Lobo de Juan Fernández: Visitante chileno

Por Paula Tagle
13 de Octubre de 2013

“Es una criatura de cuerpo relativamente robusto y largo, con nariz puntiaguda y fina. Tiene aletas bastante grandes, y una melena de pelo grueso desde el tope de la cabeza hasta los hombros”.

Es agosto 19 del 2013. Un día seminublado, mar calmo. Varias embarcaciones zodiacs enrumban al barril de la Bahía del Correo, en la isla Floreana. La visita se combina con un paseo en panga por la lobería, un grupo de rocas pobladas de lobos marinos y mangles. Es, en general, una tarde apacible. A mi parecer, no se trata precisamente del lugar más excitante de Galápagos.

Repetir que los balleneros dejaban sus cartas en un barril desde fines de 1700, revisar decenas de postales, combatir las avispas. No es definitivamente mi visita favorita, y si puedo evitarla, lo hago. Pero hoy van llegando los guías cada uno más exaltado que el otro. Y ver a un naturalista, que cada día está expuesto a la belleza de este lugar, con un brillo distinto en los ojos, intenso, fresco, significa que algo fuera de lo normal ha acontecido.

Carlos Romero me lo cuenta. Han visto un lobo de dos pelos en el flujo de lava, uno que a simple vista no tenía nada que ver con la especie de estas islas. Carlos lo reconoce, porque hace más de diez años ya se había topado con otro. Se trata del lobo de dos pelos de las islas Juan Fernández.

Ruli Menoscal, emocionado, lo corrobora. Comparamos sus fotos, investigamos en internet, comentamos. Aura Banda lo describe como con cara de nutria, a mí me parece una criatura desproporcionada, de aletas demasiado grandes para una cabecita diminuta y chata.

Un avistamiento poco común

Juan Fernández es un archipiélago ubicado a 33 grados sur, a 600 km de la costa de Chile. Está formado por tres islas, la más grande de ellas se llama Robinson Crusoe, porque justamente fue donde habitó Alexander Selkirk, el hombre que inspirara uno de los clásicos de la literatura. Allí fue abandonado en 1704 para vivir en completa soledad por cuatro años y cuatro meses, hasta ser recogido por otro barco bucanero que iba en camino de saquear Guayaquil, y luego, vaya coincidencia, a las islas Galápagos.

Pero eso es paquete de otra historia. El lobo de dos pelos, por su parte, sufrió años de cacerías al ser muy apetecido por su espeso pelaje, al punto de que a mediados del siglo XX se lo consideraba extinto. Luego se confirmó que quedaban aproximadamente 200 individuos, se lo declaró especie protegida y desde entonces su población ha crecido rápidamente a 12.000.

De las nueve especies de lobos peleteros del mundo, el lobo peletero de Juan Fernández (Arctocephalus philippii) es el segundo más pequeño del planeta, ganándole el título el lobo peletero de Galápagos (Arctocephalus galapagoensis) con el que posiblemente comparta ancestros en común.

Es una criatura de cuerpo relativamente robusto y largo, con nariz puntiaguda y fina. Tiene aletas bastante grandes y una melena de pelo grueso desde el tope de la cabeza hasta los hombros. Cabe recordar que son lobos, no focas. Los lobos tienen orejas externas, además sus aletas frontales son mayores en tamaño que las posteriores.

¿Qué habrá ocurrido para que esta pequeña criatura se perdiera a más de 1.500 millas de su hogar? ¿Hasta cuándo se quedará de visita? ¿Logrará encontrar su camino de vuelta? Las aguas de Galápagos están bastante frías, a 18° celsius, y a lo mejor por eso se siente a gusto todavía. Son muchas interrogantes y las hipótesis brotan de nuestros labios con alegría. Un avistamiento distinto, intrigante. Son los sucesos novedosos los que nos mantienen alerta, con energía, combaten el letargo de la existencia cómoda y placentera en un archipiélago encantado.

nalutagle@yahoo.com

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