Jorge Tite: Diseñador Generacional

26 de Enero de 2014

Desde bocetos en papel para pasarlos a placas de plomo, hasta el sistema editorial más moderno. Las herramientas gráficas seguirán evolucionando, pero él siempre será un ‘señor de ideas’.

Que en cada empresa ha habido colaboradores que, al retirarse o jubilarse, han dejado tras ellos una especie de leyenda por sus décadas de servicio, dedicación y protagonismo en acciones determinantes que afectaron y mejoraron algunos procesos en su lugar de trabajo. Que varios individuos quizás no podrían llenar los zapatos de esa sola persona que cumplió su ciclo laboral.

También es cierto que para Diario EL UNIVERSO no es extraña esa realidad, al ser la cuna de figuras importantes para el periodismo, la reportería gráfica o el diseño en medios impresos. En esta ocasión rendimos un pequeño y necesario homenaje a Jorge Hernando Tite Trejo, tras 22 años de labores en este diario, como diseñador gráfico.

Algunos de sus excompañeros del departamento de Arte de la Redacción aún lo llaman don Yorch (como George). Los demás nos referimos a él como don Tite, con ese tratamiento que se otorga con respeto y cortesía a las personas por su edad, experiencia y sabiduría.

El ‘gurú’ del diseño

Él no se autoproclamó el ‘gurú’ del diseño; la verdad, él es bastante modesto para considerarse algún tipo de eminencia en este campo. Pero así lo llaman sus antiguos compañeros de labores. Cuando ellos tenían algún tipo de dificultad, recuerdan que Tite trataba de socorrerlos empezando siempre con la frase “en estos casos...” y luego les decía qué podían hacer.

Aparte de ser ilustrador, él se encargó de diseñar estilos gráficos y editoriales, especiales para diarios y revistas, y fue el pilar del reajuste del diseño de este periódico por su vasta experiencia en diagramación. Esto es el arte minucioso y paciente de organizar y disponer en un espacio contenidos escritos y visuales en medios impresos. Algo que don Tite aprendió en el mundo de la publicidad.

Pinitos

A sus 70 años (nació el 20 de junio de 1943 en San Gabriel, Carchi), Tite recuenta su vida como un tejido de oportunidades aprovechadas. A pesar de que soñaba con ser un arquitecto, la fortuna le puso en el camino una beca en el colegio de artes aplicadas Daniel Reyes, en Ibarra (Imbabura).

Eso lo llevó a trabajar, después de graduarse, en Quito: primero en una mantelería y luego en diario El Comercio, en el departamento de Publicidad, porque sabía dibujar. Ya tenía 24 años. “Mi idea siempre fue vivir y trabajar en Quito... lo que yo hacía era un pequeño bocetito de cómo se iba a distribuir un texto, eso lo armaban en plomo con una medida... diseño, diagramación e ilustración, todo lo fui aprendiendo en el camino, porque en el colegio no me enseñaron nada de eso”.

Los conocimientos adquiridos lo catapultaron a trabajar como director de arte, cuenta, en agencias como VIP Publicidad, Rivas Herrera, McCann-Erickson, entre otras, hasta una conformada por él y una socia, Magenta Diseño Gráfico. “Me gustó mucho y aún me gusta porque es un reto diario. Uno se siente realizado, porque ve plasmadas sus ideas... Hay que estar pensando e innovando y eso a uno lo vuelve muy creativo”, dice.

Fue a la Universidad Central del Ecuador, donde estudió Pintura y Docencia. “Pero no terminé, yo ya era un artista y era un poco irrisorio sacar un título de eso”. Para esto ya habían pasado más o menos diez años, tiempo en el cual se casó con Flora Nicolalde y formó familia.

EL UNIVERSO y Guayaquil

Don Tite se considera un nómada. Al año de edad se fue a vivir a Ibarra porque su mamá enviudó, lo que la llevó a trabajar en quehaceres domésticos. Una temporada de su niñez también la pasó en Ambato (Tungurahua). Y siendo adolescente conoció el mar en Ancón, Playas, Salinas y otras, en un paseo escolar.

Así que cuando le propusieron trabajar en Guayaquil, aceptó. “Recibí una llamada de la señora Guadalupe Mantilla diciéndome que unos amigos suyos necesitaban a una persona que supiera diseño. Me dieron un número de teléfono y era el del señor Carlos Pérez Perasso”. Eso fue en 1991. Su familia lo apoyó, pero sus hijos y su esposa se quedaron en Quito. Él vino solo al Puerto Principal.

Aunque por el trabajo en esta ciudad veía a sus parientes solo los fines de semana, Tite afrontó sus horas libres creando cientos de bocetos y cuidando de sí. Dice que ahora tiene el tiempo para pintarlos. También espera retomar la publicidad en agencias como freelance.

Si alguna vez le chocó la rutina, reflexiona: “Cuando uno crece con carencias, la mayoría de veces se vuelve un resentido social; puede tener razón porque la vida lo golpeó fuerte. Pero eso no me sucede, para mí la vida es hermosa. Uno está para las cosas más nobles del ser humano”. (G.Q.B.)

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