Hijos no tan competitivos

15 de Septiembre de 2013

El mundo es cada vez más competitivo y los padres quieren formar hijos capaces de alcanzar el éxito, pero no todos los chicos están preparados para soportar la presión y responder ante esta exigencia.

El psicólogo y educador Guillermo García Wong invita a reflexionar primero, “cada uno y en familia”, qué entendemos por éxito y qué clase de éxito queremos para nuestros hijos: ¿el éxito de los “ganadores” que tildan de losers (perdedores) a los que no llegan a esos rendimientos? ¿Queremos ejecutivos insensibles inmersos en sus victorias o seres humanos que se levanten de sus derrotas y lo intenten de nuevo, que inventen, creen a partir de sus resbalones? ¿Queremos fabricar famas o cultivar entre todos esperanzas? ¿Queremos chicos que repitan contenidos o aquellos que se atrevan a formular nuevas preguntas? (George Steiner). ¿Queremos meros creyentes o también dudantes?

Juan Diego Almeida, psicólogo y tutor educativo, sugiere identificar si el “deseo de los padres” guarda relación con la manera en que sus hijos quieren triunfar en la vida, e interrogarse sobre qué es lo que les están exigiendo y por qué.

Los padres tienen que aceptar las cualidades, habilidades y destrezas de sus hijos, para generarles mayor confianza y seguridad, así mejorarán su desempeño. Deben de transmitirles el deseo de querer aprender y ser mejores, y reforzar las áreas en las que el niño o joven muestre deficiencias, evitando compararlo con otros.

¿Cómo pueden los padres reconocer que no deben exigir demasiado a su hijo para no frustrarlo? García advierte que “la vida de por sí trae frustraciones; el asunto es que a pesar de ellas se siga avanzando. (Beckett). Si le doy a alguien una tarea fuera de sus posibilidades, sé de antemano que no la hará... entonces para qué se la doy. El aprendizaje exige esfuerzo, displacer, pero también genera la recompensa de ese mismo esfuerzo cumplido. El asunto es lograr que el joven o niño ame lo que hace. Eso no es poca cosa”.

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Almeida dice que a veces el exigir no es el problema, es la forma como se lo hace la que genera frustración. Es necesario que los padres estén pendientes de las emociones, sentimientos y pensamientos de sus hijos; un hijo frustrado es un hijo que vive para complacer al otro, en este caso, a sus padres. Cuando tenemos fracasos escolares o no obtenemos el rendimiento que esperamos, hay que ver dónde, como padres, estamos aplicando o ejerciendo la presión, y volver a enfocarla en el área específica o de su interés. La disciplina armonizada con el afecto es la clave que tiene todo padre para guiar a su hijo en el proceso de aprendizaje.

Pero si el joven no muestra interés en destacarse, García recomienda “apoyarlo, reconocerlo, estimularlo a base del propio aprendizaje, puesto que dar recompensas ajenas al saber es degradar el fruto del aprendizaje. (L.A.)

 

Llevarse bien entre hermanas

“Cuando tienes un problema serio, tu hermana te pregunta ‘qué haremos’ y no ‘qué harás". Karen Brown.

“Dos hermanas, una de 18 y otra de 14, pueden generar algún conflicto porque la mayor está llegando a convertirse en una mujer adulta joven. En cambio su hermana apenas está iniciando el proceso de cuestionar, demandar, y de alguna manera, inconsciente o no, desea ser como la hermana y gozar de los mismos derechos.

“Hay un orden del amor, según Bert Hellinger, el de la jerarquía. Entre hermanas, la que llegó antes es primero. No la preferida, sino la que no tiene por qué vivir dos veces la adolescencia, para sostener a la segunda. Sus padres deben establecer las pautas para cada una, según su edad y desarrollo. Hablarles del origen de su vida, ubicarlas en su lugar: ‘Tú eres la primera, tú eres la segunda; papá y mamá estamos en el corazón de cada una, enteros, unidos, para siempre, incluso si nuestra relación como pareja no funcionara’”.

Óscar Nieto Barquet.

onietob@hotmail.com

 

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