Resurgir de Jambelí

11 de Marzo de 2012
  • Soraya Aguirre y su perro Chiqui pasean por una playa de unos 30 m de ancho. Antes era más ancha, pero quedó reducida por la erosión del mar.
  • La barcaza que construye la escollera y la “bestia” (derecha).
  • Mariuxi Chica aprovechó para aplicarse un tatuaje temporal.
  • El recorrido para llegar a Jambelí cruza una vía acuática con manglares.
Texto y fotos: Moisés Pinchevsky

El principal balneario de la provincia de El Oro se levanta fortalecido de los fuertes aguajes que lo golpearon el año anterior.

No hay carros en la isla Jambelí. Tampoco calles. Ese es uno de sus rústicos beneficios por su condición de isla accesible solo en botes de motor que, saliendo de Puerto Bolívar (Machala) y tras 40 minutos de navegación, llegan a un muelle frente al manglar y arrimado al poblado de unas 400 familias.

La ausencia de autos provoca que el mayor motor que ronronea en el balneario provenga de la “bestia”. Y que nadie se atreva a callarla, porque los bañistas no permitirían que les arrebaten la diversión generada al treparse a esa balsa de caucho halada por un bote de motor (localmente conocida como la “bestia”) que agita la adrenalina de sus visitantes con velocidad, saltos y giros cerrados que a menudo lanzan a los jinetes hacia un inesperado chapuzón.

Pero ni la bestia pudo defender al balneario de los fuertes aguajes que el año anterior, en el sector sur de la playa, golpearon con tal fuerza que tumbaron siete viviendas (en marzo) y 18 postes de alumbrado público (agosto).

Julio Manzo, propietario del hotel Las Tórtolas, señala que las casas cayeron porque construyeron muy cerca al mar, mientras que el daño de los postes fue resuelto inmediatamente por la Corporación Nacional de Electricidad.

Manzo agrega que, sin embargo, lo peor fue que tales noticias borraron a Jambelí del mapa turístico. “Tocamos fondo. La prensa nos hizo leña. La gente pensó que habíamos desaparecido. Así que los turistas dejaron de llegar. Y recuperarlos fue difícil. Hasta tuvimos que llamarlos por teléfono (a los clientes frecuentes) para decirles: ‘Oigan, aquí estamos. No nos hemos ido a ninguna parte. Nunca desaparecimos’”, indica Manzo, considerado uno de los pioneros del turismo en la isla.

Los turistas son muy sensibles ante las noticias, por ello la imagen de este balneario quedó destruida (como si fuera una casa de caña) después de tales oleajes, que en agosto provocaron alertas de tsunami con orden de evacuación incluida, y redujeron la zona de playa entre el malecón y el océano.

“Queremos decirles a los turistas que aquí estamos, que no desaparecimos, que nos hemos recuperado para brindar nuestras playas y atención”, Julio Manzo, propietario del hotel Las Tórtolas.

La recuperación

Oswaldo Párraga, del comedor Sol, Mar y Arena, indica que Jambelí ya se levantó de los embates del año anterior. “Este es un buen año. Los turistas están llegando y llenando los negocios”.

En una de las mesas almuerza Paúl González, que junto con su familia llegó de Machala para disfrutar de un día de sol, playa, mar y mariscos.

Él considera a Jambelí el principal balneario del sur del país, por ello las autoridades deben cuidarlo. Sin embargo, “demoraron en la prevención. Hace tiempo se debió hacer algo para proteger a Jambelí de los oleajes y la erosión provocada por el mar, pero no se hizo”, indica, para luego destacar que finalmente se realiza una obra importante: cinco muros escolleras que, con una extensión de 133 metros cada uno, y 34 metros de separación, se construyen actualmente depositando rocas en el mar, a unos 60 m de la orilla.

Los pobladores de la isla están entusiasmados por esa obra que comenzó a levantarse en octubre y posiblemente termine en mayo o junio, indica la holandesa Philippine Hoeneueld, que reside en la isla desde hace 16 años. La comunidad la escogió como veedora de esta obra que ya provoca beneficios. “Se observa que la playa tiene más arena. Antes el oleaje se la llevaba”.

Philippine considera que las escolleras ayudarán a un mayor despegue turístico del balneario, cuyos habitantes llevan diez años solicitando ayuda a las autoridades, “pero antes nunca nos habían tomado en cuenta”, señala.

El transitar de una barcaza con toneladas de rocas alerta a los visitantes de la construcción de esa obra. Pero mayormente están concentrados en su chapoteo marino bajo un cielo brillante que broncea sus pieles humedecidas por el océano. Aunque otros prefieren actividades más secas. Como Mariuxi Chica (de La Troncal), que se realiza un tatuaje; los hermanos José y Lorenza Vera (Calceta), que se toman el sol enterrados en la arena, y Soraya Aguirre (Machala), que pasea por la playa con su perro Chiqui.

Todo esto ocurre mientras en el océano irrumpe la “bestia”, domada por jóvenes turistas que con sus gritos de emoción confirman que Jambelí nunca desapareció, que sigue allí, dispuesta a seguir creciendo como destino.

“Los pobladores de Jambelí llevamos diez años solicitando atención.  Pero antes no nos tomaban en cuenta. Ahora con la escollera esperamos que haya cambios”.  Philippine Hoeneveld, veedora de la obra por la comunidad.

 

ACTIVIDADES

Los turistas dedican su tiempo mayormente a disfrutar de la playa, aunque muchos prefieren de otras actividades. Una es el paseo en bote de remos al manglar para explorar esa zona natural habitada por diversas aves, como el gallito de mangle y la cuchareta rosada. También se puede realizar pesca deportiva. Vale $ 10 por persona (2 horas). Contactar a Rafael Mosquera (09) 497-2529, Ángel Cheme (08) 289-8652 o al presidente de la comuna, Clemente Medina, al teléfono celular (05) 909-6836.

Las caminatas rumbo al norte depositan al visitante en la zona del faro, donde se ubica el hotel más grande, llamado El Faro. Más al norte se encuentra el proyecto ecoturístico Punta del Faro, con comida y  cabañas de hospedaje para el turista.

Para llegar directamente a esa zona norte se toma una lancha desde el antiguo muelle de cabotaje en Puerto Bolívar. El actual muelle de cabotaje, que es el más popular, deposita a los visitantes en el pueblo y cerca de la playa. La tarifa total de ida y vuelta es de $ 3. El hospedaje regular cuesta $ 15 la pareja. También hay discotecas.

Muy común entre los huéspedes es contemplar la caída del sol, por lo que hay hoteles que han instalado rústicas áreas con sillas para disfrutar de ese momento en la playa.

 

 

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