Protocolo: Si Carreño volviera a la vida

Por Connie Hunter
23 de Septiembre de 2012

“Una escena común en toda reunión es ver a un grupo de personas que a ratos no se hablan ni se miran, pues están ocupados con su smartphone. No aparecerá entonces la maestra china que reviente el celular contra el piso, pero puede aparecer la abuela”.

Un video colgado en YouTube inspiró estas líneas. Se titula Maestra china rompe celular alumno en clase. Esa frase dice exactamente lo que en los 37 segundos ocurre: la profesora, indignada porque su alumno contestó el celular en clase, tomó el aparato y lo lanzó al piso. El impacto fue tal que el celular se destruyó completamente.

No se entiende la clase que ella dicta, pero el lenguaje no verbal es clarísimo. Nada que no ocurra en una clase en este otro lado del mundo. No me refiero a la reacción de la maestra, sino a la del alumno. ¿Contestar una llamada en clase? ¿Es eso aceptable? ¿Es eso habitual?

Reflexiones iban y venían con un compañero de trabajo después de haber visto el video. ¿Qué hubiera dicho Carreño al respecto?, nos preguntamos. Carreño, sí. El venezolano que en 1853 redactó el manual de protocolo y etiqueta del que hasta ahora se habla, aunque no necesariamente se ha leído.

Este famoso documento de don Manuel Carreño, que desborda respeto y amor hacia los demás, sirvió de referencia para definir y establecer los buenos modales en la sociedad. La propuesta ha tenido sus actualizaciones conforme la civilización se ha venido “descivilizando” o, mejor dicho, cuando los expertos en buenos modales lo han considerado necesario.

Qué mejor momento entonces para aumentarle un capítulo ahora que a nuestra vida ha llegado el celular y que lo llevamos a clase, al cine, al teatro o hasta a una boda.

Sobre las cenas y cocteles a las que nos inviten, don Manuel recomendaba que se lleve un detalle como flores o dulces a la anfitriona y un licor al anfitrión. Actualmente, es más probable que a una reunión vayan nuestras manos ocupadas con un celular y que este aparato permanezca allí todo el tiempo mientras charlamos, bailamos o cenamos.

Ocuparía también un espacio importante en nuestra mesa. Si nos dejaran solos, lo agarraríamos para revisar mensajes. Si la velada estuviera interesante, el aparatito sería nuestro aliado, pues nos serviría para hacérselo saber a todo el mundo través de las redes sociales.

Una escena común en toda reunión es ver a un grupo de personas que a ratos no se hablan ni se miran, pues están ocupados con su smartphone. No aparecerá entonces la maestra china que reviente el celular contra el piso, pero puede aparecer la abuela.

Aquella señora mayor que no entiende qué le pasa a la juventud, que se queda pegada a un celular. Esa señora que recuerda que don Manuel nos dejó por escrito que el pan no se corta con el cuchillo sino con las manos, o que preguntar la edad es mala educación. Ella podría ser quien nos salve de este nuevo comportamiento, al que no defino como bueno o malo, pero que pongo en la mesa de debate para que de una vez por todas tracemos límites antes de que venga la maestra china y haga justicia con sus propias manos.

chunter@eluniverso.com

 

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