Las huellas del papa Francisco en Buenos Aires

15 de Noviembre de 2015
  • La peluquería y barbería Romano no pierde la oportunidad de contarle a quien pase por la zona que el ahora Papa Francisco fue su cliente.
  • En la intersección de Reconquista y avenida Corrientes, esta gigantografía es una muestra de las diversas imágenes del papa Francisco.
  • En el Instituto Nuestra Señora de la Misericordia, en el barrio de Flores, Jorge Bergoglio hizo el jardín de infantes.
  • Daniel Vega, guía del circuito papal, en la plazoleta Herminia Burana. Lugar donde Bergoglio jugaba en su niñez.
  • En esta casa de la calle Membrillar nació Jorge Bergoglio en 1936.
  • El santuario de la Virgen Desata- nudos guarda relación con la fe del padre Bergoglio hacia una imagen que trajo desde Alemania en los 80.
Texto y fotos: Fernando Astudillo, desde Buenos Aires

La capital argentina guarda en sus rincones, iglesias o personajes, diversas historias que arman un destino: el de Jorge Bergoglio convertido en el papa Francisco. Un camino que ahora puede recorrerse.

Aquí nació. Aquí vivió. Aquí jugó. Aquí estudió. En el barrio de Flores, en Buenos Aires, los pasos del papa Francisco están grabados en placas. Son rótulos clavados al pie de una puerta, en el muro de una escuela o en la forma de un círculo gigante que, desde lo alto, parece un sello con escudo papal incluido, que se plasma sobre los adoquines de la plazoleta donde Jorge Mario Bergoglio jugaba a la pelota hace siete décadas.

En el pasado, Bergoglio; en el presente, Francisco. Son dos caminos que se cruzan para ofrecer un imán poderoso al que visita Buenos Aires. La capital argentina ahora ofrece, además de tango, fútbol, teatro y bifes, la oportunidad de recorrer el mundo porteño que moldeó al sacerdote jesuita que se convirtió en el primer papa latinoamericano de la historia.

Francisco es tan popular -tiene 93% de imagen positiva, según un sondeo de La Nación- que es difícil encontrar alguna visión crítica de él en las conversaciones cotidianas de los porteños o en sus medios de comunicación. Los que antes escribían en su contra -cuando era arzobispo de Buenos Aires y una figura influyente en los corrillos políticos de la Argentina- han optado por el silencio. Horacio Verbitsky, polémico periodista de amplia trayectoria, tuvo que admitir públicamente que había pedido eliminar del sitio web de Página 12 -el diario de corte oficialista donde escribe- artículos críticos duros contra Bergoglio, una vez que se convirtió en papa. Atrás quedaron sus acusaciones, siempre desmentidas por otras fuentes, en las que lo vinculaba a las “sombras del oscurantismo” o incluso de ser cómplice de la dictadura militar argentina.

Bergoglio es desde ya un símbolo de la Argentina. Como Gardel, Maradona, Evita o Perón. Y es, también, una nueva ancla para el turismo en esta ciudad. Desde mayo de 2013

-dos meses después que resultara electo como el papa Francisco- hasta septiembre de este año, casi 9 mil personas han recorrido los circuitos papales, en bus o a pie, que ofrece el Gobierno local para mostrar las raíces del líder de 1.250 millones de fieles católicos en el mundo.

Empieza el recorrido

Llueve fuerte en Flores. El bus, que lleva pegado en su parabrisas un póster con la sonrisa amplia de Francisco, se llena con visitantes de Argentina, Perú, Ecuador, Brasil, Bolivia y Colombia. El sitio de partida es la Basílica de Flores, un punto simbólico en la vida de Jorge Mario Bergoglio.

Daniel Vega, el guía del circuito, empieza a explicar las relaciones del barrio y el niño Jorge. De Flores y el adolescente Jorge. Él, con un pequeño medallón que tiene a Francisco y a la bandera argentina en la solapa de su gabán negro, es el encargado de conectar con su relato el pasado con el presente. Busca lograr lo que él conceptualiza como uno de los pedidos principales de los turistas: conocer al padre Bergoglio para entender al papa Francisco.

El bus sigue por esas huellas de Francisco. Un recorrido de tres horas que cruza por ocho barrios de Buenos Aires. Hay espacio para las anécdotas, para entender el desarrollo histórico de la ciudad y también para la música. De repente suena Gardel con Mi noche triste al cruzar la zona de Montecastro, donde se narra al Bergoglio adolescente, aquel que obtuvo el título de técnico químico en la escuela Hipólito Yrigoyen.

El relato recorre oral y visualmente las décadas. Se traslada a la estación del ferrocarril adonde nunca llegó el joven Jorge. Ese adolescente de casi 17 años que había quedado en encontrarse en ese lugar con sus amigos. Es el 21 de septiembre de 1953, el día de la primavera, una jornada en la que diario Clarín titula que Rusia anuncia una ayuda de mil millones de rublos a Corea, en una portada que se preocupa casi exclusivamente de Europa y de los temas de la Guerra Fría.

Es en esa Buenos Aires, marcada aquellos días a fuego por la presidencia de Juan Domingo Perón o en la que los cines de la calle Lavalle proyectaban Cadenas de roca, de Kirk Douglas, donde el joven Bergoglio cambia su destino al arrodillarse en el mismo confesionario que hoy está en la Basílica de Flores, con la inscripción Tollis Peccata Mundi (quitar los pecados del mundo). En ese momento, un asunto inexplicable, como él lo ha calificado, lo llamó a ser sacerdote.

El bus continúa tras esos recuerdos. Se mueve también por los barrios de Balvanera, Almagro, Agronomía, Villa Devoto, San Nicolás, Monserrat. Repasa el recorrido intelectual y pastoral de Bergoglio. Es un viaje por diversos territorios en los que el ahora papa incursionó: diplomado como técnico químico, profesor de Literatura y Psicología, sacerdote, obispo, rector, arzobispo, hincha de un equipo de fútbol.

Otros rincones

El viaje atraviesa Almagro, una de las zonas de visitas de este circuito papal. El papa Francisco es hincha de San Lorenzo, tradicional club nacido en esta zona, donde también Bergoglio culminó sus estudios primarios, con una fuerte marca salesiana.

Es justo esa cercanía del papa con estos asuntos “terrenales” los que, según el guía Vega, llama la atención de los turistas, en especial a los latinoamericanos.

“Es por la cercanía que sienten con un papa que habla su mismo idioma, con las mismas tradiciones; una persona que tiene sus pasiones: gusta del fútbol, de caminar su barrio”.

La leyenda del Bergoglio ajeno a los halagos y a las comodidades del poder es parte del relato en el barrio de Villa Devoto. El circuito papal pasa por la única cárcel que está dentro de los límites porteños, y donde Bergoglio hacía trabajo pastoral. Llegaba en colectivo y no permitía que le dieran trato preferencial para no hacer fila en el horario de visitas.

A Reina Flores, una turista peruana que prefirió hacer con sus dos hijas el circuito a pie por el barrio de Flores, justamente lo que le llama más la atención de las historias es esa sencillez de Bergoglio a la hora de recorrer Buenos Aires. “Otros estarían con guardaespaldas”, asegura.

Vega resalta en Bergoglio al “hombre que tiene calle”. “Más allá de los cargos jerárquicos -que él los ha ocupado todos hasta llegar al máximo- él nunca perdió la esencia de ser el pastor, como él dice: ‘No dejar de ser ese pastor con olor a ovejas’”.

Quien quiera ir más allá en la conexión Bergoglio con su ciudad, puede hasta buscar al peluquero del papa o a su canillita.

Daniel del Regno es quien le entregaba diariamente el diario La Nación. Él, dueño de un quiosco al pie de Plaza de Mayo, tuvo sus quince minutos de fama cuando el propio papa -el mismo que había bautizado a su hijo luego de pedírselo personalmente- lo llamó por teléfono a decirle que cancelaba su suscripción. Quedó en shock. Mudo. Y desde allí, la cosa “se puso infernal”, como relata. Más allá de la sorpresa y de tener que salir corriendo a la Catedral a pedir que por favor le enviaran una carta al papa explicándole que él se había quedado sin palabras por la emoción, que le mandaba a decir gracias, adiós y que se sentía muy alegre por él, su vida tranquila, de un ser anónimo, empezó a tambalear.

“Al otro día fue una cosa de locos. Fue infernal. Imagínate, yo no me esperaba una cosa así, sobre todo que es un negocio en el que estoy expuesto completamente, y llegó un punto en que me estaba empezando a alarmar. Después la cosa mermó un poco y sí, por supuesto, empezaron a aparecer personas de todas partes del mundo, periodistas y después gente de turismo que se acercan acá como si fuese yo, viste, una suerte de estampita”.

- ¿Qué es lo que más te preguntan?

- Cómo era él, qué tal era como persona, si realmente es como lo muestran los medios. Yo puedo decir que no es una postura, que el tipo es así, que siempre fue así y siempre va a ser. Tiene mucho don de gente. Por detalles que he conocido, por cuestiones que también tienen que ver con la mirada de uno, por gestos que tuvo para conmigo. Es lo que yo te puedo decir, un humilde tipo que no puede hablar de una amistad, simplemente una cosa cotidiana de verlo todos los días.

Del Regno puede tener cara de pocos amigos para hablar del papa, pero luego disfruta de contar orgulloso su relato. Su quiosco, o el local del peluquero Mario Saliche en avenida de Mayo, son otros puntos de esa ruta papal porteña.

Un recorrido en el que se puede caminar Buenos Aires, descender a su subterráneo -repleto de pasajeros poseídos por la urgencia- y volver a la superficie para ver los letreros gigantes con su figura; las vitrinas de los almacenes con algún recuerdo sonriente, los estantes de las librerías con la veintena de libros publicados desde el 2013 sobre su vida, sus conversaciones o sus ideas; o sonreír con un letrero de un local llamado Habemus Pizza & Pasta.

Hay otro recorrido, que no es turístico y que sí hacía Bergoglio. El de las villas. Es el otro Buenos Aires. El de la miseria, los tugurios y la pasta de cocaína. El de las casitas apretadas y las callejuelas de terror. Ese que evoca el porqué este papa “del fin del mundo” decidió llamarse Francisco. (I)

 

CIRCUITO PAPAL

Lo organiza el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es gratis.
En bus: cupos limitados
Inscripción: circuitopapal@buenosaires.gob.ar
A pie: no necesita inscripción
Informes: (011) 4114-5791

 

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