Edwin Rivera: Arte rústico y utilitario

02 de Noviembre de 2014
Texto y fotos: Jorge Martillo M.

En un taller de Mapasingue, Edwin Rivera transforma en arte troncos y ramas que rescata en las calles de Guayaquil.

Su inspiración es la naturaleza. Todo comienza cuando en calles y carreteras recoge troncos abandonados para transformarlos en arte. Él es Edwin Rivera Velástegui hace 38 años nació en Guayaquil, aunque gran parte de su vida estuvo radicado en la Amazonía.

Su taller está en las faldas de un cerro de Mapasingue, popular sector de invasiones poblacionales, donde vivió desde niño.

Recuerda que con sus hermanos y amigos de barrio iban a recorrer los cerros en busca de iguanas y palomas tierreras. La mayoría de escenas que aparecen en sus esculturas rústicas da cuenta de la fauna y flora del Oriente ecuatoriano, especialmente del Puyo y Tena donde residió parte de su infancia y juventud.

“Todos los trabajos que he realizado se han inclinado a la naturaleza –manifiesta mientras con un formón talla un tronco pero respetando las formas caprichosas del árbol– Me inspira quizás el canto de un ave, el murmullo del viento, el trabajo de una hormiga, el movimiento de una serpiente o la fuerza de un caimán. Eso me ha inspirado toda la vida”.

Ya de vuelta en Guayaquil, a los 22 años, ingresó a una escuela de artes plásticas donde aprendió nociones de pintura y escultura hasta que se retiró y decidió ser autodidacta.

Arte natural

Hace casi dos años, junto a su hermano materno el arquitecto Elías Villanueva, decidieron unir fuerzas y crearon la microempresa Rústica, Arte Natural, él se encarga de lo artístico y su hermano de proyectos arquitectónicos.

“Rústica es una inmobiliaria que ofrece muebles exóticos relacionados con la naturaleza y asesoramiento arquitectónico. Mis obras están basadas en la naturaleza y deseo fomentar la conciencia ecológica”, dice rodeado de troncos.

Así ha creado piezas que sirven como mesa, camas, libreros, repisas, pequeños porta velas. “Lo mío es salir y recoger un tronco abandonado y convertirlo en un objeto de arte –manifiesta mientras va transformando un tronco de samán en un sofá al que piensa tallarle un armadillo y flora exótica–. Primero no puedo predecir lo que va a surgir de ese tronco pero definitivamente será arte”.

Informa que en Guayaquil y sus alrededores lo más común de rescatar son troncos de cedro, laurel y el samán. El proceso se inicia cuando Rivera cura esa madera con elementos químicos y la mantiene seca para cuando la necesite. Para transformar en esos troncos es necesario manejar herramientas, como la motosierra para cortes precisos, y también la máquina para pulir troncos y ramas. Después talla con formones y martillo, también con gubias. Es así que de esos troncos van brotando hermosos elementos de una fauna y flora tan nuestra como mágica.

Sus esculturas las pinta con colores que extrae de las hojas y le da textura con una masilla que forma con el aserrín y ciertos pigmentos naturales.

El formato promedio de sus esculturas rústicas es de 80 centímetros de alto y diámetro como para ser ubicadas en interiores como exteriores. Según el grado de dificultad de la pieza, Rivera demora en realizar una escultura de uno a tres meses.

“Toda mi obra de arte tiene una utilidad, trato de que no solo sea estética, sino de que sea servicial también”, dice Edwin Rivera, un escultor que espera que sus obras rústicas fomenten la conciencia ecológica de cada individuo y sueña con que sean conocidas internacionalmente.

Contacto: Rústica, Arte Natural, Mapasingue Este, Primera 920 y Novena. Telf.: 098-642-8380.

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