Memorias de ‘Petrocelli’

27 de Octubre de 2013
Texto y foto Jorge Martillo M.

Las memorias y aventuras de cuando era reportero de crónica roja mantienen en alerta creativa al profesor universitario Luis León Brito.

Él siempre será Petrocelli. Seudónimo de Luis León Brito cuando era reportero de los casos más sonados de la crónica roja. Desde que era colegial, León –quien nació hace 67 años en Guamote– soñaba ser abogado o periodista para combatir las injusticias que sufrían los indígenas de Chimborazo.

En 1976 vino a Guayaquil a estudiar Derecho, pero cuando se iba a matricular vio el rótulo de la Escuela de Periodismo y cambió de opinión. “Tenía la utopía de todo joven” –manifiesta en la Escuela de Periodismo de la Universidad Laica, donde desde el 2007 es profesor–. “Tenía la idea de que el periodismo es un poder”.

Estando en primer curso, Germán Cobos, su profesor de historia del periodismo radial, era gerente de radio Mambo, y León le pidió insistentemente hacer práctica en esa emisora. Soñaba con ser comentarista deportivo. Lo ubicaron como reportero al borde del campo. Luego fue reportero del noticiario hasta que se enteró de que había una vacante en diario Expreso y acudió. “Yo recién era estudiante y veía que otros presentaban sus currículos de periodista”, cuenta que Fernando Cazón Vera entrevistaba a los periodistas que decían: “Vengo a trabajar desde el lunes, cuánto pagan, cuál es el horario”. Cuando Cazón le preguntó desde cuándo quería trabajar, respondió: “Desde ayer” y enseguida lo envió a cubrir una asamblea sindical.

Recuerda que regresó al diario y gastó unas 50 hojas en escribir, a máquina, una noticia de media cuartilla. “Al siguiente día salió publicada y para mí era una alegría como si me hubiese ganado el cielo”, dice nostálgico. Al mes, ocupó el puesto de un reportero de crónica roja. “Eso fue en 1980, justo antes de graduarme. Déjeme decirle que todo era igual a ahora. Con la diferencia de que en ese tiempo eran cien y ahora son mil. Como dice Jorge Hugo Rengel: Toda sociedad tiene la delincuencia que se merece”, sentencia.

Como siempre ha sido honesto y amante de las causas justas, y estaban de moda los seudónimos, él eligió Petrocelli, en alusión al protagonista de la serie de televisión Petrocelli, el abogado Tony Petrocelli. Casi nadie sabía que Luis León era Petrocelli, más bien como es serrano y usaba botas, algunos creían que era policía. “Siempre les digo a los estudiantes que un periodista tiene que investigar. No se puede dejar llevar por lo que le dicen o por la información oficial. Un periodista puede ayudar, se convierte en detective. Ahora se está perdiendo la vocación, la intuición, la imaginación, todo es facilismo porque tienen internet”.

Cuenta que un fin de semana se hospedó en la Penitenciaría para descubrir cómo ingresaban el licor y las drogas. A medianoche, apagaban la luz y llegaba un patrullero policial con el cargamento. “Al apagar la luz entra el trago y la droga”, fue el titular de su reportaje.

También escribió cuando la Policía apresó a los ladrones de una joyería, pero jamás devolvieron las joyas que recobraron. O cuando la narcotraficante la Chanita dizque había fugado de la cárcel de mujeres, pero él la entrevistó y realmente había salido por la puerta, porque había dado dinero y regalos a la directora. Eso lo convirtió en una amenaza de los mandos corruptos que lanzaron la orden: Rómpanle las piernas a Petrocellli.

O cuando investigó a fondo el asesinato del economista Abdón Calderón Muñoz, descubriendo a que Plin Méndez, uno de los implicados, lo iban a sacar del país en una aeronave militar. A los pocos días, una bomba de tiempo voló su camioneta. Se salvó porque ese día salió más tarde a almorzar. Pero una vez sí lo abalearon y el brazo derecho aún guarda esas cicatrices. Pero asegura que existían policías honestos, pese a que entonces ganaban una miseria.

Conversar con Luis León es apasionante porque en tantos años de ejercer como reportero llegó a ser también una especie de abogado, detective y psicólogo. Además, un reportero camaleón, como cuando simulando ser un agente policial conversaba con el violador y asesino en serie de mujeres Daniel Camargo Barbosa, quien ya estaba detenido.

“Cuando yo le vi las heridas de uñas en el pecho le pregunté: ¿Qué es eso? Y dice: Son las huellas de los rasguños que me hacían las mujeres en los estertores de la muerte. Él disfrutaba matándolas durante el sexo”.

Luis León no solo fue reportero de crónica roja, también fue editor, cubrió un Mundial de Fútbol, fue corresponsal de guerra en el Cenepa y dirigió la revista Crónica Roja del diario Meridiano.

El profesor de Rafael

Hasta el 2007 fue periodista en diarios. Pero confiesa haber llorado arrepentido de haber elegido ser periodista, eso cuando no le permitían escribir sobre ciertos casos. Como profesor le satisface que algunas de sus alumnas destaquen en diarios nacionales. También haber redactado buenos reportajes y ayudado a salir de prisión a personas inocentes. De pronto, como sacando un as de su manga, manifiesta: “Otra satisfacción mía como profesor se llama Rafael Correa”.

Es cuando cuenta que en julio de 1976 necesitaba un trabajo pagado y un concuñado le consiguió que fuera profesor de quinto grado C del San José La Salle. “Yo creía que me hacía un favor y era un daño porque esos alumnos eran terribles, ya habían botado a dos profesores. Pero cuando llegué me gané la voluntad de ellos. Les dije, yo voy a hacer lo que ustedes digan”.

Narra que inmediatamente comenzó a preguntarles para qué sirve una cancha de fútbol, un comedor, el recreo. Las respuestas eran obvias. Vino la final: “¿Para qué sirve una aula de clases? Cada uno respondió: ¡Para estudiar! Fue cuando les dije: Si sirve para estudiar, entonces vamos a hacer lo que ustedes dicen: estudiar. ¿Lo acordamos o no? Así se convirtieron en excelentes y disciplinados. Evoca que casi al finalizar el año lectivo, a cada uno les hizo la misma pregunta: ¿Punina, qué quieres ser cuando seas grande? Punina respondió ingeniero; Constante, abogado; Guevara, empresario. Cuando llegó el turno de Correa. Rafael se puso de pie, levantó el brazo derecho y con firmeza dijo: ¡Presidente de la República del Ecuador, señor profesor! Todos se rieron. Entonces, León les preguntó por qué no se rieron cuando los otros dijeron que iban a ser ingenieros, abogados. Y dirigiéndose a Rafa le dijo: ¡Presidente de la República serás porque lo que se confiesa con la boca es un decreto. Pero primero tienes que leer dos libros: Huasipungo y La muerte del cóndor”.

Cuenta que como él enseñaba ideas de libertad lo despidieron y que cuando se retiraba Correa se levantó y les dijo a sus compañeros: “Si el profesor León se va, nosotros nos cambiamos de colegio”. Pero el profe los calmó diciéndoles que él era periodista y que trabajaría en un diario.

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