribuyen su tiempo entre la creación y la docencia. Gabriela F. es maestra en el Liceo Los Andes y Gabriela C., en la U. de las Artes. “Compartir el espacio podría ser chocante, pero yo encuentro la compañía para discutir y dialogar sobre ideas”, comenta Fabre, quien viajará en marzo a una residencia de un mes en Uruguay. Y aunque ellas han logrado tener su propio lugar, creen que el diálogo de ideas es lo esencial para los artistas. “Tener un propio espacio implica gastos e incluso destinar dinero al alquiler de un lugar y no a producir una obra. Creo que es más válido ponerse un horario, para reunirse por semana para compartir proyectos”, concuerdan. Piensan montar una muestra conjunta, pero aún están en planificación.

Juan Carlos Fernández y Juan Caguana
Espacio de perseverancia y trabajo

Juan Carlos Fernández (i) y Juan Caguana residen en su taller.

Ambos son profesores de la Universidad de las Artes. Juan Carlos Fernández (34 años) enseña medios digitales y Juan Caguana (31) dicta clases de pintura y dibujo. Por ello, a menudo suelen aconsejar a sus estudiantes sobre cómo desarrollarse en esta profesión.

Juan Carlos destaca la importancia de ser perseverantes: “Los logros no vienen de la noche a la mañana. Hay que trabajar fuerte de manera constante”.

Juan resalta lo vital del tiempo y cómo usarlo: “Debemos ser productivos. Crear. Con los años, debemos mirar atrás para ver que sí aprovechamos el tiempo, que no lo desperdiciamos”.

Una manera de cumplir ambos propósitos es compartir un espacio en la calle Bolivia, en el sur de la ciudad, donde residen y tienen su taller. “Los artistas necesitamos un lugar para trabajar”, comenta Juan Carlos, también conocido como El Mago, ya que gusta de realizar trucos de magia y prestidigitación.

Juan prefiere emplear acrílico y acuarelas en sus trabajos, que puede realizar a cualquier hora del día, pero siempre le gusta producir.

“Trabajo mucho en darle detalles a la obra”, comenta este artista que como pasatiempo anda en bicicleta y corre en la isla Santay.

Ambos han compartido su taller con otros artistas en años anteriores, y hoy le alquilan un cuarto a Daniel Alvarado, quien lo usa para pintar, pero no reside allí. “Nos gusta ser independientes”, dice Juan Carlos, quien gusta de vivir y trabajar con colegas porque eso incentiva el diálogo sobre los temas que les interesan. “Es una manera de ser más productivos”, concluye Juan. (I)

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