Amalio Martínez: Maestro de la ginecología

23 de Noviembre de 2014
Sheyla Mosquera

El médico Amalio Martínez fue elegido a nivel latinoamericano como el mejor profesor en su especialidad. Pertenece al staff de la sección El Especialista de La Revista.

Lo supo desde muy joven. Cuando tenía 6 años su mamá le dijo: “Amalito, de grande tienes que ser médico”. Pues ese mensaje se interiorizó tanto en él que creció con esa idea.

Amalio MartínezSus padres, Eloy Martínez y Bélgica Nieto, no fueron profesionales, pero sí unas personas sabias que le enseñaron que debía prepararse y ser un gran hombre.

Pero el aprendizaje que adquirió en el movimiento scout, que se caracteriza por ser de servicio y de ayuda al semejante, también contribuyó para que Amalio tomara la decisión de estudiar Medicina. Por ello se inscribió en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG) cuando tenía 19 años.

Siendo aún estudiante de Medicina decidió ocupar los espacios libres que le quedaban durante el día para impartir clases de Ciencias Naturales y de Biología. Empezó en el colegio La Dolorosa y luego en La Inmaculada, el Liceo Panamericano y la Sociedad Filantrópica del Guayas.

Descubrió que tenía ese don de transmitir los conocimientos a los demás. Después continuó superándose hasta que en 1975 se graduó de médico y le entregó a su mamá el título. Ese momento fue muy especial. Le dijo: “¡Mamacita, se cumplieron tus sueños! “Ella se sintió tan orgullosa de mí. Tanto que ambos lloramos”, recuerda.

A él no le importa llorar. A sus 66 años aún lo hace. Cree que el hombre no debe tener vergüenza por expresar sus sentimientos. Llora cuando se acuerda de sus padres fallecidos, cuando ha salido victorioso ante una enfermedad o cuando lo han premiado por sus logros.

En el 2010 fue distinguido con la presea Maestro de la Ginecología y Obstetricia del Ecuador, por la Federación Ecuatoriana de Sociedades de Ginecología y Obstetricia (Fesgo). Y en septiembre pasado, la Federación Latinoamericana de Ginecología y Obstetricia (Flasog) con sede en Brasil lo reconoció como el mejor Maestro de la Ginecología y Obstetricia de Latinoamérica.

Esta elección la realiza cada cuatro años la Comisión Científica de la Flasog, que considera aspectos como trabajo de investigación, dedicación a los pacientes, aspecto humano y docencia.

A Amalio le comunicaron que su nombre estaba en la lista de los más opcionados de Ecuador y que su postulación iría a Panamá, y que posteriormente tomarían la decisión final en Brasil. También le dijeron que rezara, porque a lo mejor podría estar entre los ganadores.

Eso hizo. Le rezó a Dios y a la Virgen, porque es muy mariano. Su madre le enseñó desde niño a creer en Ella, a crecer con espiritualidad. Incluso, la admira en la advocación Virgen de Guadalupe desde que vivió en México cuando realizaba su posgrado en ginecología.

El día que le informaron que había sido designado como el mejor Maestro de la Ginecología y Obstetricia de Latinoamérica sintió mucha emoción. En ese instante pensó que era un reconocimiento que realmente se lo merecía.

Años de graduado

Amalio pertenece a la primera promoción de médicos de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil y el próximo 30 de diciembre cumplirá 39 años de graduado.

Entre los maestros que le dejaron valiosas enseñanzas, dice, están los doctores José Manrique Izquieta, decano fundador, José Daniel Rodríguez, Norberto Nevárez Vásquez, Fernando Procel Hidalgo y Oswaldo Párraga Sosa. Pero su profesor de Cirugía Walter Franco Hidalgo fue quien supo inculcarle no solo el respeto al paciente, sino el deseo de investigar y tener entrega total al enfermo.

Y eso fue precisamente lo que Amalio desde 1990 hasta la actualidad ha inculcado en sus alumnos de la cátedra de Ginecología y Obstetricia en la Facultad de Ciencias Médicas de la UCSG. Siempre les enseña que cuando vean al paciente lo saluden, le regalen una sonrisa y lo traten con amabilidad, porque es alguien que por su situación de salud precaria necesita aprecio, cariño y respeto.

Normalmente, refiere, los profesores dan a los alumnos buenas enseñanzas, no solo en la parte científica, sino en la humana. Pero también es cierto que muchos de los valores se aprenden en la casa.

“Los alumnos deben ser capaces de decirse a sí mismos ‘si voy a dedicarme a ser un médico, tengo que tratar de ayudar y de participar con el Creador tanto en el nacimiento de una nueva vida como en el mantener la salud de mis pacientes’”.

Amalio está convencido de que es un buen profesor, porque mezcla mucho el saber enseñar con un poco de sentimiento paternalista, pero de manera estricta. Tanto que al comienzo espanta un poco a los alumnos.

“Los obligo a que entren a clases puntualmente. No acepto que después de que ingreso hagan desfiles de entradas y salidas. Si los respeto, tienen que respetarme”, asegura.

También trata de subirles el autoestima. Les dice: “Recuerden, nosotros somos médicos, la mejor profesión que existe”. Incluso les enseña que deben tener cultura general y sobre todo respeto a la vida. De tal manera que se llevan un paquete en el que no solo está el conocimiento médico, sino otros aspectos importantes en la formación de una persona.

Su vida familiar

Amalio se casó hace 39 años con Carmen Zea Montoya y tuvo tres hijos: Paolo (34) y los gemelos Francisco y María Gabriela (28). El enlace se realizó justo cuando le tocó hacer la rural en Esmeraldas, y ella lo acompañó.

Esto permitió que Carmen experimentara muy de cerca las guardias y las urgencias de Amalio. Se entusiasmó tanto que al regresar a Guayaquil entró a estudiar enfermería en la Universidad Católica y luego hizo una maestría en Terapia Familiar Sistémica. En ambas carreras obtuvo el mejor promedio, siendo la mejor egresada de su promoción y premio Filantrópica.

Carmen fue alumna de Amalio en uno de los colegios donde daba clases. Cuando la conoció tenía 14 años y él, 22. Pero aunque le gustó y se había enterado de que ella también a él, en ningún momento olvidó que ante todo era su maestro.

“Nunca la olvidé hasta que nos volvimos a encontrar dos años después. Yo trabajaba en otro colegio y empezamos solo una amistad que con el paso del tiempo se convirtió en enamoramiento”. La relación de ambos, asegura, nunca fue a escondidas. Los padres de Carmen permitieron que la visitara y se casaron cuando tenían 19 y 27 años.

“Cuando nos casamos me di cuenta de que necesitaba una mujer que fuera profesional. Entonces le pagué los estudios en la universidad, dentro de las limitantes económicas de un médico joven que iba a hacer un posgrado”.

Carmen supo responder a las expectativas de Amalio. “Ella no solo es mi compañera de la vida, sino de las ciencias y la docencia, actualmente es profesora en la UCSG”.

Además, hace 25 años crearon el grupo Amacar (Amalio y Carmen). Juntos imparten charlas sobre educación sexual, relaciones de pareja, menopausia y climaterio. Además dan los cursos prematrimoniales de la Arquidiócesis de Guayaquil, en la parroquia La FAE.

Amalio sueña con jubilarse el próximo año para viajar con Carmen y disfrutar juntos de la vida. Claro, dice, sin descartar la idea de seguir trabajando en Amacar y poder ayudar a mucha gente para que sea feliz como ellos.

El Especialista

Amalio es parte del staff de la sección El Especialista de La Revista desde hace doce años. Y como ginecólogo y sexólogo ha respondido cartas con inquietudes de los lectores no solo a nivel nacional, sino internacional.

Con este espacio, dice, la gente puede salir de una serie de inquietudes, despejar una serie de mitos o de situaciones que la mantienen en una expectativa de si será verdad o mentira.

Además, como orientador en temas de sexualidad humana la gente le pregunta cuál es el secreto para ser feliz, y su respuesta es el amor. “El amor hay que manejarlo como una plantita muy delicada con flores y todos los cuidados: sacarla al sol, echarle agua y ponerle un poquito de abono. Nunca hay que dejar que muera”, asegura.

 

  Deja tu comentario