Implicación del respeto

04 de Mayo de 2014
Sheyla Mosquera

Una forma de ser respetuosos es considerar lo que otros piensan y sienten. Lo contrario deteriora las relaciones entre las personas.

En cualquier parte del mundo la mayoría de personas exige, en algún momento, a su familia, hijos, pareja o colaboradores ser respetadas. Pero muchas veces no saben su significado.

El autor del texto El arte de amar, Erich Fromm (1900-1980), quien era psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista de origen judeo alemán, decía: “Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere=mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse porque la otra persona crezca y se desarrolle tal cual como es. De ese modo, el respeto implica la ausencia de explotación”.

Eso quiere decir, según el psicólogo clínico David Aguirre Farfán, que el respeto se puede dar en varios ámbitos. Es una actitud interna que nace del sentir admiración, es decir, un mayor reconocimiento de la conducta de otra persona.

Para respetar y admirar a los demás, agrega, hay que empezar por respetarse a sí mismo. Eso implica quererse, valorarse y sentir autosatisfacción por ciertas situaciones o acciones que lo llevan a sentirse bien. Y si se tienen tales argumentos, el ser humano puede interrelacionarse con el medio sanamente, sin prejuicios, sin odio y sin ambición.

Para el psicólogo clínico Samuel Merlano, el respeto hacia los demás es parte de los valores intrínsecos y esenciales del ser humano, que se aprenden en la familia, a través de los ejemplos, modelos y prácticas diarias; las personas que no se respetan a sí mismas y a los demás siempre tendrán problemas en las relaciones humanas, tanto familiares, sociales como laborales.

El filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) decía que al tener una relación de respeto entre los seres humanos se desarrolla la dignidad. Esto, dice Aguirre, significa manejarse sin orgullo y reconociendo que se tiene valor, pero que la otra persona también lo posee.

“Si alguien piensa que solo él tiene valores y minimiza a otros, puede ser que se haya vuelto egoísta, orgulloso y por ende mira por encima del hombro al resto”.

Dañar a otros

Cuando no hay respeto por sí mismo, menciona Aguirre, no importa dañar a otros. Un ejemplo común es la infidelidad, que no solo lleva a romper una serie de aspectos de orden moral, espiritual y emocional en una relación de pareja, sino que al quedar lastimados van a seguir lastimando a otros.

Andar en la billetera, cartera o portafolio de alguien sin su autorización también es invadir la privacidad, porque aunque se mantenga el vínculo con alguien no se pierde la individualidad. Incluso, tomar una decisión unilateralmente sin consultar al otro es un irrespeto. Entonces, hay que aprender a respetar la privacidad y la opinión de las personas.

Asimismo, debe existir el respeto de padres a hijos. Pero en nuestra sociedad, menciona, existen padres castradores, porque detienen lo que puede ser espontáneo en los vástagos como el desarrollo de las habilidades, entre otras. Incluso, no los escuchan. Un ejemplo es cuando piden permiso y se lo niegan sin darles una explicación. Respetarlos es, agrega, escucharlos, aconsejarlos y ayudarlos a que se desarrollen para la vida, así podrán tomar las mejores decisiones.

“Si en algún momento hay que llamarles la atención, deben hacerlo en privado dentro del seno familiar, pero jamás exponerlos frente a desconocidos, ya que eso no es disciplinar, sino ridiculizarlos y entrar en el plano del irrespeto a la dignidad de la persona”.

Protocolo en la sociedad

Según Aguirre, también hay que considerar el respeto a las normas sociales. La persona respetuosa es la que está dentro del protocolo que la sociedad da. Por ejemplo, hacer fila para subirse a la Metrovía o respetar el turno en un banco o en un hospital. Sin embargo, viene el más sabido y trata de que lo atiendan sin hacerla.

Otra forma de respeto, menciona, es no descender al salvajismo al gritar, insultar y ponerse eufórico cuando no se está de acuerdo con algo. “Lo apropiado es usar la inteligencia emocional para conseguir o resolver lo que aqueja con tolerancia”.

Tener tolerancia

El científico alemán Albert Einstein (1879-1955) dijo una vez: “La libertad política implica la libertad de expresar la opinión política que uno tenga, oralmente o por escrito, y un respeto tolerante hacia cualquier otra opinión individual”.

Cuando una persona tolera a otra, aunque no se esté de acuerdo con lo que está hablando, se está predicando el respeto hacia los demás. El problema, menciona Aguirre, es que la gente siempre quiere salirse con la suya.

Según Merlano, la fuente de la intolerancia son los paradigmas mentales que se van creando en el proceso del desarrollo, sobre todo en pensar que si una persona no coincide con ella o no comparte sus opiniones está en su contra, es decir, lo toma personalmente, es ahí donde comienzan los grupos extremistas, legalistas, sectas y un sinnúmeros de grupos, ya sea religioso o político, que defienden sus ideologías y si alguien no las sigue, sacan como conclusión que están en su contra y por ende son sus enemigos.

El respeto, agrega, es apreciar la forma diferente de pensar y ver el mundo, de compartir lo que uno cree sin sentirse rechazado si alguien piensa diferente.

Entonces, la tolerancia es parte del respeto hacia los demás, pues hay que dejar que el otro tenga también su criterio producto del medio familiar, del medioambiente donde se ha desenvuelto o de la parte intelectual que haya adquirido. “Aunque esta última no siempre es sinónimo de respeto, porque existen quienes subestiman a las personas que no tienen igual conocimiento”, asegura Aguirre.

Incluso, en el ámbito religioso también existe el respeto. La Biblia dice que se debe honrar a Dios. Pero eso, dice Aguirre, quien es pastor evangélico, no significa hacer penitencia, sino vivir como si Él está junto a la persona.

Para Merlano, respetar a Dios implica aceptar sus mandamientos y vivir acorde como Él nos manda. “Cuando la persona respeta a Dios, le es más fácil respetar a los demás, ya que reconoce el valor del ser supremo en todos los aspectos de su vida y ve a las demás personas como imagen de Él, por ende posee una dignidad especial”.

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