Bipolaridad infantil

17 de Agosto de 2014
Sheyla Mosquera

El trastorno bipolar no es lo mismo que los altibajos normales que experimentan los niños. Aprender a tratarlos ayudará a tener mejor calidad de vida.

Si un niño pasa de la risa al llanto, de la euforia a la tristeza, de sentirse omnipotente a decir que todo le sale mal y que no sirve para nada, de temerario a temeroso, en lapsos cortos de tiempo, es porque presenta signos de bipolaridad.

Según la psicóloga clínica Evelyn Brachetti, pocas veces se los ve eufóricos, pero sí irritables, hipersensibles e hiperactivos ante estímulos que no merecían esta intensidad de respuesta. Además pasan muy rápido de la irritabilidad a la violencia, pueden ser agresivos, ofensivos y duros en sus expresiones y críticas. Incluso gritar injurias o lastimar a los que se niegan a complacerlos o impiden realizar algo que se les ocurre.

“No es raro que tiren o rompan objetos, pateen puertas, destruyan cosas de otros o suyas. Se los puede encontrar completamente salvajes, explosivos y extremadamente furiosos, creando zonas de guerra a su alrededor”, explica.

En Ecuador, dice el psiquiatra Ricardo Morla, el porcentaje de niños con bipolaridad no se conoce, porque no se han realizado los estudios que lleven a determinar qué índices de prevalencia e incidencia de esta enfermedad existen en nuestro medio. Se calcula que el 2% de la población en general va a tener un trastorno bipolar en su vida.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos, cualquier persona puede desarrollar el trastorno bipolar, incluso niños y adolescentes. En la mayoría de los casos comienza en las últimas etapas de la adolescencia o a principios de la adultez. Generalmente dura toda la vida. “Se dice que puede ser provocada por los genes, por una anormalidad en la estructura y función del cerebro y por trastornos de ansiedad. Pues las causas no siempre son claras”.

Detectar esta enfermedad, explica Morla, tras un diagnóstico psiquiátrico y psicológico puede llevar en ocasiones hasta meses de estudios y de entrevistas no solo a su entorno, sino también a padres, abuelos y demás personas que tengan una relación con el niño a través de una buena y bien elaborada historia clínica que les permita darse cuenta de qué familiares han tenido la enfermedad o qué ha pasado en el periodo de vida de ese niño que justifique el diagnóstico.

Para ello, los profesionales que deben manejar el trastorno bipolar en la infancia, agrega, son los psiquiatras, los psicólogos y apoyados por los padres de familia, ya que esta triada de personas deberá estar siempre al alcance de estos niños. “Ellos son pacientes, mas no niños malcriados que hacen una pataleta o un berrinche, por lo que no serán necesarios ni el castigo ni los premios con ellos, sino una psicoeducación que les permita hacerse cargo de su enfermedad desde el inicio y que les ayude a asumir sus responsabilidades presentes y futuras”.

Tolerantes y pacientes

Ante un berrinche, la psicóloga clínica Leticia Ortega Rosines, del Centro de Psicoterapia Bienestar, sugiere a los adultos ser tolerantes y pacientes, porque en la mayoría de los casos los niños bipolares no lo pueden controlar. También es muy importante que la sociedad conozca este tipo de entidad clínica y sus manifestaciones. De esta manera quienes los rodean pueden ayudar a lidiar con la problemática.

Muchas veces, agrega, se sienten excluidos en las escuelas o colegios y experimentan falta de concentración y dificultad en las relaciones con sus compañeros debido a sus cambios de humor.

Además pueden ser objeto de burlas y hasta de rechazo por parte de ellos e incluso, en ocasiones, los maestros los pueden etiquetar de vagos o criticar su mal comportamiento, lo cual trae como consecuencia baja autoestima.

Desarrolladores de retos

Según Morla, la vida de los niños bipolares debería ser como la de cualquier otro, ya que no se trata de una enfermedad que los vuelva débiles, más bien son chicos con mucho empuje que bien canalizado pueden ser grandes desarrolladores de nuevos retos y metas, porque su inteligencia no la toca para nada el trastorno. Sin embargo, los que no han sido diagnosticados, explica, pueden entrar a consumir drogas o a beber alcohol de manera precoz, pues van a tratar de manejar sus cambios de ánimo de una forma natural. Muchos inician el consumo de marihuana a temprana edad como a los 8 años para tratar de descansar de la ansiedad que los sofoca y de esa necesidad de comerse al mundo que siempre los acompaña.

Y cuando llegan a la pubertad y a la adolescencia se convierten realmente en un peligro para sí mismos, porque además del consumo de drogas y alcohol se exponen a actividades riesgosas, deportes extremos y a la sexualidad desmedida y sin control.

¿Conocía sobre la bipolaridad infantil? Coméntenos

Terapias empleadas

Las terapias que tienen algún fundamento para estos pacientes, asegura Morla, son la cognitivo conductual y la psicoeducación, que es primordial en estos casos. Además, dice Ortega, es paralela a la farmacológica de manera permanente y el abordaje terapéutico es paciente-familia-entorno.

La cognitivo conductual puede ayudar a modificar cómo piensan y cómo actúan para mejorar la calidad de vida y así evitar la frecuencia e intensidad de las crisis; la psicoeducativa tiene el propósito de optimizar las relaciones con el entorno mediante el autoconocimiento. De esta manera habrá una buena comunicación, modulación de afectos y se reforzarán las experiencias positivas; y por tratarse de una enfermedad crónica, las terapias deben ser permanentes.

Ortega también sugiere la terapia interpersonal. Esta enseña a los niños bipolares a manejarse con el entorno, sobre todo a reforzar las relaciones confiables en su vida, a tener estabilidad y calidad en el manejo de las relaciones sociales. Asimismo, es necesario manejar el estrés interpersonal para evitar recaídas y crisis. “Si el trastorno es manejado por un profesional adecuado, logran un alivio sintomático y mejoran las relaciones interpersonales con el entorno”.

Asimismo, dice, es importante que los padres junto con la gente que rodean al niño bipolar tengan mucha paciencia. Para ello es importante recibir asesoría clínica psicológica, para conocer las manifestaciones y desarrollo de la enfermedad. De esta manera aprenderán a comprenderlos, tolerarlos y ayudarlos en el proceso del diario vivir.

Cuando la terapia farmacológica y la psicológica están bien llevadas, explica Ortega, los niños con este tipo de trastorno pueden y deben tener una vida completamente normal. Es más, el socializar los ayuda mucho y es recomendable.

Por último, dice Brachetti, en niños pequeños se trabaja básicamente con los padres. Se les enseña a ser proactivos y no reactivos. Las pataletas de un bebé con signos bipolares son muy intensas y ellos no paran por sí solos con facilidad. El niño termina agotado por la emisión de niveles muy elevados de cortisol y adrenalina que les dan una fuerza descomunal. Esas sustancias son tóxicas para el cerebro del niño en esa magnitud, por eso se recomienda para la crisis un abrazo fuerte e intenso y acunarlo hasta lograr que se le pase.

“También sugerimos que el niño realice ejercicio físico diariamente y reciba Flores de Bach, un tratamiento alternativo a base de extractos florales. Hay casos excepcionales en los que se sugiere una consulta con un psiquiatra de niños para que diseñe un tratamiento farmacológico”.

 

Diferencia entre ADHD y Bipolaridad

El doctor Charles Popper en una conferencia magistral dictada en 1999 analizó una lista de síntomas y sus diferentes manifestaciones, entre el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (ADHD) y la bipolaridad.

ADHD:

• Daña cosas por imprudencia.
• Hacen pataletas cortas.
• Pataletas causadas por sobrecarga o sobreestimulación sensorial o emocional.
• Se levantan rápido al despertar y se conectan con facilidad.
• Pueden correr riesgos porque no son conscientes de peligros.
• Su comportamiento difícil está presente tanto en la casa como en el colegio.

Bipolaridad:
• Destruyen las cosas cuando están furiosos.
• Hacen pataletas severas y prolongadas con energía física intensa y violencia.
• Un bipolar inicia una pataleta, por lo general, como una reacción ante puestas de límites o por haber recibido un no por respuesta a uno de sus deseos.
• La irritabilidad está presente en las mañanas al despertar.
• Tienen muchas pesadillas severas, así como terrores nocturnos.
• Se comportan inapropiadamente a propósito y con premeditación. Son buscadores de pleitos y disfrutan toreando a otros.
• Muestran signos de precocidad en interés y conducta sexual.
• Sus peores crisis las hace en su entorno familiar

 

  Deja tu comentario