El Quijote escondido de Eduardo Solá Franco
Eduardo Solá Franco sigue siendo enigmático en el país. Su condición de artista relegado en la historia del arte de Ecuador le ha tejido una trama de misterio, que alrededor de la última década hemos visto desenredarse en abundantes madejas.
Luego de divulgarse en su totalidad la extensa producción de sus diarios ilustrados, otra muy fructífera pero corta faceta acaba de revelarse. Durante 1939 las formas aceleradas de Solá Franco recrearon uno de los proyectos más ambiciosos para el mítico estudio Disney: Don Quijote.
Aunque las delirantes batallas del caballero de la Mancha no llegaron al cine, sus movimientos imaginados por el ecuatoriano han sido recopilados por el investigador francés Didier Ghez, considerado historiador de la obra de esa compañía. Las ilustraciones aparecen en la colección Dibujaron como querían: El arte escondido de Disney.
El foco de esos libros son los esbozos que sirvieron como base de algunos clásicos de Walt Disney, como Dumbo y Blanca Nieves, los cuales nunca han estado disponibles para el ojo general. “Intento dos cosas: mostrar muchísimo arte desconocido y presentar artistas poco nombrados, para entender sus vidas y carreras a través de diarios personales y cartas familiares”, comenta Ghez en una entrevista para La Revista.
Como gran admirador del trabajo de ese estudio, el escritor exhibe su emoción por estos bocetos. Esos garabatos son el alma de los personajes que han acompañado la niñez de muchos, incluso la suya. Por eso son tan valiosos. “Dentro de la animación lo que más me apasiona son los dibujos conceptuales, elaborados al inicio de cada proyecto. Son piezas muy especiales de los artistas para inspirar a sus colegas”.
Los ‘dibujos escondidos’ de Solá Franco aparecen en el tercer volumen de la colección. “Él fue uno de los grandes descubrimientos para ese tomo. Era un nombre que nunca había escuchado”, recuerda Ghez. Según su texto, John Rose, ejecutivo del estudio, contactó al artista ecuatoriano para graficar la novela de Miguel de Cervantes y convencer a Walt Disney de aprobar su producción cinematográfica. Lamentablemente, ese plan se estancó, pero no el impulso de su creatividad. Había realizado más de mil bocetos en apenas 9 meses, explica Ghez. Fue un hallazgo fascinante, dice, porque además descubrió que se habían atribuido a otra persona. “Me di cuenta de que eran de Eduardo Solá Franco, ¡había que hablar de este artista!”.
Su investigación se completó con la correspondencia familiar del pintor, quien pese a su corta pasantía, “prácticamente todos los días escribía a sus padres cartas de muchísimas páginas, el 90% sobre su vida en el estudio”. Fue como entrar en una máquina del tiempo a 1939, y así sentir lo que él sentía y ver lo que él veía en uno de los despachos más importantes de la industria del entretenimiento.