En la Cueva de los Tayos: Profundo en la caverna

06 de Enero de 2013
Moisés Pinchevsky - Foto principal: VÍíctor Álvarez

Viajar a la Amazonía involucra necesariamente un toque de aventura y adrenalina, como en la Cueva de los Tayos.

La Cueva de los Tayos, aquella que se encuentra en la provincia de Pastaza, ha sido también la cueva de la traición. Una leyenda cuenta que dos hermanos vivían cerca de esta gruta ubicada en el territorio de la comunidad Tayu Jee, por lo que solían introducirse en ella para cazar tayos, tal como se conoce a un ave que suele anidar sumergida en la oscuridad de esta caverna.

El hermano menor estaba casado con una mujer que terminó enamorándose de su cuñado, por lo que ambos –traidora y amante– planearon eliminar al hermano traicionado. Fue así que lo golpearon y lo arrojaron en este hoyo profundo, sellando la entrada y provocando que el afectado, en medio de las alucinaciones, soñara cómo los tayos lo elevaban en peso hacia un orificio elevado que le habría permitido escapar, pero lo regresaban luego a su prisión natural. “Por habernos cazado, ahora no te vamos a ayudar”, escuchaba que le decían.

Pero finalmente pudo encontrar una salida y asesinar a sus ejecutores.

En lo particular, prometo no asesinar a nadie si logro salir de esta caverna, pienso mientras escucho esa historia del guía nativo que lidera el recorrido por esta gruta, que bien sabe atrapar la atención de los turistas que llegan al Puyo, porque se encuentra a menos de dos horas por la carretera (una hora) y un camino lastrado (30 minutos).

La comunidad Tayu Jee es la primera parada, donde los turistas deben contratar al guía nativo para evitar extraviarse en este laberinto extenso de corredores de roca.

Diez minutos de caminata por el bosque nos depositan en el ingreso a la caverna, que nos arroja primeramente en unas cilíndricas cámaras naturales con elevados pozos de luz, seguramente aquellos por donde pudo haber escapado aquel hermano menor de la historia, si hubiera recibido la total ayuda de los tayos.

El avance por la caverna continúa hasta volverse más estrecho, tanto así que debemos agacharnos, escalar ligeramente, caminar a gatas, doblarnos y apachurrarnos contra la roca hasta que el cuerpo llega a un entretenido límite de adrenalina, que nos entusiasma para seguir sumergiéndonos en una oscuridad infinita de la cual podemos escapar gracias a nuestras linternas.

Ya habíamos sido advertidos de que llegaría el momento de lanzarnos al agua, precisamente en un tramo angosto sumergido en una corriente subterránea que primero nos hizo dudar, pero finalmente nos convenció de entregarnos a su líquido contenido hasta sumergirnos hasta la altura del ombligo, para avanzar por unos cinco metros iluminados por el deseo de continuar.

La ruta prosigue por corredores naturales que, minuto tras minuto, nos siguen obligando a agacharnos, escalar ligeramente, caminar a gatas, doblarnos y apachurrarnos hasta el infinito de nuestras condiciones físicas, pero siempre permitiéndonos aquel respiro consolador que nos motiva a seguir adelante en un camino que, en momentos, nos invita a elevar la mirada tras escuchar el singular canturreo de los habitantes de la caverna: los tayos, que lucen similares a las lechuzas.

El guía me conversa que los nativos ya no cazan más a esta ave, cuyos pichones en el pasado solían terminar en las sopas que nutrían los estómagos locales.

Tal comentario me consuela al pensar que podríamos tener a los tayos de aliados, en el caso de que por alguna razón llegue a taparse el orificio de la salida.

Quizá sea una alucinación, pero en medio de tanto agacharnos, escalar ligeramente, caminar a gatas, doblarnos y apachurrarnos en medio de la roca, resulta un escape atractivo dejarnos elevar por las alas y la camaradería de estas aves que por una hora y media tuvimos la suerte de visitar en su rústica morada.

Pistas

La cueva está ubicada en vía Puyo-Macas, km 65. En el recinto Chuwitayo se toma un camino lastrado por 10,5 km hasta llegar a un letrero que anuncia la entrada. Se camina por una hora por la montaña, bajando por una quebrada hasta llegar a la comunidad Tayu Jee, donde se puede entrar con permiso del líder local, Luis Kaniras. El permiso para entrar a la cueva vale $ 10 por persona, incluido el guía nativo. Hospedaje comunitario: $ 25 por persona, incluidas las comidas y el paseo por las cuevas. En Puyo, un contacto es Carlos Freire (operadora Ayahuasca), 099-426-5163.

 

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