La vivienda incremental de Alejandro Aravena

08 de Mayo de 2016

La ‘casa incremental’ propone diseñar soluciones habitacionales con pocos recursos y que puedan ampliarse.

Aunque suene contradictorio dejar una casa ‘a medio terminar’, eso podría ayudar a elevar la calidad de los proyectos de vivienda de interés social, manteniendo el bajo costo. Ese es el enfoque de la ‘vivienda incremental’ propuesta por el arquitecto chileno Alejandro Aravena, quien este año obtuvo el premio Prikster (considerado como el Nobel de la arquitectura).

El objetivo de ese diseño es involucrar a los habitantes de una comunidad en el proceso de construcción de acuerdo con sus capacidades y recursos, mejorando su estándar de vida.  Para ello se les provee la mitad vertical de una casa de dos o tres pisos, a modo de edificio, con opción de ampliarse, para lo cual se han incorporado la estructura básica y servicios (baño, cocina, escalera, techo, muros). Todo esto con los mismos fondos con los cuales se levantaría una vivienda sencilla, de menor tamaño final y sin oportunidad de crecer.

Lo anterior es una alternativa que Aravena, director de la firma Elemental (Santiago) vislumbra como una solución frente al déficit habitacional en las grandes ciudades, ligado a la migración interna y la ocupación informal.

“Cuantas más personas vienen a las ciudades, mejor, porque las ciudades son herramientas poderosas para mejorar la calidad de vida... El problema es que la escala, la velocidad y la precariedad de medios con los cuales tenemos que responder a este proceso de urbanización no tienen precedente en la historia humana”, recalca el experto. “Y no podremos ser capaces de responder a tal desafío a menos de que usemos la propia capacidad de las personas para proveerse, personalmente, con el ambiente construido”.

Aravena desarrolló esa tipología en el 2003, en Iquique, Chile, cuando debía reubicar a 100 familias de asentamientos ilegales. Cada familia contó con un subsidio de $ 7.500 del Gobierno para la compra del terreno y construcción, presupuesto que apenas permitía levantar casas muy pequeñas en el espacio destinado o insuficiente número de unidades habitacionales. “Optamos por proyectar una vivienda de clase media, de la cual podemos entregar, por ahora (dados los recursos disponibles), solo una parte”, explica.

Ese primer proyecto se convirtió en la Quinta Monroy, el cual ha sido replicado en varias ciudades chilenas, así como en México. Y podría seguir multiplicándose, dado que Elemental compartió en su web (elementalchile.cl) cuatro diseños de estas características para libre uso.

Resultados y ganancias

Esa edificación otorga a sus residentes los siguientes beneficios, los cuales podrían interesar a los gestores de vivienda social:

Buena localización. Como se trata de proyectos suficientemente densos, los inversionistas pueden costear suelos caros y mejor localizados. Eso evita el desplazamiento a las periferias, donde el suelo es más barato, alejando a los individuos de las oportunidades que los llevó a vivir en la ciudad: trabajo, salud, educación. “Es clave para que la economía familiar se conserve y para la valorización de la propiedad”.

Crecimiento armónico. Gracias a la primera mitad de la casa, la expansión se construye enmarcado a un solo diseño, impidiendo el deterioro del vecindario.

Diseño urbano. El espacio colectivo se introduce entre el espacio privado (lote) y el espacio público (calle), permitiendo acuerdos entre familias.

ADN de clase media. Tras el crecimiento, el estado final de la casa se apega al de una residencia de clase media. Se alcanzarían dimensiones de 72 m2 mínimos o 4 dormitorios (3 por 3 m2) con espacio para clóset o cama matrimonial, baños cerca de las habitaciones con tina y no solo ducha (con sitio para lavadora), y posibilidad de estacionamiento para el auto. “Nada de esto está siquiera cerca de ser el caso de la vivienda social de hoy en día”. (I)

Arquitecto del año

Para el jurado de Prikster, la obra de Alejandro Aravena “brinda oportunidades económicas a los menos privilegiados, mitiga los efectos de los desastres naturales, reduce el consumo de energía y ofrece un acogedor espacio público”.
 

Tras un desastre natural

La incrementalidad también favoreció a los afectados por el tsunami que devastó a Constitución, Chile, en el 2010. Allí se construyó Villa Verde, con 484 viviendas. En el lugar Aravena impulsa un plan de reconstrucción sustentable a nivel urbano.
 

Fuentes: plataformaarquitectura.cl, nytimes.com, clarin.com

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