Artista y polifacética

30 de Septiembre de 2012
Texto y foto Jorge Martillo M.

Historia de vida de una mujer dedicada al arte, a la naturaleza de su ciudad natal y a difundir la cultura catalana en Guayaquil.

Como una ceiba floreciente y frondosa. Así es Montserrat Maspons y Bigas, hija de españoles, guayaquileña de 91 años. Su historia comienza cuando su padre, el catalán Pedro Maspons y Camarasa, un emprendedor y amante de las artes, decidió hacer fortuna en América. Es contratado para trabajar en una farmacia en Buga, Colombia. Pero cuando su barco atraca en Barranquilla no le permitieron desembarcar por una cuarentena a causa de la fiebre amarilla. El siguiente puerto era Guayaquil, donde llegó en 1905 y se quedó.

Pedro Maspons en nuestra ciudad se convirtió en un exitoso empresario, primero importando vinos y exportando café. En 1911 se casó con Shara Bigas y sus cinco hijos nacieron en Guayaquil, siendo una de ellas, Montserrat. Es a la muerte de su hija María Elena y de su esposa cuando a sus 35 años viajó a Barcelona con sus cuatro hijos. Luego de dos años retornó. Después volverían sus hijos mayores. Cuando estalla la Guerra Civil Española, huyendo de ese conflicto, regresan sus hijas, Shara y Montserrat.

Montserrat no conocía Guayaquil porque se había marchado con pocos meses de nacida. Regresó en 1936. Tenía 15 años. Su cultura es europea. Habla italiano, inglés, francés, además de catalán y español. Ya dibujaba, aún guarda dibujos que realizó durante la larga travesía marítima: Barcelona-Guayaquil. De manera obligada iba a conocer a su tropical ciudad natal. Le costó muchísimo adaptarse al clima, alimentación y situaciones como encontrar un lagarto en el garaje de su casa, al pie del estero Salado o escorpiones debajo de su almohada. Le impresionaba ver a la gente caminando descalza por la ciudad. Pero poco a poco hizo amistad con catalanes y guayaquileños. Y amar a Guayaquil y a su naturaleza.

“Fue la compañera de su padre, Pedro Maspons, durante muchos años en Guayaquil. En esas circunstancias, lo ayudó en la labor cultural que él emprendía”, comenta el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. Su padre era amigo –y a veces, mecenas– de los artistas José Antonio Homs, Enrico Pacciani, Ramón Subirats, José María Roura Oxandaberro y además con el maestro Ángelo Negri compuso canciones como la marcha en honor a Guayaquil: Mi ciudad. Algunos de ellos fueron maestros de la joven y talentosa Montserrat.

La familia

En 1944, ella se casó con Enrique Guzmán Sánchez –quien murió en 1979–. Una historia de amor que comenzó a bordo de un barco acodado en el río Guayas. Tendrían seis hijos: Enrique y Montserrat, Nuria, Roser, Jaime y Mercedes María Guzmán Maspons.

Es esta última, la que me cuenta sobre su madre. Porque la tarde de nuestra entrevista, Montserrat -que se está recuperando de un infarto cerebral– no tiene ánimos de conversar y prefiere disfrutar de la tarde en un hermoso jardín interior de su casa de Primero de Mayo y Pedro Moncayo.

Ese domingo, Mercedes cuenta que cuando su madre se embarazó por primera vez le pidió a la Virgen de Montserrat que le diera un niño moreno y una niña rubia. Durante los meses de embarazo repetía lo mismo. Lo que no le hacía mucha gracia a su esposo. Cuando iba al médico este decía que era uno solo, pero grande y mal colocado. Ella seguía asegurando que eran mellizos: el niño moreno y la niña rubia. Hasta que otro doctor descubrió que realmente eran mellizos. “Y nacieron exactamente como ella se lo había pedido a la Virgen: el niño moreno con un mechón y la niña rubia peladita”, refiere Mercedes esa historia de realismo mágico.

En el campo de la cultura, Montserrat Maspons ha integrado, fundado y presidido algunas instituciones. “Ella es a la persona que más le debo porque influyó en mi carrera de pintor y consiguió mi beca para irme a España en los cincuenta”, testimonia el artista Enrique Tábara. “Tengo gran aprecio y agradecimiento por todo lo que hizo”.

También presidió la Agrupación Femenina pro Arborización de Guayaquil y por largos años sembró árboles frondosos –como samanes– en parques y parterres de diversas avenidas como la 25 de Julio hasta llegar a Puerto Marítimo.

A comienzos de los años ochenta, en el kilómetro 13½ de la vía a la costa, transformó un antiguo vivero en El Palma, donde ha sembrado de 100 a 110 diferentes variedades de palmeras de todo el mundo. Convirtiéndose en una de las introductoras del cultivo de las palmas ornamentales en el Ecuador

“Todas las palmeras que están ahí son ejemplares de una diversidad increíble –comenta Mercedes Guzmán–. Siendo la palma azul la niña bonita del sitio”. Recuerda que años atrás, cuando remodelaron la calle Pedro Moncayo, frente al parque Centenario, y deseaban tumbar los ceibos, Montserrat durante varias semanas protestó con plantones y colgó de esos árboles letreros con la leyenda: “No me maten”. Pero finalmente se perdió esa batalla.

“Es una artista de primera categoría”, asevera Pérez Pimentel. Recuerda sus exposiciones de cerámica y pintura en Guayaquil y Quito.

 

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