El arte también nace a orillas del Daule

19 de Agosto de 2018
Texto y foto: Jorge Martillo Monserrate

César Martínez práctica la taracea con maderas nativas, arte que desea enseñar a los niños y jóvenes de su pueblo.

Para elaborar sus cuadros, Martínez utiliza maderas antiguas recicladas.

Las escenas y personajes de sus cuadros no están plasmadas en un lienzo con coloridos óleos o acrílicos. El arte de César Martínez es retratar a Daule, su pueblo natal, con su gente y costumbres. Su arte es forjar imágenes en un cuadro, pero uniendo pequeñas piezas de madera tallada. Lo suyo es la taracea, técnica que los árabes llevaron a la península ibérica y los sacerdotes jesuitas introdujeron al Ecuador.

Su arte es de madera fina. Los cuadros de César Martínez Magallanes, dauleño de 58 años, nacen en su taller a orillas del río Daule, calles Molina Arroyo y Malecón, de la parroquia Banife.

Su padre, César Martínez, fue su maestro. Era ebanista talentoso que murió hace 17 años. Él sobre muebles, puertas y ventanas que construía en laurel, amarillo, palo de vaca, roble, guayacán, pechiche, bálsamo y otras maderas difíciles de encontrar actualmente, a petición de sus clientes tallaba letras y figuras.

Nuestro artista años atrás fue profesor en Salitre, los fines de semana volvía a su pueblo y a trabajar con la madera. En el 2010, el Ministerio de Cultura organizó en Daule un taller de taracea a cargo del artista Tomás Jácome. Ahí descubrió que ese minucioso tallado en madera que aprendió con su padre era la legendaria taracea y que con ella podía crear cuadros artísticos.

Su primera exposición fue en junio de 2011, en el parque Abdón Calderón de Daule. “Los temas eran de lo nuestro, lo cholo, lo montuvio, el Daule antiguo, la niña Narcisa y otros personajes populares”, evoca orgulloso.

Su más importante muestra fue la realizada años atrás en Quito, en la sede de la Cancillería de Relaciones Exteriores.

“En Daule tenemos potencial artístico, pero lamentablemente el gobierno local no apoya lo cultural. Esa es la realidad de nuestro cantón. Talento es lo que más tenemos. Así que hacemos cultura con nuestros propios medios”, manifiesta.

Tras maderas finas

Su proceso creativo comienza en la noche, cuando imagina las escenas de su próxima obra, ideas que anota para no olvidar. Por la mañana, dibuja un boceto en cartulina y luego sobre un respaldo de plywood, y después talla esas imágenes, pero tiene que saber dónde va cada pieza y dónde va a emplear tal color, que es natural porque lo da cada tipo de madera empleada. Solamente los marcos de sus cuadros son pintados.

La madera fina para sus cuadros se la consiguen conocidos que trabajan demoliendo casas antiguas. Entre las maderas más preciadas por Martínez están: palo de vaca, roble, guayacán, bálsamo, amarillo, chanul, teca y un sinfín de maderas finas, pero recicladas.

Esa tarde, César Martínez, como todos los días, trabajaba en el portal de la casa antigua de sus padres. En un momento que deja de laborar comenta en son de broma: “Por ejemplo, esta casa de mis padres yo quisiera desbaratarla porque aquí tenemos maderas como el amarillo, el colorado, el guayacán prieto y bálsamo, imagínate cómo no voy a querer yo también tumbarla”.

¿Cómo coloreas tus cuadros, utilizas pintura?, indago y responde. “Sí, pero con el color propio de cada madera, sin tintes, ni pinturas, lo mío es netamente natural, es un trabajo exquisito y transparente en todo”.

Aquel día, César Martínez trabaja uno de los cuatro cuadros sobre La Última Cena de Jesús, destinados a sus cuatro hijos a manera de herencia en vida. “Porque no quiero que cuando yo no esté aquí –muera– se estén peleando por el único cuadro que está en mi casa. En tal caso, yo no imito a nadie. Eso sí sigo utilizando las mismas maderas finas pero recicladas, algunas pasan de cien años. Maderas de nuestro Ecuador: chanul, amarillo, guayacán, bálsamo, moral, guachapelí”.

Sin dejar de laborar comenta que sus temas siguen siendo sobre la cultura popular de Daule. “Lo tradicional: el arte del montuvio, las personas sin zapatos, el hombre viejo y arrugado por el tiempo de su trabajo en el campo. Siempre enfocándome en nuestra cultura montuvia. No me gusta imitar a nadie, ni ver lo que otros hacen, me gusta hacer lo que yo sé”.

Manifiesta que en varias ocasiones ha convocado a personas para enseñarles, pero a muy pocos les interesa. “Un amigo me pidió que le enseñara el arte, que él me pagaba, yo le dije: Tú con venir me pagas. Él ahora está haciendo arte aquí en el taller”.

Sin dejar de preparar la plantilla de su cuadro reflexiona: “Tú me ves aquí a lo pobre porque ese soy yo, muchos, porque medio saben algo, se creen los millonarios del país, pero en el corazón del saber y sentimiento no tienen nada. Se ilusiona con decir: Tengo dinero, pero ¿qué has hecho por tu país, por tu familia, por tus amigos? Siempre me ha gustado hacer labor social sin esperar nada a cambio. Si vas a hacer algo, hazlo, pero sin pedir nada a cambio. Ni lo andes divulgando por las redes sociales”.

Su proyecto es realizar un taller con unos treinta o cuarenta muchachos de 12 a 18 años. Antes enseñó a adultos, pero ellos después de hacer un cuadro se olvidan y se van. Por eso ahora quiere seleccionar a más pequeños. Esa idea se le ocurrió porque los domingos cuando está retocando sus cuadros, “los niños me ven y preguntan porque quieren aprender. Aquí las instituciones no dan el apoyo necesario. Mi familia me apoya, aunque sea dándome ánimos o diciéndome que soy loco, pero igual, esa es mi locura y nadie me la va a quitar”.

Así es César Martínez. Su arte huele a madera, río y autenticidad de pueblo profundo.

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