Bailar es libertad

03 de Mayo de 2015

Un bailarín iraní arriesga todo para formar una compañía de danza en su país natal, en medio de conflictos políticos y la prohibición que regía en el país sobre el baile.

La actriz Freida Pinto, el bailarín Afshin Ghaffarian (c) y el actor Reece Ritch

¿Se imagina que a Isadora Duncan, Rudolph Nureyev, Pina Bausch o al mismo Michael Jackson se les hubiese prohibido hacer lo que sabían: bailar? ¿Que hayan sido castigados legalmente por ello? Lo que la humanidad se hubiese perdido. ¿Quién querría vivir en un mundo sin baile? Sin la expresión artística, la vida sería viciada.

¿Para qué bailar si nadie puede verte? Pero hay un lugar donde puedes bailar y sentir lo que es respirar, el desierto. Es la idea de Bailando por la libertad (Desert Dancer), ópera prima del director británico Richard Raymond, quien lleva al cine la conmovedora historia real de Afshin Ghaffarian, un joven iraní que llegó hasta las últimas consecuencias para cumplir su sueño. En compañía de sus amigos, Afshin aprendió los movimientos de Gene Kelly, Pina Bausch, entrando clandestinamente a YouTube en medio de las agitadas elecciones presidenciales del 2009 en Irán. Con la libertad de expresión amenazada y cuando bailar era prohibido en un país que antes contaba con reconocidas compañías de ballet y danza contemporánea, este joven encontró en su cuerpo la herramienta para declarar su libertad.

Desert Dancer se estrenó en Alemania en el 2014. Es Reece Ritchie que hace el papel del joven Afshin y la actriz Freida Pinto (Slumdog Millionaire) que entrenó intensamente 8 horas diarias durante 14 semanas para interpretar a Elahen, una bailarina que aprendió a bailar gracias a su madre y que luego ayuda a Ghaffarian a perfeccionar sus movimientos.

La coreografía fue dirigida por el reconocido británico Akram Khan, cuya compañía se presentó en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y ha recibido múltiples premios, entre ellos el Laurence Olivier.

El verdadero Afshin

Cuando se prohíbe bailar, no queda más que hacerlo de forma clandestina, tomando la danza como una expresión que permite el control de la vida propia, es así como Afshin encuentra un lugar donde puede crear sin reglas. El propio Ghaffarian responde:

“Como artistas, todos nosotros (iraníes y de los demás países) tenemos que trabajar duro para crear un superador entendimiento mutuo entre pueblos y culturas. Para mí, esto significa tomarme el trabajo de contar mi historia de vida de manera muy precisa. Una de las tareas más importantes para cualquier artista es tratar de contribuir en tender un puente por encima de nuestras diferencias, permitiéndonos encontrarnos. Debemos ayudar a la narrativa de aquellos que creen en la construcción de puentes en vez de sumarse directa o indirectamente a la narrativa belicista de aquellos que creen en la guerra y la destrucción. También tenemos que tener cuidado de no caer en la trampa de retratar culturas consideradas como ‘exóticas’ solo para que pueda sacarse provecho de la versión fantasiosa de esa cultura”.

Escena de Bailando por la libertad con Reece Ritchie y Freida Pinto.

Richard Raymond

¿Cómo fue cuando visitaste por primera vez Europa?

“La primera cosa que observé en el nuevo país (Francia) fue una especie de calma, de tranquilidad. Recuerdo que escribí en algún lugar de mi diario estas palabras: “Aquí veo calma surgir de los ojos de los otros. Me hace sentir bien, pero al mismo tiempo esta calma me asusta”. La calma era lo que profundamente necesitaba en ese tiempo”.

Mirando atrás hacia tu primer grupo de danza y las presentaciones que hacían en el desierto, ¿qué sientes sobre esos seis años que transcurrieron?

“La presentación del desierto, que de hecho sucedió en el 2007, fue una aventura artística destinada para el desierto. Obviamente, no podríamos mostrar esta presentación en una puesta oficial o convencional, pero ese tampoco era nuestro deseo. En realidad, en ese tiempo ni siquiera reconocíamos nuestras performances o presentaciones como danza. Lo pensábamos más como teatro físico. Más tarde fuimos entendiendo que lo que hacíamos era danza contemporánea.

Curiosamente, ahora he llegado al punto de partida. Y cuestiono la diferencia entre lo que es “danza” y lo que llamamos “teatro”. No veo una real diferencia entre estas dos, solo categorías. En muchas tradiciones teatrales, especialmente en las culturas orientales, no hay diferencia entre teatro y danza, entre actor y bailarín, incluso en muchas culturas se usa la misma palabra. Aquí en Occidente, teatro y danza tienen una historia distinta, se desarrollan en diferentes espacios y hasta tienen diverso público. Dejo que mi público me nombre como quiera, actor o bailarín. No importa realmente. Soy solo un hacedor”.

¿Cuál es el estado de la danza en Irán? ¿Actualmente está oficialmente prohibida o hay más historia que eso?

“La danza no está prohibida en Irán, en el sentido de que no hay una ley específica que la prohíba. Por una serie de razones políticas, culturales y religiosas ha sido dejada de lado e ignorada en los ambientes oficiales. Pero eso no significa que no exista la danza en Irán, o que todas las formas de danza sean ilegales. De hecho, la danza existe en todos lados en Irán y tiene además un vocabulario muy rico. Existe incluso en ciertos ambientes oficiales o públicos. Solo que no se le llama danza, se usa más teatro, danza folclórica, gimnasia rítmica o deportes aeróbicos cuando se trata de formas de bailar como el hip-hop o similares. En mi opinión, el problema no es realmente la danza en sí misma, sino las malas connotaciones que pesan sobre la palabra danza, vinculadas a la vulgaridad, prostitución, exhibicionismo, desnudez. De este modo podemos ver que el complejo tema de la danza no solo tiene sus raíces en la esfera política, sino dentro de la construcción sociocultural iraní”.

¿Cuáles son los mayores malentendidos que ves en Occidente sobre los artistas en Irán?

“Hay una fuerte tendencia en Occidente de solo mostrar el lado oscuro de Irán. Las noticias de los medios masivos son casi siempre sobre “represión” y “censura”. Son usados como pretexto para descalificar las entidades políticas de Irán como entidades legítimas y racionales y demonizarlas sistemáticamente. En mi opinión, estas estrechas suposiciones dificultan un entendimiento más lógico y realista no ya de las realidades artísticas de Irán, sino de las realidades políticas. En algunos medios, la sociedad iraní está dividida entre los buenos y los malos muchachos, lo que es totalmente erróneo, y nos muestran un Irán muy deformado y caricaturizado.

“Los artistas iraníes tienen un doble desafío: en Irán tienen que luchar por sus derechos a mejorar sus vidas artísticas, en Occidente tienen que luchar con un sinnúmero de clichés sobre su país”.

Entendemos que recientemente te permitieron retornar a Irán, ¿te puso nervioso regresar? ¿Recibiste algún reaseguro de que no ibas a ser arrestado?

“Renuncié a mi condición de refugiado en Francia, y recientemente regresé a mi país luego de cinco años, fue una visita y no tuve problemas. Volví a mi país del mismo modo en que lo dejé cinco años antes. Fue una decisión personal que me atreví a cumplir. Una vez más me atreví a realizar un sueño por mí mismo”.

¿Qué sentiste al ver a tanta gente de diferentes países conectarse con la película y el mensaje de la libre expresión artística?

“Me recuerda que el arte puede echar abajo cualquier barrera y pasar a través de cualquier frontera. Que solo podemos expandir la libertad de expresión mediante la expansión del horizonte de posibilidades que tenemos ante nosotros, y por el acto de expresión en la cara de los obstáculos. Me recuerda nunca rendirme a ninguna forma de poder que amenace nuestra existencia artística, no importa en qué lugar estemos de este mundo. La lucha por la libertad de expresarse es el rol del artista en sí mismo. Advierto sobre aquellos que usan esta lucha para impulsar una agenda política, disfrazada de apoyo”.

¿Qué quieres que se lleve el público consigo de la película?

“Que no importa quienes seamos ni donde estemos, tenemos que crear continuamente. A través de nuestras creaciones tenemos que inventar el mundo en el que queremos vivir, a pesar de todas las dificultades. Tenemos que buscar nuevas soluciones para estar en el mundo. Como dijo Pina Bausch, ‘crear es la única manera de estar en el mundo’. Para existir, debemos resistir, y para resistir, debemos crear. Debe ser un esfuerzo permanente de todos para crear todos juntos un mundo mejor”. (A.C.J.) (E)

Entrevista a Afshin Ghaffarian, cortesía: Venus Films S.A.

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