El arte urbano de Seng Vou

03 de Abril de 2016
Texto y fotos: Jorge Martillo Monserrate

Las paredes de Guayaquil son el lienzo urbano de Wilson Limones, conocido artísticamente como Seng Vou.

Las calles son su galería a cielo abierto. Ese sábado vamos tras sus murales que han sobrevivido y para que plasme uno que firmara como Seng Vou, su seudónimo en el mundo del arte urbano. Su nombre es Wilson Limones Cagua, guayaquileño de 35 años. Dibuja desde niño.

Recuerda que su madre le pegaba porque lo hacía en sus cuadernos escolares. Siempre fue un muchacho de barriada. A los 14 años empecé a dibujar creaciones de mi propia cabeza, manifiesta. Estudió Diseño Gráfico en el Tecnológico de la Espol, siendo sus profesores los talentosos pintores Xavier Patiño, Marco Alvarado y Joaquín Serrano.

Su visión del arte y el mundo cambió, se fue ampliando. Admira la obra de Jorge Velarde y Luiggi Stornaiolo, y a maestros universales: Caravaggio, Gauguin, Van Gogh, Munch, Picasso. Su manera de crear se transformó: A mí me gusta dibujar gente desnuda –confiesa–, quizá porque uno desnudo no miente, no puedes mentir porque tu cuerpo lo muestra tal cual.

Ilustración titulada Oruga Wilson.

Así es la nota conmigo

Siempre fue un muchacho de caminar con los ojos bien abiertos por Guayaquil. Así descubrió que mucha gente se expresaba en las paredes. No solo con rayas y garabatos que no se entendían y eran atribuidos a los pandilleros. Descubrió que con formas y colores, artistas anónimos buscaban decir algo. Le empezaron a atraer los murales de Made Caos que dibujaba letras y les ponía colores, a veces los estilizaba y en otras ocasiones eran como gritos.

Yo decía: esta nota algo quiere decir –recuerda esa mañana con su mochila repleta de marcadores, una brocha y pintura–, no es solo rayar por rayar. Me empezó a gustar porque yo también andaba lleno de cosas por querer decir.

Desde un tiempo atrás admira el trabajo de Daft Acid que está en las paredes de la vía a Daule.

Él ya no solo rayaba –comenta–, sino que, por ejemplo, a partir de pintar una secuencia de la palabra SI S dibujaba a su perro.

Viendo esos murales, sintió la necesidad de rayar. De expresarse, pero el miedo lo paralizaba. Su primera rayada fue en el 2007: Hice el dibujo de un niño gritando, ahí empecé a perder el miedo y lo marqué con el tag –seudónimo– Seng Vou, nombre de un personaje de Escuela de Robinsones, novela de Julio Verne y que significa ‘Que no vive’. Tres años después realizó su primer mural sobre un viejo muro sin enlucir de Guayacanes, allí pintó de blanco a unos niños desnudos que se lanzaban sobre una pared inmaculada. Estéticamente era el contraste –comenta–, el significado no sé si lo hubiese, la gente interpreta mucho las cosas.

Desde entonces ha realizado diversos murales, sus personajes son los que ve por las calles. Muchas de esas creaciones han ido desapareciendo bajo garabatos y capas de pintura.

Me gusta pintar personas –dice frente a una pared de la Alborada– nunca hago bocetos, pero cuando empiezo a pintar comienzan a salir las imágenes, así es la nota conmigo. Más es la emoción del momento frente a la pared porque sabes que es efímero, que va a desaparecer, que quizás mañana ya no estará. Ese es el feeling.

Desde hace tres años utiliza otra técnica. En casa pinta escenas y personajes sobre grandes pliegos de papel graft que luego pega sobre el muro al que le agrega sus trazos de pintura. Así es más rápido y seguro. Algunos murales suyos: como Don Clown; el de una prostituta vieja y un homenaje a Nina Simone han sobrevivido.

Los payasos siempre están presentes en la obra de Seng Vou.

Limones odia autopromoverse: No me siento artista urbano –asevera mientras con pintura azul realiza trazos rápidos de su mural Desfragmentado–. Simplemente me gusta dibujar y cuando descubrí que podía hacerlo sobre la pared me gustó, así como me gusta escribir. No me llamo artista, no me gusta.

Wilson Limones es diseñador gráfico de una imprenta y ‘freelancea’ como ilustrador. Junto con su amigo el escritor Martínez Zúñiga edita la revista humorística La Matemango. Sus ilustraciones y textos se pueden apreciar en Sengvou.blosport.com.

Las calles son su galería a cielo abierto. Es ahí sobre un muro callejero que Nina Simone canta: Tengo vida, tengo mi libertad/ Tengo la vida/ Y voy a mantenerla/ Tengo la vida/ Y nadie me la va a quitar/ Tengo la vida. (I)

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