El valor del tiempo: Sacarle el jugo

Por Connie Hunter
03 de Mayo de 2015

“Pero estamos ahí, enterados y queriendo enterarnos de todo, acumulando tesoros y haciéndonos creer que sabemos más o que estamos más cerca de los que están lejos”.

Detenerlo, aprovecharlo y sacarle el jugo al tiempo ha sido una preocupación antigua. En 1748, Benjamin Franklin lo expresó en pocas palabras en una pequeña obra llamada Consejos a un joven comerciante. Para él, todo el tiempo que se perdía mientras se podía ganar dinero era tiempo perdido. Así, el lema Time is money (el tiempo es dinero) suena hasta hoy como una verdad indiscutible.

Pero a la nueva era no solo le interesa el dinero. Tan valiosa como este es, hoy por hoy, la comunicación. Y es la tecnología la que nos ha otorgado esa sensación casi de omnipresencia y de poder que antes no teníamos. No se trata solo de dinero, pues no ganamos algo tangible con saber cómo está nuestro hijo al otro lado de la ciudad o lo que pasó en otro país diez segundos atrás.

La competencia por estar enterado tiene un valor inconmensurable también en el ámbito social. Salta entonces la frase de Topo Gigio: “Lo dije yo primero, lo dije yo primero”, cuando en una reunión alguien sale con la última noticia de cualquier ámbito. Su dispositivo móvil se la chismeó y comentarla en alta voz puede ser un nuevo tópico a tratar.

Gracias a esa inmediatez, los padres, novios o amigos que no tienen pronta respuesta a un mensaje pueden hasta enloquecer. Si este tiene un visto, no llega, y si tiene dos, sí, pero no ha sido leído. Pero si ha sido leído y no respondido, se puede generar una serie de ideas sobre el otro que no tienen por qué ser ciertas.

Lejos quedaron los tiempos en que un pesado teléfono de casa sonaba y, si nadie contestaba, no pasaba nada. Riiiiiiiing, riiiiiiiiiiiing... no ha de haber nadie en casa, intentaré luego. ¡No, eso no puede ser posible! ¡El otro tiene que responder ya! Nuestra mente fatalista nos lleva a ideas como ¿será que anda con otro (a)?, ¿será que lo (a) asaltaron?, ¿será que no quiere hablar conmigo?, ¿se habrá molestado por algo? Puede que sí, pero también puede que no.

No podemos pensar que quizás estaba en el baño, que el teléfono estaba dentro de ese gran agujero negro llamado cartera donde confluyen objetos de todo tipo y los sonidos del timbre se guardan muy bien o que dejó el teléfono en el carro. ¿Dejarlo en el carro? ¡Se lo pueden robar! ¿O es que anda en algo extraño y no me quiere contestar? ¡No, señores! El dispositivo móvil no es un órgano externo imprescindible para la vida. No es un marcapasos ni una prótesis. Es un objeto de gran utilidad que cualquiera en su momento puede olvidar. ¿En estos tiempos? Sí, en estos y todos los tiempos.

Ya no se espera al periódico del día siguiente para saber lo que ha pasado en el mundo. En su lugar, chequeamos el twitter o los portales noticiosos hasta llenarnos de datos que después quizás hasta olvidamos. Pero estamos ahí, enterados y queriendo enterarnos de todo, acumulando tesoros y haciéndonos creer que sabemos más o que estamos más cerca de los que están lejos. (O)

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