Zambullirse en la oscuridad

28 de Diciembre de 2014
Patrick Healy | The New York Times

Pese a someterse a un largo tratamiento contra el cáncer, el actor australiano Hugh Jackman no ha parado su ritmo de trabajo.

Hugh Jackman

Wolverine parece siempre joven, pero, indudablemente, Hugh Jackman está envejeciendo. El actor, quien cumplió 46 años en octubre, se cansa con mayor facilidad que antes; o eso dijo tras dar una respuesta vaga en una entrevista reciente.

Está terminando un tercer tratamiento contra el cáncer de piel en el último año. Se da cuenta de que está considerando ejemplos como Paul Newman y Richard Burton, y quiere más en su carrera, y pronto. Es parte de la siguiente entrega de la enormemente popular serie X-Men, pero suena casi avergonzado al respecto y dice que no le importaría que el papel de Logan/Wolverine fuera más reducido. “En cierta forma, todavía me pienso joven, y queda bastante tiempo para seguir, pero, entonces, te das cuenta de que tienes 45, 46, y se te ocurre la idea de tomar grandes retos en tu vida: si no es ahora, ¿cuándo?”, comentó Jackman, inclinándose hacia adelante en el sofá de un hotel en el centro de la ciudad.

Se está respondiendo esa pregunta a sí mismo, dando pasitos (un programa de ejercicios antes del alba, cerca de su casa en Manhattan) y grandes, como abandonar Houdini, un proyecto musical de larga preparación, para optar por un drama nuevo y escalofriante, titulado The River, para el que se llevan a cabo funciones de preestreno, como su siguiente espectáculo en Broadway.

En la superficie, The River parece un clásico Jackman: su personaje es un tipo fuerte y romántico –adecuadamente llamado el Hombre–, quien, en un escape amoroso, lleva a su novia a una cabaña para pescar y retozar. Sin embargo, las apariencias engañan, tanto en relación con Jackman como con la obra de teatro.

Su edad está escrita en el rostro (tras un largo día de trabajo, parece tan demacrado, como el resto de nosotros), y es menos físicamente imponente cuando no está en el modo Wolverine de ejercitarse: su brillante sonrisa atrae miradas, no el torso o los bíceps musculosos. Y, por momentos, la obra de teatro resulta tener una cualidad misteriosa, hasta siniestra. No se trata de una farsa de héroe de acción.

The River también le ofrece a Jackman la oportunidad de extenderse porque trabaja, por primera vez, con el importante dramaturgo Jez Butterworth, cuyo talento para explorar los aspectos oscuros y destructivos de los hombres le mereció una nominación a un Premio Tony en el 2011 por su drama Jerusalem, presentado en Broadway.

Butterworth ha escrito un papel que podría perturbar a algunos seguidores de Jackman, dados los secretos que divulga el Hombre, pero es un personaje al que el actor llamó “la cosa más emocionante que haya hecho alguna vez”.

“Es algo que nunca había tenido oportunidad de hacer, un texto increíble que tiene un sentido mítico y atemporal, y un personaje peligrosamente cercano a mí mismo en algunas formas”, explicó Jackman, sentado junto con Butterworth, antes de un ensayo vespertino. “Cualquier cosa que esté tratando de lograr en mi vida... si no es ahora, ¿cuándo? Y creo que el Hombre se está preguntando lo mismo después de tratar de conectarse con una mujer, en muchísimas ocasiones. Se pregunta: ¿es él capaz de hacerlo?”.

La obra en Broadway

The River es también un cambio para Butterworth, así como su obra más personal hasta ahora, atiborrado de temores sobre la capacidad de un hombre para construir y sostener relaciones íntimas. Empezó a escribir la obra durante la presentación de Jerusalem en Broadway, de tres horas, 16 personajes épicos, en la que se deconstruye a la Inglaterra moderna mediante el trabajo duro de un pícaro encantador (interpretado por Mark Rylance).

Inclinado a ir en una dirección nueva, imaginó The River como una pieza más corta, de tres personajes. (La obra dura unos 80 minutos.)

Escribió la primera mitad rápidamente, hasta una escena en la que el Hombre se enfrenta a un recuerdo simbólico. Sin embargo, después de eso, Butterworth se encontró compartiendo los pensamientos recientes de Jackman: ponderando sus siguientes acciones y preguntándose si valían la suficiente pena como para dedicarse a ellas.

El director Ian Rickson, colaborador de tiempo atrás de Butterworth, le ofreció las provocaciones de otros artistas: citas escritas en tarjetas, como una de Ted Hughes sobre cómo toda la poesía “es una revelación de algo que el escritor no quiere, de hecho, decir, pero necesita comunicar desesperadamente; algo de lo que lo libren”. Rickson también organizó lecturas informales de la obra con actores, pero Butterworth seguía presentándose con las mismas páginas. No fue sino hasta un año después que se sentó y, en una sola noche, escribió la segunda mitad de la obra.

“Pasaron dos semanas antes de que muriera mi hermana de cáncer”, dijo sobre Joanna Butterworth, administradora en la Academia de Música y Arte Dramático de Londres. “Estuvo en nuestra granja durante las últimas etapas de su vida”. Le dedicó The River.

“Repentinamente, sentí que podía asumir el riesgo que parecía estarme pidiendo la obra de teatro”, agregó. “Sentí que tratabas de atrapar a tu propio ser en el espejo, sin mirarte en él; que podías vencerte a ti mismo para hacerlo. Quería crear momentos que te ponen la carne de gallina, como ese. Es la obra más difícil que haya escrito”.

Papeles más ‘oscuros’

Actuar en una obra de un destacado dramaturgo tuvo un atractivo particular ya que Jackman captaba los esfuerzos para Houdini, que había pasado por múltiples compositores y guionistas. “Cuando tiene éxito una nueva obra de teatro y se divulga, no hay nada como eso”, explicó. “Es oro puro. Me encanta sentirme como que estoy entre el primer público que fue al Globe para ver El mercader de Venecia”.

“También pensé en Newman y Burton, en cómo seguían recurriendo a obras nuevas para mantenerse avispados”, continuó. “Burton hasta estuvo como actor sustituto en Equus, la original en Broadway, algo que es muy raro que haga una estrella”. (Al preguntársele si alguna vez consideraría ser sustituto, dijo que hay un papel que haría: el padre, gay no declarado, que se suicida en el musical Fun Home, que se estrenará en Broadway en primavera. “Es un papel extraordinario”, notó).

Jackman, evidentemente, tiene ansias de papeles todavía más oscuros. Comentó que se sometió alegremente a una hora de audición para Jean Valjean en la película musical Les Misérables, y que si pudiera interpretar a otro personaje de los X-Men, sería el archivillano Magneto (Ian McKellen en las cintas).

También le intriga que The River se presente en el teatro más pequeño en el que haya trabajado desde la escuela de drama en Australia, en el Circle, con 650 butacas, en Times Square. La producción, a la que le está yendo muy bien en la taquilla, vende asientos “ribereños” que rodean al estrecho escenario circular, así es que algunas personas estarán a solo unos metros de Jackman.

“Estar tan cerca realmente exige que seas increíblemente honesto, porque el público puede darse cuenta si estás actuando”, explicó Jackman. “Pero es de doble sentido. La primera obra que vi en Broadway fue Hughie, protagonizada por Al Pacino”, en 1996, en el Circle, en Times Square. “Me levanté a las 5 a.m. para conseguir boletos. Y Deb se quedó dormida a los 20 minutos de que empezó. Al tenía este largo monólogo en el que estaba borracho, y juro por Dios que miraba fijamente a Deb cuando estaba actuando. Se veía realmente enojado”.

En caso de que sí haya quien cabecee en The River, el olor a trucha real al destriparla y cocinarla puede ser una llamada de atención. Jackman hace los honores durante una prolongada escena. No es bueno para la pesca: su hijo y él hicieron recientemente un viaje a Montana para prepararse para The River y solo el joven Óscar atrapó un pez. Jackman ha estado destripándolos y cocinándoles en su casa desde hace poco, no obstante, con consejos de un amigo chef para preparar muchos en una sola noche en su casa, para dominar la rutina.

“Hace poco me llevaron cuatro pescados y quedaron realmente buenos”, contó Jackman. “Había pasado tanto tiempo desde que había cocinado yo solo en la cocina. Pero a los 46 años se siente bien estar probando cosas nuevas, aunque sea destripar a una trucha”. (E)

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