Buscar escuelas inclusivas

20 de Noviembre de 2016

Retener en casa a los niños con diferencias no es la única opción ni la mejor.

¿Por qué dejar en casa o en una escuela especial a los niños que tienen un trastorno del espectro autista o síndrome de Down?, pregunta la educadora Patricia Zeas de Alarcón. Ellos pueden ser incluidos en el aula regular, afirma, pero en una institución en la que el equipo (directivos, docentes, consejeros estudiantiles) tenga en sus manos las herramientas y la metodología para que el alumno pueda elevar su autoestima y logre desarrollar su confianza, vocabulario y convivencia.

Incluir no es lo mismo que integrar, explica la educadora. Usted puede conseguir un cupo en un centro educativo regular y llevar al niño al aula, asignarle un asiento y continuar el programa habitual, diseñado para la mayoría de los alumnos. Lo ha integrado, no lo ha incluido.

Incluir implica que el equipo educativo “pueda aplicar el currículo de educación inicial y general básica, pero con las adaptaciones necesarias”, dice Zeas, “y con metodología adecuada”. Sin usar las técnicas de conferencia, dictado ni transcripción. Sino con trabajo grupal, gestualidad, corporalidad e integración sensorial, para compensar las dificultades en la oralidad. “Es lo ético, lo que se debe hacer. Es toda una responsabilidad educativa para potenciar el desarrollo en todas las áreas: identidad, autonomía, lectoescritura, cálculo; hasta donde ellos puedan avanzar”.

En las sesiones en el hogar o en el consultorio el niño no recibirá lo mismo que al estar durante la jornada completa en una escuela, “sin descuidar las terapias, que se deben realizar en horario extraescolar y que son responsabilidad de la familia”.

“No son logros que se consiguen rápidamente”, precisa Zeas, “pero eso no justifica aislar a los niños o permitir que repitan año tras año lectivo. Ellos deben pasar al siguiente año, pero con un currículo diferenciado y adaptado; el docente debe saber qué tareas enviar, cómo evaluar y a qué profesionales recurrir en qué momentos para acompañar el aprendizaje en el aula”, sean tutores o psicólogos.

El entorno inclusivo no puede quedarse tan solo en el aula, sino que también debe aplicarse en el hogar. “El hogar a veces está sufriendo en silencio y deposita toda la responsabilidad en el aula. O viceversa, los directivos pueden decir ‘Solo hasta aquí podemos’, o ‘No tenemos personal, que la casa o el profesional externo nos vaya guiando’”.

La formación del tutor

Punto principal, dice Zeas: “Debe tener vocación, compromiso, pero también estudios e investigación. Debe saber que los resultados no son inmediatos, que no trabajará solo, que debe tener habilidades personales y emocionales, psicológicas, pedagógicas y, sobre todo humanas. No ver al alumno con pena, sino con profesionalismo y con seriedad. Debe entender que sentirá frustración, porque estos niños avanzan, pero a veces también retroceden. Capacitarse continuamente en las ciencias de la educación y educación especial”.

¿Quiénes pueden hacer el papel de tutores de un niño con necesidades especiales? “Pueden ser maestros, pedagogos, parvularias, psicopedagogos, psicólogos educativos, psicólogos clínicos. No solo una persona con buenos sentimientos o con ganas de ayudar”.

Esto es así porque el tutor, además de pasar tiempo con el niño, planificará las adaptaciones curriculares y hará informes para el equipo multidisciplinario que atiende al alumno. Debe estar capacitado para medir el desarrollo integral y comunicarlo al neurólogo, el psicólogo, el pediatra.

“Es una mala experiencia para los padres encontrar barreras y esperar cita con el psicólogo o los directores, y ser atendidos después de un mes o dos meses”. La actitud, dice Zeas, no es ‘Qué me viene a decir el padre’, sino ‘Qué debo yo informarles’. “Tienen los mismos derechos que un alumno regular, sea escuela pública o privada”. Y todas las escuelas deben tender a ser inclusivas. “En este momento hablamos del espectro autista y de síndrome de Down, ¿qué tal si hay niños con diversidad en cuanto a salud porque les han diagnosticado cáncer o leucemia, viene de otra región y hay diversidad religiosa y etnográfica?”.

Habilidades sociales

Los niños con necesidades diversas también deben ser preparados para vivir en comunidad. “El orden, el respeto, el saludo, el agradecimiento. Andar en grupo, manejarse individualmente al crecer. Terminar un trabajo que empezaron. Cumplir con el horario. Diferenciar espacios”. Y si es posible, tener un calendario con sus códigos para que puedan seguir una rutina. Son habilidades que dan autoconfianza y son útiles en la juventud y en la edad adulta. “No siempre van a tener a la maestra de apoyo o la tutora”.

La doctora Patricia Zeas y otros especialistas expondrán nuevos acercamientos para médicos, docentes, consejeros y padres durante la segunda Jornada de Actualizaciones Terapéuticas, organizada por El Baúl de Pinocho, el sábado 26 de noviembre en el Hotel Ramada (Malecón Simón Bolívar 606 y Luzárraga, de 08:00 a 18:00). También se puede tomar exclusivamente el módulo Neuropsicomotrocidad y movimiento, con Frank Calero. Información e inscripciones: 262-7317, 099-902-1910.  (F)

La influencia de la nutrición

Estudiando las causas de los trastornos del espectro autista se ha podido dar con un tratamiento, dice la pediatra Paquita Farfán de Aguirre. “Se pensaba que tenía origen genético, pero es multifactorial. Depende de lo que respire el niño, de lo que come, del ambiente donde vive, los contaminantes. Todo esto desencadena daño en el intestino, llamado nuestro segundo cerebro. Si el intestino está alterado, el cerebro también”.

La parte afectada es la absorción intestinal, explica la doctora Farfán. “Estos niños no digieren las proteínas, específicamente las de alto peso molecular, que son las del trigo y de la leche. Llegan al cerebro en una forma tóxica y causant el comportamiento aberrante. Los niños están alimentados, porque comen, pero están desnutridos, porque no absorben lo que el cerebro necesita para trabajar: litio, magnesio, calcio, vitamina B12 y aminoácidos”.

La parte nutricional, asevera Farfán, es 70% del éxito del tratamiento. “Hay diferentes dietas en el autismo. Puede ser una dieta simple de carbohidratos específicos o una dieta libre de oxalatos o libre de soya, caseína y azúcares; esto es de acuerdo a lo que el niño presenta, cada caso es diferente, de acuerdo a su bioma”. Pero en forma general, advierte, el gluten y la caseína, las proteínas del trigo y de la leche, se les retiran.

El cerebro reconoce las proteínas del gluten y de la leche (gluteomorfina y casomorfina) como receptores morfínicos. “El niño está como adormecido, y al retirarle estos alimentos, cambia, despierta, se conecta, mira a los ojos, sonríe y las habilidades cognitivas que había perdido, regresan”, expresa la médica.

Se hace el reemplazo con leches vegetales (a base de almendras, arroz, papa, amaranto), que tienen igual contenido proteico. Y el trigo, cebada, centeno y avena se sustituyen con harinas de arroz, amaranto y plátano, que son las que existen en nuestro medio. También se puede utilizar quinua.

Para llevar este proceso, dice Farfán, hace falta que el pediatra tenga presente la posibilidad de autismo. “Los CDC (Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades) han publicado que 1 de cada 68 niños está dentro del espectro”. Ocurre en todos los grupos étnicos y socioeconómicos y es 4,5 veces más común en niños que en niñas.

 

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