Manipulación mental

24 de Febrero de 2013
Sheyla Mosquera de Calderón

Hay individuos que tratan siempre de mantener controlados a los demás para tener poder y dominio. Un acto que debe analizarse.

Si usted es muy observador, se habrá dado cuenta de que existen algunas personas que intentan mediante mecanismos de persuasión o presión hacer que otros individuos vean las cosas bajo su misma óptica con el fin de eliminar el razonamiento o juicio del otro, incluso de controlar su comportamiento.

Según la psicóloga clínica Mónica Llanos de Mora, existen muchos casos de manipulación que puede ser individual o colectiva y que se pueden presentar en varios ámbitos como, por ejemplo, la relación de pareja, en grupos ideológicos, políticos y religiosos, en vínculos familiares o de amistad. También en uniones patológicas como la codependencia (relación con personas adictas) y en individuos obsesivos compulsivos y psicópatas.

En nuestro medio, explica, existen muchos manipuladores que están encubiertos o manifiestos. Los podemos encontrar en todos los contextos y grupos de relación en los cuales nos desenvolvemos. Suelen ser personas adultas y en el caso de grupos, tienen un cargo o rol de liderazgo o poder.

“La manipulación debilita la voluntad y la forma de pensar de los individuos. Su propósito es que los manipulados terminen tomando decisiones que inicialmente por cuenta propia no lo habrían hecho. Generalmente, se busca beneficiar a alguien, un grupo o un sistema”.

Para la psicóloga clínica Rosita Sánchez Laserna, no toda manipulación es malintencionada, pero sí es un intento de conseguir que las cosas se hagan de la manera en que el manipulador desea o que se piense como él o ella. Su fin es mantener el control y el poder en la relación.

El manipulador, agrega, tiene un carácter dominante, posesivo y controlador, no acepta un no como respuesta y quienes están en desacuerdo con él es estar en su contra. Incluso, provocan miedo si no se le satisface los deseos. Además es bastante agradable socialmente, las emociones que manifiesta son muy intensas, es reactivo y tiende a hacer sentir culpable al otro de los problemas o conflictos de la relación.

A su vez, dice Llanos, presenta problemas de personalidad que pueden ser de diferente índole y su actitud compensa de alguna manera este desequilibrio. La mayoría actúa así por tener poder y dominio sobre otros, por sentirse importante, y por creer tener la razón y sobresalir. Pero, en muchos de los casos, puede ser peligrosa, ya que coarta la libertad del otro para imponer la suya propia a favor de sus intereses.

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En cambio, añade, la persona manipulada tiene bajo nivel de preparación educativa, inmadurez emocional, sentimientos de inseguridad y baja autoestima. Posee, además, conflictos emocionales no resueltos, resentimientos, poco o ningún conocimiento del tema objeto de manipulación y escaso desarrollo de las habilidades del pensamiento crítico, por eso son muy susceptibles de ser manejadas.

La afectada, dice Sánchez, tiene una personalidad débil, dependiente y sumisa, y va perdiendo cada vez más su autoestima y su poder de decisión. Es como si no pudiera ser ella misma, porque debe en todo momento “ser” lo que su pareja quiere o desea de ella. Sus deseos y necesidades son invalidados y no tenidos en cuenta. Incluso, ni percibe que está siendo manipulada, porque el manipulador utiliza argumentos bastante inteligentes y contundentes, que van desde el chantaje emocional hasta la violencia.

Quién debe intervenir

Para Llanos, en la mayoría de los casos, las personas que son manipuladas no están conscientes que lo son, ya que la relación con el manipulador llega a ser un nexo codependiente que llena sus carencias personales, y en ese tipo de vínculo se sienten importantes y consideradas. Además las personas cercanas a las víctimas de manipulación son quienes se percatan de ello y según el grado de cercanía son las llamadas a señalar, intervenir o recomendar un camino de salida.

Es importante, explica, que la persona tome conciencia de su estilo de comportamiento y relación con los demás. Por lo tanto, el primer paso es concienciar que se es víctima de la manipulación e identificar las actitudes y patrones de comportamiento que conllevan a este tipo de situación.

Sin embargo, en la mayoría de casos la situación no se supera tan fácilmente, y en muchas ocasiones requiere de terapia psicológica.

“En el caso de manipulación ideológica, las personas deben estar bien informadas de las temáticas en cuestión; de los factores positivos y negativos; aplicación del análisis crítico, que conlleve a posturas o decisiones personales y no impuestas”.

 

Suicidio colectivo

Según la psicóloga Mónica Llanos de Mora, ciertas formas de manipulación podrían ser altruistas, pero la noción de manipulación mental tiene, por lo general, una connotación negativa que evoca a los manipuladores de comportamiento egoísta o malintencionado. Formas extremas de manipulación serían, por ejemplo, el lavado de cerebro o aquellas conducentes al suicidio o comportamientos colectivos de tipo totalitario y genocida.

Un ejemplo famoso, agrega, es el suicidio colectivo en la granja Jonestown (en inglés ciudad de Jones) en Guyana, país al norteste de América del Sur. En 1978, el pastor estadounidense Jim Jones, mentalizador de la secta Templo del Pueblo, con ayuda de los demás líderes, incitó y en algunos casos obligó al resto de sus seguidores a suicidarse con él.

Jones hacía tiempo había creado una atmósfera de miedo y permanente amenaza externa. Empezó a fomentar entre sus seguidores una sensación del ‘fin de mundo’ sosteniendo que el Apocalipsis era un evento cercano y que el Anticristo estaba encarnado en el capitalismo que ansiaba destruir la congregación. Esta fue la razón para que perecieran en total 913 individuos, incluyendo unos 270 niños.

 

 

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