Pedro Rosa Balda: Y su lado ‘maldito’

18 de Mayo de 2014
Texto y fotos: Susana Cárdenas Overstall

Uves como cuervos es el segundo libro de poemas del escritor mantense Pedro Rosa Balda, el más puro homenaje al pintor Vincent van Gogh.

El escritor   en su casa de Manta con su gata Zapaquilda.

El lanzamiento fue hace pocas semanas. Más que una tradicional presentación fue un performance en el que bailaba un minusválido, un bailarín se desenredaba de una maraña de telas sobre el piso, una pianista tocaba música de Chopin mientras el mismo poeta, Pedro Rosa Balda, interpretaba su obra con la imagen en el fondo del último cuadro que pintó Van Gogh: Cuervos sobre un trigal (1890).

Esta vez no estamos en París, su hogar desde 1978 y nuestro punto de encuentro en algunas ocasiones. Nos encontramos en su casa en Manta, una magnífica construcción de los años sesenta al pie del mar y que dentro de poco será parte de la historia al ser convertida en un moderno edificio.

Hace muchos años que no pasaba una larga temporada en su ciudad natal. Quizás su vida en París como profesor de español y cultura hispana en Sciences Po, además de intérprete y escritor no le hayan dado respiro. Sin embargo, ha querido volver a su puerto de origen, a cerrar etapas y a lanzar su flamante libro porque quería presentarlo aquí, antes que en París.

La relación entre París y Manta parece un complejo desafío al combinar la vida entre dos ciudades lejanas y dispares. Pero, ¿qué lo llevó a este intelectual a París en primera instancia? “Me gané una beca para estudiar en la Alianza Francesa. Aprendí el idioma porque quería traducir a Baudelaire. Quería vivir en el entorno de ese poeta urbano parisino. Me atrae el lado maldito de esos artistas. Por eso, mi último libro habla de Van Gogh, otro artista maldito, o sea incomprendido y marginal”.

A pesar de que aún no consigue traducir a Baudelaire al español, surgen situaciones que lo acercan a su propósito. A un lado de esa terraza resplandeciente, yace la sala con libros, papeles, brochas, óleos y otros documentos que prepara para un taller de lectura que dictará sobre Baudelaire en la Universidad Eloy Alfaro de Manabí.

Es inevitable que la entrevista no profundice sobre las grandes figuras francesas del siglo XIX y desmenuce su apasionada afición por Baudelaire. “Las Flores del Mal es un libro moderno que se sitúa en una época interesante a fines del romanticismo. En él existe un rechazo a los románticos, una lucha por demostrar que el objetivo preciso del arte no es ser útil, sino que es solo una expresión auténtica”.

A Baudelaire, Gothier, Rimbaud, Edgar Allan Poe les atribuye su genialidad a la dureza del siglo que les tocó vivir. Si el siglo XVIII fue el siglo de la ilustración, el XIX fue el siglo de la moral. “Algunos textos de Las Flores del Mal no superaron la censura de la moral oficial y fueron prohibidos en Francia. Fue un siglo conformista y quizás debido a eso haya tan buenos artistas”.

Pero ¿cómo es posible crear poesía en el siglo XXI donde las redes sociales lo invaden todo? “La poesía expresa lo inefable, es el lenguaje más cercano al silencio. Eso es lo interesante y lo que al mismo tiempo la hace menos accesible para el gran público que las otras formas de expresión artística. Exige mucho esfuerzo, pero parece que nadie quiere hacerlo. En efecto, nada favorece a la lectura o a cosas más serias porque vivimos en una sociedad de mucha apariencia y de poca introspección. Las redes sociales, de cierta manera, han dispersado al hombre y en vez de mejorar su comunicación lo han aislado”.

¿Y cómo llegar a Van Gogh y dedicarle un poemario? “Algunos artistas viven demasiado intensamente y acaban como Van Gogh. En ello estriba mi fascinación por los artistas ‘malditos’. Van Gogh fue un pintor maldito que también habría podido ser un excelente escritor”, manifiesta.

Son famosas las cartas que Vincent escribió a su hermano Theo, quien murió seis meses después que él. Pedro Rosa usa dos citaciones del pintor en su libro: una al inicio del primer capítulo y otra en el segundo. “Que yo sea como no siendo” y “abstracto como un sonámbulo”, ambos ejemplos de alta poesía.

La primera parte del libro (La ruina de los girasoles) es un diálogo entre el poeta y Van Gogh. “La eventualidad de que escribir sea para lo único que sirvas, la eventualidad de que lo que escribas, no sirva. No culpes a la escritura de tu falta de sentido, no la hagas responsable de tu realidad, sé absurdo de manera discreta, sin aspaviento”, le dice el pintor al poeta.

En estos diálogos Balda evoca la absurdidad del ser humano que lo obliga a inventarse cotidianamente un sentido, aunque este sea una mentira.

La segunda parte (Autorretrato con venda) es un monólogo de Van Gogh. Existe un yo poético, una interrogación de ese yo sobre su realidad difícil de discernir. ¿Qué somos? ¿Cuántos somos? ¿Y cómo somos? Pedro Rosa ya empezó este cuestionamiento en su libro anterior, Veladuras, y en esta su última obra continúa su delicada disección del yo.

En algunos de los recorridos que hice con Pedro Rosa en París, pasamos frente al hotel donde murió otro poeta ‘maldito’: Oscar Wilde. Allí en el distrito seis, cerca de la Academia de Bellas Artes se levanta ese hotel donde falleció aquel genio de las letras inglesas Oscar Wilde. “Tuvo una vida durísima y la asumió. La pesadez y pesadumbre de su siglo se aliaron contra él. El siglo XIX es fecundo en esta clase de monstruos, justamente por esa razón”.

Una anécdota literaria interesante es que Wilde murió en la ruina y el abandono total, en el mismo hotel donde años más tarde se hospedaría Jorge Luis Borges.

“Hay una punta de misantropía en lo que escribo porque inconscientemente no les perdono a los seres humanos el haber tratado tan mal a los artistas. Ellos son los verdaderos portadores del fuego y acaban quemándose con él”.

Mozart fue enterrado en una fosa común. Rimbaud fue el hijo proscrito de Charleville, homosexual y provocador, detestaba a su pueblo y ahora este vive de él porque lo visitan gracias al poeta.

Van Gogh, que vendió poco, regaló mucho o lo dio en forma de pago, tiene un museo maravilloso en Ámsterdam. “Nunca se hubiera imaginado eso, él que vivió tan mal, sin residencia fija y sin amor. Es como si los hombres se ensañaran contra estos seres, quizás los más humanos”.

El libro Uves como cuervos está editado por El Ángel Editores, colección Entre Nubes. Disponible en Libri Mundi en todo el país.

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