Julio Boada: El poeta del cerro Santa Ana

10 de Enero de 2016
  • Julio Boada en su taller, donde junto a este ha creado un pequeño museo de antigüedades en el cerro Santa Ana.
Texto y fotos: Jorge Martillo Monserrate

Historia de Julio Boada, un ebanista y poeta popular, quien ha creado un pequeño museo de antigüedades en su taller.

Sus versos huelen a madera. Es ebanista y poeta. La ebanistería la heredó de su bisabuelo, abuelo y padre. Y todos ellos –como Guayaquil- nacieron en el Santa Ana. Por eso Julio Boada Castillo es el poeta del cerro donde nació hace 66 años.

El cerro desde lejos parece que asciende al cielo con sus casitas multicolores. Esa es su cara turística. Al otro lado, hacia las escalinatas de la iglesia Santo Domingo, está el sector no regenerado. Ahí en el callejón Progreso vive Julio Boada, él mismo construyó su casa para su esposa y tres hijos, lo hizo sobre la llamada Piedra del Amor. En el piso alto funciona su taller y al lado, desde hace poco, un pequeño museo de antigüedades y objetos útiles.

Boada recién comenzó a escribir sus versos en el 2003, lo hizo afectado por la muerte de su padre y porque talaron un querido cedro para construir el túnel del cerro Santa Ana.

El poeta es conversón, gusta de contar historias del cerro y su gente. Relatos que matiza con sus versos que sabe de memoria. Meciéndose en su hamaca cuenta que nació en el primer callejón, frente a su casa vivía el gran compositor Carlos Solís Morán, quien como no sobrevivía de su arte era chofer de un bus, les escribía acrósticos a los vecinos y se casó con una de las cantantes del dúo hermanas Mendoza Sangurima, oriundas del cerro. Esto lo cuenta porque le molesta que su barrio tenga mala fama, comenta que el Municipio prometió regenerar ese sector en el 2009 y no lo ha hecho aduciendo que no hay presupuesto.

Recuerda que de niño se divertía con sus amigos recogiendo ciruelas del cerro, acudían a los aserríos de la orilla donde le regalaban palos de balsa en los que salían a pescar al río. Los mayores trabajaban en la aduana, en los aserríos, en la cervecería o estibando en los muelles.

“A nuestro cerro Santa Ana –declama Boada–/ el rocío le moja su paisaje/ La luna con sus rayos de plata alumbra sus ciruelos/ Por su perfume vegetal/ llegó la bella aurora/ trayendo clara melodía/ porque sabe que en tu falda nació Guayaquil…”.

Afirma que los cerreños siempre han sido solidarios con los vecinos enfermos y fallecidos, con una bandera del club deportivo Plaza Colón recolectan dinero. “Aquí en el cerro Santa Ana no ha habido un muerto pobre, esa es una costumbre que viene de nuestros ancestros”.

Recuerda que su abuelita Antolina le contaba que el lugar donde él levantó su casa le decían la Piedra del Amor, porque ahí como era medio oscuro se citaban las parejas para hacerse promesas de amor, por eso él escribió: “Piedra del amor/ pequeño rincón de declaración/ Anoche te esperé/ en la piedra, mi amor/ Tú sabes que si no bajas/ melancólico me voy solo y triste”.

Museo del poeta ebanista

Su primer poema lo escribió a los 53 años en memoria del inmenso cedro que estaba en la Plaza Colón. Bajo esa sombra amiga, Boada todas las mañanas leía el periódico y revistas, le molestaba que los borrachos orinaran sobre ese árbol que acogía a pájaros cantores. Cuando lo tumbaron, él rescató troncos de esa noble madera, años después con sus artes de ebanista le construyó una cuna a su primer nieto.

“Árbol de cedro frondoso/ lucero que embelleciste a los cerros y a la Plaza Colón/ bendito fue el siglo/ que viviste en tu adorado parque/ por causa del destino te empezaron a talar/ fue cuando tu hora cruel se tornó”, recita esos versos con su voz invadida por la nostalgia.

Después de escribir esos versos iniciales, Julio Boada empezó a participar como poeta declamador en eventos como Festival de Artes al Aire Libre, organizado por el Municipio, y también como invitado en Un Cerro de Cuentos, de Corporación Cultural Imaginario.

“Desde ahí me entró este orgullo, esta filosofía de seguir escribiendo y escribiendo –expresa–. “Yo lo vi como un arte. De pronto se me viene a la mente una idea y comienzo a escribir. Si no tengo trabajo en el taller de carpintería, me pongo a escribir”.

Una luz dorada ingresa por el balcón y tiñe a un sinnúmero de objetos antiguos y otras curiosidades que forman el Museo del Poeta del Cerro. Todas las piezas están en orden y brillantes. A Boada siempre le gustaron las antigüedades, la mayoría la heredó de su bisabuelo, abuela, padre y tías.

“A todas les he ido dando vida. –explica rodeado por esas piezas mecánicas en estos tiempos de lo tecnológico–. También he tallado con formón y gubias algunas obras como ese tronco donde está ese reloj de péndulo que aún funciona. Así yo me entretengo cuando no trabajo. Restauro piezas metálicas y de madera”.

Julio Boada, ebanista y poeta popular, a manera de invitación, dice que previa llamada y por la tarde le gustaría que la gente visitara su museo y que conversara con él.

Es cuando declama Los bohemios de la glorieta, su poema más reciente –y es que Boada y sus amigos cerreños todas las noches se reúnen a la entrada del barrio Las Peñas, donde están los cañones–: “Una estrella nos alumbra en la glorieta/ Los alegres bohemios con honor golpean sus copas en el viejo cañón”.

También he tallado con formón y gubias algunas obras como ese tronco donde está ese reloj de péndulo que aún funciona. Así yo me entretengo cuando no trabajo”.
Julio Boada

Contacto: Museo del Poeta del Cerro Santa Ana: (04) 230-0345.

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